ni buena, ni hacer un balance
de posibles consecuencias
cada vez que tu boca
dispara un perdigón
de vocablos de plomo.
No tienes que ser perfecta,
ni tener manos grandes
que quiebren las aristas
de la soledad,
no tienes que tener
la respuesta correcta
pendiendo de unos labios
quebrados y resecos
ni las piernas esbeltas
para alcanzar a darles agua.
No tienes que ser sabia.
¿Acaso no lo sabes?
Mejor ser sabia bruta
dejándose llevar por el
xilema, mejor nutrir
de sueños, deseos
y promesas
el árbol enraizado
al cerebelo.
No tienes que ser fuerte,
paciente ni oportuna.
No tienes que aspirar
a la otredad
para reconocerte,
tal y como te quieren,
en los ojos de aquellos
que nunca te quisieron.
Créeme cuando te digo
que una nunca decide
amar a hueso abierto,
a pecho recubierto,
ser costra anticipándose
a la herida.
No es una la que elige
la oquedad, tener
los pies sonámbulos
siguiendo en mapas falsos
las rutas que bombea
el corazón.
Una no es quien planea
la migración interna
de la fragilidad
al vasto territorio
del silencio,
ese padecimiento
intermitente
de atardeceres
tibios en los ojos.
No, no tienes que ser
siempre coherente
ni mutilar tu yo
para encajar tu esencia
en el molde social
establecido.
Créeme,
Yo he visto a una
mujer
replicar a su gusto
Notre Dame
con las piezas sobrantes
de un puzzle desahuciado
en la basura.
Gema Fernández Martínez
Da gusto leer a Gema Fernández. El arte hecho palabra. Feliz cumpleaños y que nos sigas regalando mucho más como esto. Y es que sí…eres arte.
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