domingo, 8 de noviembre de 2009

EL BARCO DE LOS MUERTOS (B.TRAVEN). Miguel Sánchez-Ostiz


HAY que suponer que esta de ficha policial es la auténtica fotografía de B. Traven, cuando pudo llamarse Ret Marut y antes de hacerlo Hal Croves y Torsvan Traven; es decir la fotografía del anarquista, pacifista, hombre de teatro, pícaro apátrida, escritor proletario de éxito arrollador que publicaría, en 1926, y en Alemania, El barco de los muertos, y protagonista de un embrollo literario, el de su verdadera identidad, que todavía dura y que ha motivado pesquisas novelescas y biográficas brillantes, como la de Jonah Raskin (My search for B. Traven, 1980)

Como es de rigor, la novela de su verdadera identidad, los detalles de su vida furtiva y fugitiva, su escamoteo de periodistas y fotógrafos, su arte para borrar y embarullar sus pistas personales, oscurecen la trama y sobre todo las ideas a contrapelo expuestas y desarrolladas en novelas como El barco de los muertos o El tesoro de Sierra Madre, reducida esta a una mera novela de aventuras.Poco importaría saber si El barco de los muertos es una novela autobiográfica, basada en las peripecias del autor para escapar de la Alemania revolucionaria surgida de la Gran Guerra y de una Europa de desplazados sin papeles y apátridas sobrevenidos peloteados de un país a otro, antes de llegar a América, en concreto a México, en 1924, o si era o no hijo natural del kaiser Guillermo.Lo que importó al tiempo de publicación de la novela es el alegato de su autor a favor de la necesaria insumisión frente al orden establecido en beneficio de una clase social y un sistema de patrias hechas negocio de burócratas y banqueros; frente al poder arbitrario del Estado, convertido en Dios de una religión de obligado cumplimento; frente a los nacionalismos, los regímenes de control policial, la farsa del patriotismo obligatorio, la explotación brutal en condiciones extremas de los trabajadores... los marineros de ese barco de los muertos, barco de piratas, contrabandistas y estafadores, condenado a irse a pique para cobrar la póliza de seguro, en el que embarca el personaje de Traven.

Leyendo esta nueva versión de la novela de Traven me he acordado de los libros que Jack London y Mark Twain decían que, por su temática, estaban destinados a tener un verdadero éxito entre los lectores a quienes lo descrito en sus páginas atañían de manera directa. Otros tiempos y un siglo de convulsiones y profundos cambios sociales de por medio, que convierten alegatos sociales en meros testimonios literarios.Escritor en lengua alemana, en lengua inglesa luego, de nacionalidad de origen incierto hasta que encuentra refugio en los papeles de identidad mexicanos, en la selva de Chiapas y en el anonimato, y que de manera explícita dice por boca de su marino sin papeles, reducido a la esclavitud, de un barco condenado a irse a pique: “¿Dónde está mi patria? Allí donde nadie me moleste , donde nadie quiera saber quién soy, lo que hago o de dónde vengo, esa es mi patria, ésa es mi patria chica”.Corren malos tiempos para las alegrías apátridas e internacionalistas, para los sin papeles que siguen huyendo en busca de una vida mejor, el viento dominante y favorable es del culto a la patria y el nacionalismo camuflado de internacionalismo y globalización, el del culto indiscutible al Estado y sus instituciones, como denunciaba de manera feroz aquel Traven de 1926, en los años de Grosz, de Brecht y de Döblin.

La novela se publicó en España, traducida por José de Unamuno, en 1931, tres años antes que en Estados Unidos, y tuvo un éxito social que duró por lo menos hasta la Guerra Civil. Luis Suárez, su prologuista, en 1969, de la edición mexicana de las obras de Traven, recoge testimonios alemanes de la 26 División de las Brigadas Internacionales referidos a lecturas en voz alta de pasajes de El barco de los muertos.


La nave de los muertos, traducción del alemán de Roberto Bravo de la Varga, sobre la edición autorizada por los herederos de B. Traven, El Acantilado, Barcelona, 2009

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