viernes, 23 de octubre de 2020

LAS HORAS DESCALZAS por LOIDA RUÍZ




los peces boquean boquean boquean cuando van a morir


escribíamos versos por necesidad

como quien toma aire tras contener la respiración un minuto

yo los leía y me dormía con ellos en la boca

y con Bukowski o Juarroz

o con Bolaño y Cortázar

rodeando las esquinas de mi cama

los mezclábamos con alcohol y creíamos en ellos con la misma fe a la que se agarra

el condenado esperando la llamada del alcaide de la prisión

los maullábamos en las noches de celo

los consumíamos con fiebre

a cucharadas

otras veces

escribíamos versos como quien recita los ríos de la cornisa cantábrica

titubeando

los pronunciábamos y los interrumpía continuamente

el ruido ajeno de los tendidos eléctricos

y escondidas en ellos

las palabras

aún envueltas en celofán 


de alguna manera que no sabría explicar todo seguía en un lugar distinto


una historia casi idéntica

a las de las demás

una historia que podría ser

la de cualquiera

la de la niña que juega con Charles Manson a tomar el té

en el jardín de una casa de Ohio

la de la mujer que baja la basura en bata a la una de la tarde

justo cuando el cartero toca

y

toca

la de la anciana con los ojos cerrados y las manos entrelazadas

que dormita a la vida

que despierta con el sueño de que su madre la abraza

la de la luz de mariposa

que titila

en noviembre

podría ser como la de ellas

podría

pero es la mía

y no es tan simple 

como cualquier otra historia


los pequeños orificios de este mueble que soy yo delatan la presencia de la carcoma


donde el viento aúlla

y los perros gruñen

en el centro de mi habitación

me dejo morder morder

muerden

a un maniquí de virutas de cedro

la  carcoma la  carcoma

roe lenta roe

madera y carne

en el centro de mi habitación

la rabia con la que las sábanas me cubren

y siguen

la carcoma

el viento

los perros salvajes que no se dejan acariciar

mis labios cerrados mis dedos quebrados

roídos

la nana cruel

el sueño que no llega

la voz de mamá

que no me abraza


¿Alguien ha visto a la Madre de la Poesía?

¿Alguien ha bebido del manantial sagrado

que sale por entre sus piernas?

Roberto R. Antúnez


bendigo la locura de aquellos poetas

que se postran ante la página y palpitan oraciones

para que los niños las besen como besan al miedo

creyendo que la dulzura de sus llantos imberbes

encenderá las luces del pasillo que sus padres apagaron

benditos sean

bajo las sábanas

benditos sean

contra la pared

benditos

sus cabezas son ese mendigo que nunca duerme

la palabra

la piel del membrillo que se pudre en silencio


Loida Ruíz, de Las horas descalzas (Entropía Ediones, 2020)

https://entropiaediciones.com/index.php/producto/horas/


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