saliendo del banquete estrepitoso, dejando al salir
un temblor en la memoria de los hombres,
ligero, dulce, frágil como la música.
Rasgos de la cara, los tonos de la voz,
el tacto de la mano amada, todo, uno tras otro,
perecerán y desaparecerán en la tierra:
mientras, en el salón, la multitud ovaciona al nuevo intérprete.
Pero alguien, quizás, tarde un poco más en irse,
y, sonriendo, en su viejo corazón recuerde
a los que hace mucho tiempo fueron olvidados.
Y mañana, él también, se retirará al otro lado del telón.
Y así el tiempo, que será nuevo para otros, nos olvida y continúa.
Robert Louis Stevenson
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