martes, 16 de octubre de 2012

PACHARÁN FATAL. José Luis Moreno-Ruiz


La neurobióloga y coach emocional, y su ahora amante, el novelista con hemorroides y esposo del filósofo, ex marido de ella, lo pasaban bastante bien en su relación clandestina.
A él hacía mucha gracia que fuese ella descarada, incluso verdulera; muy salada.
Por ejemplo, si él se quejaba, ¡ayyy!, al meterle ella un dedo en el culo por aquel cientifismo erótico de la estimulación prostática, ella le soltaba:
–Anda, calla, cabrón… Si tú te pones un supositorio y se te cae…
Él reía entonces como llevara años sin practicarlo.
Les gustaba engañar a sus cónyuges.
Ella, por ejemplo, iba entonces mucho más salaz a lo del débito con su esposo, el médico iridólogo, ex amante del filósofo, y se lo follaba aleonada, hasta la extenuación del hombre. El novelista con hemorroides, por su parte, y no obstante sus molestias, se ponía putoncísima en casa, ante el filósofo, incitándolo incluso a cosas que hacían daño y empeoraban la inflamación de los vasos sanguíneos de su ano.
Ambos, pues, la neurobióloga y el novelista con hemorroides, habían hallado nuevos inputs sensoriales y por ende vivenciales, con los que hacer más llevadero el tedioso, aunque no realmente amargo, tránsito de los días matrimoniados… Como cualesquiera matrimonios heterosexuales y convencionales con un buen llevar de resignaciones, perdonando la manera de señalar.
Así transcurrieron los meses, hasta que un día aciago, cuando la neurobióloga dio a leer al novelista con hemorroides unos fragmentos de la nueva novela en la que ya trabajaba urgida por sus editores, una novela histórica, decía ella, él, relajados ambos tras la coitación, un rato antes de que se vistieran para volver cada uno a lo suyo, a sus cónyuges, él dijo de súbito:
–Cariño, ya me he leído lo que me has dejado…
–¿Te gusta? –preguntó ella con hartísima seguridad; incluso con ese tono soberbio y engallado al que acuden algunas mujeres por completo carentes de interés para dar cuenta de su lectura hecha de una novelista, o escritora en general, árabe, carente por completo de interés, como Fatema Mernissi, por ejemplo.
–Bueno, no está mal… Pero es que has metido la pata hasta el corvejón, querida…
Nunca lamentaría bastante el novelista con hemorroides haber sido tan claro.
La novela de la neurobióloga pretendía versar sobre el buen Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, y los orígenes del pacharán como bebida gustosa y dulcemente erótica… A los editores había placido mucho su propuesta. Es más, ya pensaban en que hiciera la presentación del libro, en Pamplona, María Ostiz, esposa de Zoco, ex futbolista con nombre de pacharán.
Según ella, el buen Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, rendía homenaje al dulce y sabroso licor poniendo el nombre de Endrina a la moza por la que el arcipreste del Libro del buen amor bebe los vientos y se concome de boca y miembro.
Es más, inventaba ella en su novela que el Arcipreste, a imitación de tantos religiosos sabios en licorería, fuera el inventor del pacharán, bebida que, según la neurobióloga y solvente coach emocional, habría tenido origen en algún punto habido entre Alcalá de Henares, tierra natal del buen Juan Ruiz, e Hita, en Guadalajara, donde fue arcipreste el buen Juan Ruiz.
Pretendía negar así, a vascos y navarros, su autoría licorera y hasta la denominación de origen. Vamos, hombre, solía decir ella; si es que se creen que todo lo que hay en España se ha inventado allí… ¡Hasta las corridas de toros! ¿Habrase visto?, decía la neurobióloga, coach emocional y novelista, poniendo las manos como si fuera a bailar una sevillana rociera, por mucho que la pariesen en algún lugar de la provincia de Cuenca.
El novelista, recreándose en la suerte, con una media sonrisa no tanto despectiva como sarcástica, sin más, armándose de nuevo de polla pues ella se la seguía acariciando como si nada, boca arriba los dos en el lecho, comenzó a desgranar sus saberes, creyendo que con ello, más que herir en su orgullo a la novelista bisoña pero exitosa, conseguiría que lo admirase aún en mayor medida.
–Vida mía –dijo sabihondo el novelista con hemorroides–, el Arcipreste de Hita nació en 1284 y murió en 1351. El Libro del buen amor viene datado por los estudiosos de 1330 a 1343. Las primeras nuevas que se tienen del pacharán, del euskera patxaran, de paitar, aguardiente, y pattar, licor, y de aran, endrino, datan de la boda, en 1415, de Gorofre de Navarra, nacido en 1394 y muerto en 1428, destilero de afición e hijo bastardo de Carlos III, el cual casó con una tal Doña Teresa Arellano. Se sabe igualmente que Blanca I (1385-1441), también bebió abundantemente después el dicho licor, convirtiéndose en una gran propagandista del mismo, que daba a beber mucho a los religiosos de Santa María de Nieva, los cuales, bien borrachos, se daban a orgías no precisamente santas…
–Vaya, cuánto sabes –dijo ella, respingona, ya francamente incómoda, pegándole un inquietante y doloroso manotazo en la polla–. ¿Y qué?
–Pues que no te cuadran las fechas, querida… Repara en ello… Mira, si quieres hacer una novela de raigambre histórica…
Ella no le dio tiempo a continuar.
–Tú eres un puto fracasado, que no vendes ni un libro, y yo he sido gran éxito de ventas con mi primera novela… Vamos, que he vendido más que mi ex marido y ahora marido tuyo con su primera novela, y mira que él también ha sido aclamado como un gran novelista –y añadió algo especialmente heridor–: Es curioso… Tanto mi ex marido como yo te andamos follando… ¿Y si eso fuera una utilización objetual debida a la superioridad que sobre ti tenemos, la cual se refleja también en los aspectos puramente literarios? ¿Y si sólo eres importante como juguete sexual, por mucho que tú te creas un gran novelista, el novelista por antonomasia, el más grande e incomprendido de los novelistas?
Era, la neurobióloga, una gran coach emocional. Ciertamente.
Aquella misma noche, el novelista con hemorroides se arrojó a la vía del tren, en un punto de la línea de cercanías entre Madrid y Parla.
Sólo cuando ya hubo avanzado mucho la madrugada encontraron su cadáver unos empleados.

Extraido de los Contradiarios del gran José Luis Moreno-Ruiz

2 comentarios:

  1. Venga, pues nos echamos un copazo (aunque yo, con perdón, prefiero el whiskey).
    JL

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  2. Mordaz... Una maravilla para hacer funcionar las anquilosadas neuronas. Saludos,

    Ann@

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