Con este ardor de hormigas rojas que recorre mi cuerpo es imposible dormir, el desvelo se adueña del instante temprano enganchado a las manecillas del reloj.
Todo se queda quieto, el aire gordo del verano madrileño acorrala la certidumbre en pausa del pensamiento.
Escucho el apenas perceptible recorrido de la sangre por el cuerpo, la lumbre que reverbera caliente, que aplasta la voluntad y el movimiento.
Nada se puede hacer, salvo permanecer estática como la tortuga en la roca, sin mover una pestaña, para ahuyentar cualquier signo de combustión.
Tórrido verano que cerca como un amigo incólume al desaliento.
Batalla por ganar en el resistir diario que a veces desorienta y duele como una herida vieja.
Maica Bermejo Miranda
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