lunes, 5 de noviembre de 2018

EL DESAFORTUNADO INTENTO: Tres poemas.



DENTRO

Para la persona encerrada en la campana de cristal, vacía y
detenida como un bebé muerto, el mundo mismo es la pesadilla.


(La Campana de Cristal, Sylvia Plath)


Hace tiempo que las emociones
las compro de contrabando
porque a mí ya no me salen solas.
Y solo me permito llorar
en la ducha
cuando las lágrimas se van
también por el desagüe.

Me prometieron que el tiempo cura,
y yo he estado desde entonces
dándole cuerda a un reloj
sin manecillas.
Me prometí que no dolería,
y he estado atándome nudos a la garganta
esperando que no quedara aire,
en algún momento,
para respirar.
Me he sabido muerta
porque tampoco ha existido nada
que me informara
de lo contrario.

Pero hace frío,
y lo único que siento son mis manos
congeladas dentro de la Campana,
y a Sylvia contándome
que es ya de noche,
y que ella tampoco sabe
si todavía quedará alguien rezando por mí
tras la puerta.

*****

Resulta que hemos gastado
nuestra vida
para nada,
—dicen—,
porque lo que tenemos
se irá con nosotros
a criar malvas.
«Pues menuda mierda»,
estará pensando el millonario
en el salón de su casa estratosférica
mientras ve al vagabundo
rebuscando su comida
en la basura.

*****

Perderme en lo insondable y olvidar
lo que solo se atisba en lo profundo.
(John Keats)

A esta casa le falta
un árbol en el centro.
Un mar que se agolpe
a la ventana,
que sobrevuelen palomas
los días de verano.
Un diluvio que llame
a la puerta,
en el suelo un jardín
de flores.
Hierba que guarde
fresca el agua de la mañana.
Un río que cruce
a la noche
y lo alumbren luciérnagas.
A esta casa le falta
un árbol en el centro.

Hay un nido en la copa.
Mira,
ahí vive un ruiseñor.


María Marín, de El desafortunado intento (Boria Ediciones, 2018).


No hay comentarios:

Publicar un comentario