Observo desde hace tiempo cómo cambia la intensidad de la presencia de mis contactos en FB, mudando del horror vacui al minimalismo o del debe al haber en abundancia. Unos cuantos que en otro tiempo acumulaban cientos de amigos y aplausos, apenas se asoman ya por aquí o, si lo hacen, han visto muy menguado su club de fans. Viceversa también. Me fascina cómo puede uno mantenerse en el candelabro semanas, meses, años...de modo casi ininterrumpido. Porque permanecer interesante es agotador y obliga a estar atento a tus reflexiones, mantenerlas ordenadas, nutrirlas, presentarlas debidamente para no resultar cansino. Vamos y vais, venimos y venís, vienen y van según la estación vital o emocional de cada cual...pero me maravillan, repito, los que durante mucho tiempo pueden o podéis hacer reír a vuestro público, conmovernos, ilustrarnos o incluso hartarnos. No sé si es que uno se cansa hasta de su sombra, pero el silencio es a veces el mejor de los descansos en medio de un maremágnum donde ya no aciertas a seguir de continuo a casi nadie y encima sientes que de algún modo los traicionas. Estar en el candelabro llorando cera y con la mecha prendida, quema. Aunque seas luz, calor y guía. Precisamente por eso. Volver a hibernar, qué descanso, en el dulce anonimato de lo invisible y lo callado, pero no por ello inexistente. En lo pequeño, sutil, discreto y analógico...para observar desde tu mullido rincón lo que sí y lo que no: tan poco lo uno y tanto lo demás.
Elegir despertar mientras otros duermen. Rodar solitario como bola del desierto entre selvas tropicales y manglares. Preferir tu bronca o tu abrazo como juez implacable de ti mismo. No atreverte ya a juzgar a nadie, opinar en alto sobre nada ni aconsejar. Volverte subterráneo o aéreo pero jamás superficial. Huir de etiquetas de moda como inclusivo, genérico y diferenciador, porque no hay nada más estéril que parir o adoptar las doctrinas del momento: excluyentes por pretender adoctrinar y esclavizantes por imponer criterios pueriles de diferenciación.
Osea y para resumir: hacerte yerbajo y rodar, desprendido de la raíz por el viento, atrapando en tu interior plumas de cuervos y buitres, ratones diminutos, mudas de lagartos, cactus y alacranes, mientras Curro Savoy silba entre buenos, feos y malos y tú prosigues tu rodaje estepicursor, tintin-tiruriruriruriiii... soltando semillitas entre balas perdidas y botellas vacías.
Fuera hace frío, abrigaos bien por dentro.
María Jesús Marcos Arteaga
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