LOS PERROS ESTÁN INQUIETOS
HAY COSAS
Hay cosas que no puedo haber escrito en serio
entre todo lo mío que leo y entre lo publicado.
De verdad, no me explico qué hacen esas sentencias
arbitrarias y vanas resonando engoladas en mis páginas
ya que no creo ni una y que son, las mejores, matizables.
Si por prudencia fuera, por pudor o ahora incluso por instinto,
debería expurgar y limpiar a conciencia los dos libros,
y también, y es peor, los borradores sucios que duermen,
no del todo olvidados ni del todo al alcance,
tras hileras de libros, bajo hileras de libros, allá al fondo.
Pero son justo esas simplezas sin mácula, me temo,
lo que hace que lo mío parezca tan sincero, y más aún,
lo único que permite que se pueda archivar taxonómicamente
en el cajón de sastre agrietado y mohoso
que es esa ambigüedad de la puta poesía.
A Pedro Ojeda Escudero
Los perros están inquietos.
La tarde es más gris que nunca.
Arden mi gripe y mi ciego.
Coches fatigados, lentos,
cruzan las calles vacías.
No se ve más que humo gris.
O nubes grises tal vez.
No hay forma de precisarlo.
El paisaje se resiente
ya del primer bombardeo.
LA EXCEPCIÓN
Días,
días,
días,
uno tras otro,
plomizos, grises, intercambiables,
repletos de inconvenientes, complicaciones,
de horrores que se prolongan, de esfuerzos,
días,
días,
y de pronto un solo día
luminoso, con una
o dos buenas noticias, cosas
tontas, casualidades, soluciones o algo
que lo parece, esperanzas
fundadas. Y
no sé,
respiras,
descansas
o algo.
NO SÉ
Pasas de sentirte indefenso
ante el abismo a una suerte de
satori deslucido,
y eso en la misma
media hora. Por supuesto
que influyen las circunstancias
y no digamos la química,
pero hay como una corriente interna
que no atiende a unas ni a otra,
porque puedes sentir de pronto
que no estás ni aquí ni allí,
ni temblando de pavor frente al futuro
ni merendándote el mundo y eructándolo,
que no estás triste ni alegre
sino ahora una cosa y
luego otra pero sin moverte.
No sé si me explico, claro.
Lo cierto es que
lo que quieres es
acercarte al lado guay
y huir del chungo, es lo suyo,
pero no hay forma.
No es cuestión de un porro más
ni de un esfuerzo menos, puedes
matizar la cosa, pero es todo.
Sigues ahí, clarividente
y confuso, todo el tiempo
o casi. Y atascado, sobre todo
muy atascado.
HAY COSAS
Hay cosas que no puedo haber escrito en serio
entre todo lo mío que leo y entre lo publicado.
De verdad, no me explico qué hacen esas sentencias
arbitrarias y vanas resonando engoladas en mis páginas
ya que no creo ni una y que son, las mejores, matizables.
Si por prudencia fuera, por pudor o ahora incluso por instinto,
debería expurgar y limpiar a conciencia los dos libros,
y también, y es peor, los borradores sucios que duermen,
no del todo olvidados ni del todo al alcance,
tras hileras de libros, bajo hileras de libros, allá al fondo.
Pero son justo esas simplezas sin mácula, me temo,
lo que hace que lo mío parezca tan sincero, y más aún,
lo único que permite que se pueda archivar taxonómicamente
en el cajón de sastre agrietado y mohoso
que es esa ambigüedad de la puta poesía.
Ape Rotoma, de Motivos para fumar (Tedium Vitae, 2023)
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