Pronto en la Tierra
37 hijos de Satanás brindan a la salud de Bukowski en un libro que dejará una resaca brutal
martes, 30 de abril de 2013
lunes, 29 de abril de 2013
EL ASCO INDECIBLE. Miguel Sánchez-Ostiz
"Esto tiene que estallar por algún lado"... Y sí, lo cierto es que se oye mucho. Eso es lo malo, que tiene que estallar aunque no pueda, aunque sea difícil, y que estallido es sinónimo inevitable de violencia y la violencia está proscrita, nos da miedo. No porque no la deseemos, a puerta cerrada, a oscuras, en la vigilia forzosa, sino porque no queremos que esa violencia, la del estallido u otra, nos alcance de la manera que sea. Ni mártires ni víctimas ni verdugos... Por el momento preferimos el papel de víctimas de la violencia institucional actual mientras esperamos el milagro, el fruto legendario del poder de la palabra... y más de uno se pone malo de la risa cuando lo escucha
***
No eres nadie, no eres nada, o poca cosa, si vas de verdad por libre. Alguien que ande en solitario por los extramuros, por los derribos y los desmontes, no es de fiar. Nunca lo ha sido. Lo mismo si vas en dirección contraria, la única dirección en la que merece la pena ir. El campo abierto está en esa dirección, en esa en la que no te dejan ir, en la que te pondrán todas las trabas posibles para que vayas. En esa dirección nunca estás del todo solo. Eso es lo importante, que no estás solo, que eres uno no entre muchos, sino con muchos. Así no hay callejón sin salida que valga.
***
Editorial Pamiela.
128 páginas. 9,50 euros
http://www.pamiela.com/index.php?page=shop.product_details&product_id=768&flypage=flypage.tpl&pop=0&vmcchk=1&option=com_virtuemart&Itemid=132
domingo, 28 de abril de 2013
POEMASH ESPECIAL EL ÁNGEL
Portada por Silvia D.Chica
Prólogo por Ana Curra
Poemas inéditos de
Joaquín Piqueras, Karmelo Iribarren, Enrique Villagrasa, Jorge M Molinero, José G.Cordonié, Gsús Bonilla, Iñaki Estévez, David Vázquez, José Naveiras, Juan Carlos Vicente, Silvia D.Chica, El Dogo, José Manuel Vara, Ángel Muñoz Rodríguez, Javier Das, Choche, Garazi Gorostiaga, Enrique Cabezón, Toño Benavides, Ricardo Moreno Mira, Vicente Muñoz Álvarez, César Scappa.
K. por José G.Cordonié.
atrapados,
komo la espera y la incertidumbre kreciente,
komo el intento último de medir las tierras.
K. sueña
kon Bürgel tras la puerta cerrada,
kon la kongoja seka en la garganta ataskada,
la alienación desesperante y kaótica,
la burokracia que absorbe la lógika humana.
K. se inquieta
sin saber si kedar kieto
o dar hacia delante un paso,
sin saber si existir en el tiempo
en la mente atrapado
de Kafka,
en la extinta mente,
si el absurdo de la razón keda apresado
en la sinékdoque de la memoria blanca.
K. traga saliva en la luz eskiva de la tarde
kon todo el peso del mundo koncentrado en un vaso.
José G.Cordonié, de La Hermética Furibunda.
viernes, 26 de abril de 2013
PRÓXIMAMENTE... AQUÍ HUELE A ROMERO (Las colaboraciones de Kutxi con otros grupos)
Pan de Higo, Estrago, Bhatoo, Los Reconoces, Muy Deficiente, Rhune, Silencio Absoluto, Koma, Khurare, Sikarios, A Traición, Sol de Invierno, Desastre, Línea 2, Sen, Balacera, Gritos de Histeria, Mala Vela, Doxa, Dirección Prohibida, Salmones, Puerta 104, Kados, La Isla, Míster Moshing, El Cuarto Verde, El Color de la Duda, Sioux, Furia Urbana, Tabletom, Xuorum, Deskontrol, Básico, Labuela, Entrevías, Koke, Hurakán 2.000, Amianto, Txapel, Censurados, Desalojo, El Malo del Cuento, China Latina, Insolenzia, Mandanga, Habrá Kadaver, Duo Kíe, Dhea, Uge, Zirrosis, Descaro, Costas, Deskuadre, Las Gafas de Mike, A-68, Ja ta Ja, Medina Azahara, La Banda del Abuelo, Galduak, Cierrabares, Exceso, Impulso, Cero a la Izquierda, Camino Equivocado, Inadaptados, Habeas Corpus, Zapata, Los Barrankillos, Betagarri, Jere, Rebeldía, Saunah…
Estoy completamente seguro de que hay algún grupo al que tienen arrinconado mis dos neuronas sanas en algún recoveco de mi cabeza y es por eso por lo que no sale en estas líneas. No me lo tengáis en cuenta, sabéis que, en cuanto escapéis de sus fauces dementes, pediré disculpas y, sobra decirlo, invitaré a las copas pertinentes.
Gracias a todos; aquí os espero para lo que queráis menos para alicatar cuartos de baño. Solamente tenéis que preguntar por mí en cualquier estanco. Y lo dicho: el ron lo pago yo. Pura vida.
PROXIMO 14 DE MAYO A LA VENTA
CROCHÉ DE IZQUIERDA, por David Benedicte
CIERRA los ojos, aprieta los puños;
sorbe a raudales tu fiereza
para aplastar al rival y su acoso
pausado, rijoso, mortífero!
Debes aceptar ese algo que viene
en el pack de ser brutal, falaz.
Eso que el buen boxeador eleva
hasta las alturas de lo axiomático:
el castigo resulta inevitable;
el sufrimiento es una opción.
Escoge sufrir de forma mecánica
e implacablemente tenaz.
La rabia y la pena son tu destino.
Relájate; es sólo la vida.
Rezaremos porque todo funcione.
¡No te revuelques en la pérdida!
Nuestro objetivo es noquear por muerte.
A mi derecha: con 112 kilogramos,
calzón rojo, barba y melena blancas,
recién llegado del reino de Prusia,
¡EL ASPIRANTE AL TÍTULO MUNDIAL
KARL MARX, EL LEÓN DE LA METRO!
Un aluvión de golpes en la cara,
en tu abollada nariz antiquísima,
y el repetido estruendo de los sparrings
melancólicos de razas remotas
que avanza con pesantez de montañas
en la fortaleza de la ternura.
Y a la izquierda: con 153 kilos de peso,
prenda amarilla y calva paternal,
representante de la China Púrpura,
¡EL CAMPEÓN DE LOS PESOS PESADOS
MAO ZEDONG, EL PANDA DE SHAOSHAN!
Blando, feroz, ensangrentado, ausente,
con tímida inmensidad de gigante
no te dejas desabrochar los guantes
en el rincón más cruel del cuadrilátero
donde esta noche actuó la mala suerte
con su anfibio aliento exterminapúgiles.
En el sucio barro del ring
sobre los huesos del León de la Metro
amanece lleno de flores.
Los dientes, solos, gritan su cansancio.
David Benedicte. Poema extraído de Poemarx (Premio Internacional de Poesía 'Ciudad de Badajoz' 2012)
Editorial Algaida. 120 páginas. 8 euros
Blog de David Benedicte
jueves, 25 de abril de 2013
DESAHUCIOS EN EL PARAÍSO: Begoña Leonardo.
MABELE EDICIONES desde su ESCRITORIO MUTANTE, presenta:
“Desahucios en el Paraíso” de Begoña Leonardo
Prólogo de Alfonso Xen Rabanal
Ilustrado por Escritorio Mutante
Me cuentan que en un prólogo debería exponer las virtudes estilísticas del poemario, dar una ligera orientación panegírica para que el "consumidor" sienta la pulsión de “poseer” la poesía. Diseccionar racionalmente para que lo degluta... y lo olvide. Begoña, no busca ese lector de estadística, el afín a los poetas-recetas que les dice lo que quieren oír y, así, sentirse rebeldes, pero no incómodos en la quietud de su refugio. No, la poesía de Begoña duele, remueve, te hunde en los abismos, te enfrenta con la sombra, te saca a las calles donde viven sus versos, buscando Sol entre las sombras, te muestra la herida y entre sus palabras naces al sangrar, al sentir que regresa la fuerza a tus brazos, que todavía queda algo en ti que quiere luchar.
Cuéntame(...)
qué te corre por las venas
(del prólogo)
DISPONIBLE EN LAS PLATAFORMAS:
CALAMÉO
SCRIDB
ISSUU
Qué ustedes lo disfruten... se agradece difusión.
Líbera Duri
Begoña Leonardo
miércoles, 24 de abril de 2013
HABANA 2009, de Eduardo Laporte
Ya a la venta en SUBurbano
LA TRISTEZA DE LAS TIENDAS DE PELUCAS, según Octavio Gómez Milián
Uno de los momenticos del libro
Un gran libro. Como siempre.
lunes, 22 de abril de 2013
VINALIA TRIPPERS 12
Portada por Miguel Ángel Martín
Entrevista a Bernard Seray por Diego López
Relatos inéditos de
Carlos Salcedo, José Ángel Barrueco, Kike Turrón, Esteban Gutiérrez Gómez, Alex Portero, Patxi Irurzun, Pepe Pereza, Alfonso Xen Rabanal, Julio César Álvarez, Juanjo Ramírez, Gabriel Oca Fidalgo, Cisco Bellabestia, Mario Crespo, Vicente Muñoz Álvarez, Jorge Barco, Felipe Zapico Alonso, Octavio Gómez Milián, Pablo Cerezal, Vanity Dust, Velpister, Jesús Palacios, Eloy Fernández Porta, David González.
Entrevista a José Hernández (Los Calis) por Jorge Barco
Un vocabulario al margen por David González
Ilustrados por
H Valdez, Salvador Armesto, Miguel Ángel Martín, Pablo García, Diego Blanco, Riot Uber Alles, J.Kalvellido, Luis F.Sanz, Santos M.Perandones, Mik Baro, Andrés Cascinai, Fernando Centrángolo, Fidel Martínez, Pobreartista, Julia D.Velázquez, Nuria Palencia, Cisco Bellabestia, Charly Aquilué, Pablo Gallo, Virginia Jiménez Calvente, Velpister, María Luisa Porto, Toño Benavides, Rodrigo Córdoba.
Póster despleglable por Julia D.Velázquez
Incluye Poemash Especial El Ángel
Diseño & maquetación by H.Valdez
domingo, 21 de abril de 2013
AQUELLOS LOCOS CUERDOS por Felipe J.Piñeiro.
cuna del espanto
que dominó mundos
que domina necios.
Asfixiados esos locos cuerdos
cuidados y sometidos,
vendidos en el orgullo
de otras manos.
Burlados y sin esperanzas
en impetuosos golpes
del fiero celador,
aquel que no sufre.
Obligados entre reos
entre inciertos testigos,
al acecho se asoma
este andarín de la noche.
Lanzando desprecios
que no asustan
en su vulgar saliva
ante la posible y ansiada muerte.
Felipe J. Piñeiro García, del poemario Antología de los años.
sábado, 20 de abril de 2013
GIRA 'PONTE LA PELUCA': 2 presentaciones +2 reseñas
DOS PRESENTACIONES
ARRASATE/MONDRAGÓN:
DOMINGO 21 DE ABRIL 18: 30 EN EL GAZTETXE.
Con Josu Arteaga & Oscar Beorlegui
PAMPLONA
LUNES 22 DE ABRIL EN LA PEÑA ANAITASUNA A LAS 19:47
Con Carlos Erice
***
DOS RESEÑAS
En FACTOR CRÍTICO, por Miguel Ángel Mala
EN LITERATURAS.COM, por Esteban Gutiérrez
***
LOS DIOSES SECRETOS, por Roque DALTON
Somos los dioses
secretos.
Borrachos de agua de maíz quemado y ojos polvorientos,
somos sin embargo los dioses secretos.
Nadie puede tocarnos dos veces con la misma mano.
Nadie podría descubrir nuestra huella
en dos renacimientos o en dos muertes próximas.
Nadie podría decir cuál es el humo de copal que ha sido nuestro.
Por eso somos los dioses secretos.
El tiempo tiene pelos de azafrán, cara de anís, ritmo
de semilla colmada. Y sólo para reírnos lo habitamos.
Por eso somos los dioses secretos.
Todopoderosos en la morada de los todopoderosos,
dueños de la travesura mortal
y de un pedazo de la noche.
¿Quién nos midió que no enmudeciera para siempre?
¿Quién pronunció en pregunta por nosotros sin extraviar la luz de la pupila?
Nosotros señalamos el lugar de las tumbas,
proponemos el crimen, mantenemos el horizonte en su lugar,
desechando sus ímpetus mensuales.
Somos los dioses secretos,
los de la holganza furiosa.
Y sólo los círculos de cal nos detienen.
Y la burla.
jueves, 18 de abril de 2013
ISLA NEGRA... Y VOLVER, VOLVER... por MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
No vuelvas, ve, vete, a otra parte, cambia de ruta, aunque sigas en la misma… Hace diez años por estas fechas andaba por Valparaíso y un día fui en autobus a Isla Negra. Era un día de borrasca, con el mar bravo, agua y mucho viento. “Tengo que ir”, me había dicho desde que me regalaron por Navidad (¿1970?), Una casa en la arena, el libro de Neruda con fotografías de Sergio Larrain, un fotógrafo que me entusiasma. Un sueño cumplido. No puedo decir que no sintiera ninguna emoción: por Neruda y sus poemas, por sus cosas, por el amor maniático a estas en el que me reconocía entonces y luego solo a ratos. Regresé en otra ocasión y las dos veces sentí lo que siente el peregrino literario: valía la pena el viaje, pero el santuario, entre el negocio malencarado y la barraca de feria, decepcionaba. Te tienen que gustar mucho Neruda y los cachivaches (los suyos y los tuyos) para dejarte llevar por el arrobo místico. Y las cosas, las cosas, su peso, se va a adelgazando con el tiempo y no hay culto que las pueda mantener vivas. Antes de tomar el bus de regreso, estuve mucho tiempo, lo tenía, en la playa, sentado en una roca, mirando el mar y pensando en lo que piensa todo el mundo. Entre los poemas de Neruda y las fotografías de Larrain, y aquel mar enbravecido y sus cantos rodados en concierto de truenos habían pasado treinta años, más de treinta años. Un chaparrón me hizo regresar a los alrededores de la casa y buscar refugio en un chiringuito. Me arrepiento de no haber comprado un barco metido en una botella para añadir a mi colección, pero me dio flojera. Y por lo que respecta a los mascarones. Mascarones de proa de Neruda, de Céline y de Baroja… Una vez estuve a punto de comprar un mascarón de proa en Las Pulgas de Paris y me arrepentí a tiempo. No sé si volveré a vivir la encrucijada de Isla Negra. Ahora mismo la estoy viviendo en el papel, que no otra cosa es escribir de lo vivido.
Extraído del blog del autor Vivir de buena gana
miércoles, 17 de abril de 2013
JOSETXO EZPONDA IN MEMORIAN
EXTRAÍDO DE LA FONOTECA
Los Bichos
It's only rock and roll, but I like it!
Biografía de Los Bichos
por Fernando Fernández Rego
Hay grupos que llevan el rock en sus venas, que tomaron el rock como una forma de vida con todas sus consecuencias. Los Bichos fueron uno de ellos, una banda de culto, respetados por prensa y público, que puso el color, la innovación y la transgresión en una escena underground que veía cómo bandas como Cancer Moon o La Secta empujaban con fuerza conjugando calidad, personalidad e imaginación. Jason Lutes en su novela gráfica “Juego de Manos” (La Cúpula, 2005) decía que “la magia no existe, sólo son juegos de manos”. A veces también son juegos de voces, la conjunción perfecta que produce la química necesaria para crear algo grande.
Tras telonear a finales de ese mismo año a Paul Collins en la discoteca Gares de Puente de la Reina, en Navarra, en el 89 participan en el primer concurso Villa de Bilbao, donde ganan el primer premio al grupo más innovador, y la formación sufre cambio de batería, entrando Rubén Ruiz procedente de Tijuana in Blue. Oihuka les da la oportunidad de lanzar su primer single, el potente “Anita Latigazo” (Oihuka, 1989), y su primer largo, “Color Hits” (Oihuka, 1989), recogiendo muy buenas críticas entre la prensa especializada debido a la calidad de sus composiciones. Cortes como “Verano muerto” o “Shadow girl” ponen de manifiesto su frescura y capacidad de sorprender, coloreando el ruido para fabricar hits sucios y mostrando una pasión por el rock nunca vista por estas tierras. El disco vende cinco mil copias sin apenas promoción, lo que les anima a seguir hacia delante con ilusiones renovadas.
En el 90 participan en el recopilatorio "The Worst Around" (Romilar-D, 1990) con Cancer Moon, La Perrera y La Secta, en el que incluyen "Backward kisses" y "The pussy fighter". Josetxo se encarga además del diseño de la portada, un diseño muy personal con aires psicodélicos y diabólicos. También participan en el EP que el fanzine Beatnick Fly entregó con su número 0, "Beatnick Fly" (Munster / Bar Muga, 1991), con la demo "I'm inside her". Este mismo año Rubén abandona la banda y lo sustituye Jesús Suinaga de Cancer Moon a la batería.
Su segundo trabajo supera todas las expectativas puestas en ellos, se enfrentaban al siempre difícil segundo disco, ese que a tantos deja en el camino, pero con el exceso y la sorpresa por bandera nos entregan su mejor trabajo, el doble “Bitter Pink” (Oihuka, 1991), veintisiete canciones (con homenajes a Serge Gainsbourg, Alex Chilton y Phil Spector) intensas y ruidistas a partes iguales. El disco sería incluido por la Rockdelux en su lista de los 100 mejores discos españoles del siglo XX en el puesto 76.
Tras alcanzar la cima con “Bitter Pink”, las tensiones dentro del grupo son cada vez más grandes y las expectativas comerciales no acaban de alcanzarse, lo que lleva al grupo a la separación, quedando este período 1988-1991 como una deflagración que tras el estruendo inicial y el fulgor posterior, dejó un marcado rastro de pólvora que aún hoy en día es recorrido con devoción por los amantes del rock de calidad con airesunderground y outsider. Antes nos entregaría como epitafio un mini-LP firmado como Josetxo pero grabado con toda la banda detrás, “My Deaf Pink Love” (Munster, 1991), recogiendo cortes propios y sus habituales versiones o tributos personales, en esta ocasión el “Sand” de Lee Hazlewood, el “I remember” de Suicide, el “Solid gold hell” de Scientists y el “Sittin' on top of the world” de Howlin' Wolf.
En el 95 Josetxo vuelve a la carga con “The Glitter Cobweb” (Triquinoise, 1995), esta vez como El Bicho, un disco que nos hace mirar con recelo hacia atrás y nos depara algún que otro buen momento, como la recomendable “Green candy”. Tras él, un silencio que no se ha vuelto a romper y una espera que se hace ya demasiado larga.
Munster cumple uno de sus sueños en el 2006 con el lanzamiento de “Los Bichos 1991 - 1988” (Munster, 2006), libro-CD que repasa la trayectoria del grupo a través de 36 cortes seleccionados por el propio Josetxo, quien escribe la historia de la banda en diez capítulos salpicados de dibujos y fotos inéditas. En cuanto a su título, Ezponda en una entrevista en el Diario de Navarra comenta que lo tituló así "por jugar con el tiempo. Yo lo recuerdo de esa manera, primero lo más cercano, es ley de vida. Tampoco es una idea original, no soy el único que lo ha hecho. Los Bichos se acabaron enero de 1992 con una actuación en Terrasa, lo posterior sólo fueron coletazos".
En definitiva, Los Bichos fueron como un pequeño oasis dentro de nuestra escena, un grupo único, comprometido y original, que trajo el color y la perversidad a nuestras vidas.
lunes, 15 de abril de 2013
VICENTE & PATXI
Me gusta esta foto. Somos Vicente Muñoz y yo, creo que en la fiesta por la segunda edición de la antología bukowskiana que publicamos juntos, Resaca / Hank over. Se nos ve satisfechos, hermanados, quizás un poco exhaustos, pero enormemente felices. Vicente y yo nos conocemos desde hace miles de años, hemos intercambiado cartas primero, libros, fanzines, proyectos, después emails, compartimos este blog... Nos hemos visto algunas veces, no demasiadas, no al menos todas las que nos gustaría, pero siempre hemos sabido el uno del otro. Hemos hecho casi todo el camino juntos y seguimos en él. Aunque a veces nos perdamos de vista, siempre sabemos que el otro continúa adelante. El camino suele transcurrir soterrado, subterráneo, a veces por elección propia pero otras, muchas, quizás demasiadas también porque no nos han dejado sacar la cabeza, salir a respirar,a gritar que el aire nos pertenece a todos. Este fin de semana, sin embargo, Vicente y yo y nuestros libros, hemos aparecidos juntos, reseñados en XL Semanal, un mass media, uno de esos lugares en los que no hay sitio para nosotros, una de las fiestas a las que nunca nos invitan. Todo, probablemente, quedará ahí, y nosotros tengamos que seguir caminando por los márgenes, sin desfallecer y de frente. Pero verme ahí, junto a él, me ha gustado también, me ha recordado esa foto, me ha parecido también que tenía algo de esa hermandad y de esa satisfacción por el trabajo realizado, y ha reafirmado la admiración y la amistad tan profundas que siento por Vicente, a quién tanto debo y de quien tanto he aprendido (el tesón, la lucha, la curiosidad, la inquietud...), a quien tanto deben tantos, que se merece mucho más, aunque sea difícil tener más que lo que él tiene. Un abrazo fuerte, mi amigo, seguimos juntos on the road
Patxi Irurzun
jueves, 11 de abril de 2013
martes, 9 de abril de 2013
lunes, 8 de abril de 2013
CANCIONES DE LA GRAN DERIVA: Ebook.
Trece años después de su primera edición Editorial Origami reedita una versión ampliada del poemario publicado por el Ateneo Obrero de Gijón en su colección Zigurat.
Canciones de la gran deriva, es un poemario que no dudaría en calificar de visionario ya que los temas de que trata –la crisis que nos asola sin ir más lejos- siguen vigentes a fecha de hoy, en el momento de escribir estas líneas, quizá incluso más vigentes que cuando fueron escritos, cualidad que solo poseen los grandes libros, y el hecho, incuestionable, inapelable, de que estos poemas hayan superado la prueba del tiempo dice más, mucho más en su favor y a favor de su autor de lo que yo mismo soy capaz de expresar (David González).
A la venta en Ebook
A la venta en papel
domingo, 7 de abril de 2013
sábado, 6 de abril de 2013
YA FALTA MENOS PARA AYER. Eduardo Iriarte
'Ya falta menos para ayer' es un ejercicio de memoria, una novela generacional en clave de misterio, un homenaje a la convulsa época de mediados de los ochenta y a la ciudad Pamplona.
EL AUTOR: Eduardo Iriarte (1968) Editor y traductor de profesión (ha traducido novelas y ensayos de autores comoTom Wolfe, Gore Vidal, Kiran Desai, Jon McGregor, Patricia Cornwell, Nancy Huston, Elmore Leonard y Somerset Maugham, entre muchos otros.Asimismo, ha publicado ediciones a su cargo de los poetas W.H. Auden, Louis McNeice, Stephen Spender, Jack Kerouac o Charles Bukowski, con cuya versión en castellano de Lo más importante es saber atravesar el fuego estuvo entre los finalistas al Premio Nacional de Traducción en 2004). Por lo que respecta a publicaciones, su primera novela, 'Simulacros de vida', vio la luz en 2002. Posteriormente ganó el XXIX Premio de Novela Gabriel Sijé con 'Sombras lentas que caen', que se publicó en 2005, y dos años después se alzó con el Premio de Novela Francisco Umbral con su obra 'Más allá de la fragua'.Tras ser galardonado con el III Premio Logroño por 'Las huellas erradas', compagina las tareas de edición y traducción con la escritura de su siguiente novela.
BLOG DEL LIBRO: http://yafaltamenosparaayer.blogspot.com.es/
viernes, 5 de abril de 2013
GIRA 'PONTE LA PELUCA YA'
PRÓXIMAS PRESENTACIONES
-DONOSTIA: sábado día 13, a las 12:00 , en Guardetxe.
-ARRASATE: Domingo, 21 de abril. Gaztetxe. (Con Oscar Beorlegui & Josu Arteaga)
-PAMPLONA: Lunes 22 de abril, a las 19: 47, en peña Anaitasuna (con Carlos Erice)
DOSSIER PRENSA
Todos somos sospechosos. Radio 3: ES-PEC-TA-CU-LAR. Un libro que os suplicamos que leáis: la tristeza de las tiendas de Pelucas de Patxi Irurzun, un libro de relatos del mejor cuentista español
Diario de Navarra: "No tengo miedo a escribir con el cuchillo en la boca"
Diario de Noticias:"Del cuento deberíamos vivir quienes los escribimos, no la familia real..."
GARA: "Escribir me tranquiliza, de lo contrario saldría con una recortada a la calle"
CONSEGUIR EL LIBRO:
http://www.pamiela.com/es/besteak?page=shop.product_details&flypage=flypage.tpl&product_id=773&category_id=77
http://www.pamiela.com/es/besteak?page=shop.product_details&flypage=flypage.tpl&product_id=773&category_id=77
1 poema de 'Cómo desaparecer completamente'. DANIEL LOZA
Cuando llega del trabajo
tira las llaves sobre
la mesa, me abraza y me dice que esta cansada.
Después nos quedamos
varias horas
Recostados sobre la cama
mirando el techo y
los dos pensamos lo mismo:
Coger y morir se
parecen bastante,
algo se
termina.
jueves, 4 de abril de 2013
ANIMALES PERDIDOS en EL MAR DE TINTA
Este poemario es un estallido de realidad, honestidad y vida. Concentrado en poco más de 100 páginas y dividido en tres estupendos apartados (Infierno, Purgatorio y Cielo) recoge las fases que atraviesa el poeta tras una ruptura sentimental. Poesía realista, de corte autobiográfico y de inmensa calidad, made in Spain.
Vicente Muñoz Álvarez, poeta de origen leonés, también ha escrito otros libros como “Canciones de la gran deriva” (ed. Origami), “Cult movies” (ed. Eutelequia), “Parnaso en llamas” (ed. Baile del Sol) o “Mi vida en la penumbra” (ed. Literatúrame). Además, dirige la estupenda publicación underground “Vinalia Trippers”, dedicándose a la literatura con oficio y buen hacer desde hace muchos años.
Infierno y purgatorio
Abre el poemario un prólogo a cargo del escritor José Ángel Barrueco. Es un texto que sirve para describir a la perfección el contenido del libro, aportando interesantísimos paralelismos y posibles influencias literarias que encontraremos a lo largo de la lectura. Por ejemplo, la angustia bernhardiana presente en los poemas de “Infierno”, la influencia beatnik en los viajes por carretera del poeta mientras trata de ganarse la vida como comerciante, las jugarretas del subconsciente tan presentes en la obra de autores como William S. Burroughs o Céline, etc. Es un análisis estupendo que concluye afirmando que las grandes derrotas suelen dar como fruto grandes triunfos, como es el caso.
Como apunta Barrueco en el prólogo, “Animales perdidos” tiene similitudes con una novela, debido a la línea argumental que siguen los poemas y por el carácter narrativo de éstos. Precisamente este poemario entronca con la corriente poética realista y de corte autobiográfico en la que también se encuadran otros escritores como el mismo José Ángel Barrueco, el poeta David González, Gsús Bonilla, Mark Strand, Charles Bukowski, etc., todos ellos magníficos escritores que hacen de la poesía algo muy diferente a lo que suelen inculcar en las escuelas (rimas consonantes sobre el canto de los pájaros y el amor cortés).
Los poemas de esta primera parte, “Infierno”, son desgarradores y dolorosamente reales: el hecho de estar escritos de una forma tan honesta (dotando de esa forma al poemario de gran valor artístico) provoca en el lector una mezcla de desasosiego debido a la empatía que se puede alcanzar recordando sin querer antiguos desengaños amorosos; por otro lado, estimula una suerte de alegría irracional el hecho de leer, descritos de una forma tan precisa y tan dolorosamente real, situaciones que a nadie pueden resultar ajenas.
La travesía de Vicente Muñoz
Los poemas de “Infierno” se presentan titulados y a menudo incluyen dedicatorias a otros músicos y escritores influyentes en la obra del poeta, y que definen sus gustos literarios (magistrales): entre ellos, los ya citados David González, José Ángel Barrueco, Burroughs y Céline, pero también Raúl Núñez, Philip K. Dick, etc.
Sin embargo, los poemas de “Purgatorio” se caracterizan por la ausencia de títulos y dedicatorias; son poemas de apariencia frágil y desprotegida, en los que el autor se muestra indefenso y agotado tras su travesía por la crudeza de los días que siguieron a su desgracia personal: son poemas de soledad y abandono, que versan sobre la dificultad de mantener la fe en la venida de tiempos mejores y sobre el desapego a todo lo que le rodea por culpa de su propio estado de ánimo.
Es una travesía necesaria para alcanzar días más luminosos, que da lugar a interesantes reflexiones sobre el conocimiento personal y la observación detenida del entorno. Esta segunda parte contiene infinitos destellos de genialidad atrapados en breves versos de apariencia gris.
Al final, siempre el infierno
Los poemas del último apartado son los de la calma, la plenitud personal y la felicidad. Comparten realismo y sinceridad con el resto de poemas del libro, pero carecen de la fuerza que el desagarro aporta a los textos de las dos primeras partes. Y es que es a través del dolor y de la desazón como siempre se han logrado mejores resultado en el arte.
En conclusión, Vicente Muñoz ha creado algo hermoso y muy bien construido a partir de sus propias cenizas y de cosas que ya estaban rotas. Además, con eso ha hecho un honesto homenaje a la “Divina Comedia” de Dante Alighieri, utilizando los mismos epígrafes en la división de la estructura del poemario.
Pueden convertirse en Virgilio por un día y acompañar a Vicente en su travesía, suponemos que tocado con capucha roja. Disfruten del trayecto e interioricen para siempre lo aprendido.
Mar López, en El Mar de Tinta.
CASTA INVENCIBLE, de KEN KESEY según KIKO AMAT
Extraído de Bendito Atraso
KEN KESEY. Casta invencible (El Aleph Editores)
Parece un ladrillo, y en cierto modo lo es. Un arma arrojadiza. Casta invencible es el segundo libro de Ken Kesey, autor de Alguien voló sobre el nido del cuco, reputado freak 60’s, icono contracultural, ilustre pirado, pionero del LSD, capitoste de los Merry Pranksters y héroe personal de Bendito Atraso. Kesey escribió este particular sujetapuertas de 785 páginas en 1964, lo llamó Sometimes a Great Notion, e inmediatamente después de poner el punto final decidió que la novela como formato narrativo estaba obsoleta, y que pa’qué voy a releer ahora todo este berenjenal.Casta invencible, así, merece ser leído con generosidad y también con generosas dosis de contexto. Cómo decirles: es un libro no corregido; publicado a pelo y con un par. Nadie se atrevió a toserle a Kesey lo de las casi ochocientas paginotas (¡eh, vuelve aquí, puto demente!) y si lo hicieron, él ya no estaba por la labor. Se había encaramado a Furthur (autobús de los Pranksters, con Neal Cassady al volante) vestido de Capitán Marvel, subido de STP, y ya quemaba llantas en dirección a Nueva York, donde iba a presentarse la novelaza. Yo me lo he tomado siempre como un libro póstumo, a Casta invencible, como si algún piernas se hubiese encontrado el fajo de folios en un desván y el editor hubiese decidido que la ocasión la pintaban calva. Ken Kesey, el novelista, en cualquier caso, ya había muerto (figurativamente hablando) y entrado en otro plano de trascendencia: la piradez iluminada (él lo llamaba “entropía”), que desde luego debió reportarle muchas más alegrías que las que le había dado encerrarse en un cubículo durante meses para escupir páginas manuscritas. Kesey se montó un Tolstoy, lió un Bill Withers, nos hizo un Alison Statton y nos enseñó un dedo corazón erecto. Se largó, importándole dos pedos lo que pensáramos de él y de sus obligaciones como novelista insustituible del siglo XX, se largó para bailar danzas arapahoes y beber con Ángeles del Infierno y pintarse la cara una y otra vez, y nos dejó esto en el regazo. Esta cosa. Esta cosa que uno no sabe como masticar.
Les he dicho todo lo anterior para que luego no me lloren. Casta invencible es uno de los libros más difíciles que van a leer en su vida, y su lectura un reto que no debe tomarse a la ligera. Casi todas las decisiones de forma y estilo que toma Kesey desafían las convenciones habituales. Es difícil saber qué hacer con ella. Para empezar, es algo experimental. La voz narrativa cambia de un personaje a otro sin avisar (quiero decir sin avisar en absoluto), como si la primera persona fuese una pulga chiflada que anda brincando de un cerebro a otro. Eso ya hace que el libro deba leerse con cierta atención. En segundo lugar, ya lo habrán sospechado, es largo. Oh, sí. Largo como un día sin pan y sin reloj en medio del desierto, enterrado en arena hasta el cuello. No sé ustedes, pero yo no suelo leer libros de 800 páginas. No son lo mío, y La hermandad de la uvatiene 206, cómo se lo explico; esa es mi extensión predilecta (300 si enloquezco). Para más inri, el libro es también algo errático, y Kesey se recrea (igualito que un tipo que anda por el mundo con un gran ciego de ácido, de hecho) en los detalles más nimios. No está pesado ni medido, Casta invencible: unas conversaciones duran media página, otras veinte. Idealmente, una novela debe estar unificada, debe usar a lo largo de la narración unas similares unidades de medida, y ésta desde luego no pasó por el proceso. Kesey se pasó por las nalgas el proceso, fuese el que fuese. Otra cosa: empieza con una descripción de un paisaje y su tiempecito, que como todo el mundo sabe es la destrempada #1 para un lector. Elmore Leonard lo dijo más clarito que el agua: “Never open a book with weather”. Y por si todo esto les parece poco, también abunda el cortinaje, que es como los escritores no-posmodernos y no-metaliterarios denominamos a la sobreabundancia de cursivas. Palabras inclinadas aquí y allá, que indican las cosas más terribles: referencias a libros ajenos, fragmentos oníricos, pensamientos en voz alta, idiomas ajenos al de la novela (franchute, las más de las veces), todo eso. En el caso de Casta invencible se trata, por fortuna, solo de diálogos interiores, pero no por ello deja de ser algo exasperante. Cortinaje: cuanto menos, mejor. En cualquier caso, Kesey también se limpió el trasero con esta idea.
Bien. Hasta aquí todas las razones para no leer la novela. Pero no es eso para lo que les he citado aquí. Esta vez les insto a saltar grácilmente sobre los defectos de Casta invencible y leerlo igualmente. Hagan el favor de confiar en mí. Las recompensas son numerosas. Casta invencible es un libro sobre la testarudez, el coraje y seguir el camino que uno escoge incluso si se te pone en contra el planeta entero. Es un libro sobre el individualismo, sus bondades y sus peligros. ¿Qué haces cuando las opciones vitales a considerar son Individualismo Brutal o Colectivismo Domesticado? La novela cuenta la historia de una familia de leñadores de Wakonda, Oregon, los Stamper, y cómo deciden ponerse en contra de los sindicatos (y el pueblo entero) ignorando una huelga pactada. Se trata, en efecto, de una familia de esquiroles, y ya pueden situarlos en el contexto de la época que, hagan lo que hagan, continuarán siéndolo. En ese sentido, Casta invencible deambula por una senda en apariencia similar a la de The angry silence, el drama inglés de 1960, las preguntas que se hace son las mismas, y también puede (como en la película) tomarse por los lados equivocados. No lo hagan. Kesey no defiende este individualismo demencial, como tampoco defiende cierto tipo de borreguismo colectivista. Van mal dadas por ambos lados, y la simpatía que generan tipos inolvidables como el patriarca de la familia, Henry Stamper, son del tipo Sopranil: menudo hijo de perra, cómo se puede ser tan cabezota, etc. La empatía es resbaladiza, y Kesey nos quita y da esa identificación con los Stamper a su antojo. Los vas odiando y amando todo el rato, como sucede en la vida real con nuestros amigos y familias. Putos paletos, los Stamper, pero qué pelotas tienen, no hay bicho que les doblegue, y así una y otra vez.
Casta invencible también habla de conflicto. De guerras y batallas y luchas extenuantes, antiguas como el planeta. De barricadas inacabables e ínfimo terreno ganado, como en la Guerra del 14. Habla de familias, y lo que sucede en ellas. Son guerras entre los dos hermanos, Hank y Lee, uno el rudo y retaco leñador, el otro el estudiante que regresa al redil familiar para ayudar con la faena; dos visiones del mundo enfrentadas, un diálogo manchado y empañado por años y años de afrentas, rencillas, desdenes y dolores, una conversación imposible en donde el menor desliz abre todas las viejas heridas. También es la guerra de una familia contra El Resto del Mundo: fuck the world. Y otra guerra: el hombre contra la tierra. La naturaleza en Casta invencible no es del tipo En azúcar de sandía, no es la madre tierra benigna y floreada de los sueños hippies, los campos de fresa forever. Esta es la naturaleza de ríos desbordados que se llevan pueblos por delante, es la de los tifones y los huracanes y tsunamis y relámpagos, la que mata personas y arrasa ciudades. Es la naturaleza en rebelión contra las agresiones del hombre; la palmada refleja contra el parásito que está a punto de hincar el aguijón. En eso Kesey, como los Stamper de la novela, fue también incapaz de doblegarse a las expectativas de su público y tiempo. Charles Bowden lo dice bonito en el prólogo: “Kesey era el héroe de la generación tye-dye, y sin embargo sacó un libro gigantesco que hablaba de camisas de franela, sudor, trabajo brutal en los bosques, un libro casi prehistórico en sus rabias y amores y creencias”. Solo por eso ya hay que amar a Kesey. Es una jugada Rowlandiana en todo su esplendor, un zurullo en la cara de las expectativas generadas: tomad, blandengues de la contracultura, freakies pasmados, aquí tenéis un libro atávico y cerril sobre rompehuelgas acabronados e ignorantes luchando contra la comunidad y los árboles. ¿Os gusta? ¿No? Bueno, pues iros a la mierda. Cassady, pon en marcha el autobús, leches. Ken Kesey dijo una vez: “La faena del escritor es no besar culos, no importa lo grandes y sagrados y blancos y tentadores y poderosos que sean”. Kesey no besó un solo culo, y esa es otra razón para amarle, y para amar Casta invencible, su particular coloso en llamas, su Titanic, su golem patoso.
Casta invencible está increíblemente bien escrito, a pesar de los obstáculos antes nombrados, y las frases memorables que les asaltarán (mi copia original en Penguin Classics está hecha un asco, destripada por furibundas cicatrices de subrayado y llena de post-its amarillentos), y los personajes increíbles que amarán-odiarán, compensan por el arduo camino a través de las zarzas. Es un libro lleno de sabiduría y profundidad, que habla como pocos de la condición humana, de las cosas que hacemos, de las batallas que perdemos y las victorias inútiles que nos llevamos al buche. En él hay muerte, dolor, violencia, deseo, esfuerzo y una testarudez sobrehumana. Y leerlo, ya les conté, es una lucha. Una de las buenas, un combate apasionante. En cierto modo encaja que una novela sobre combates extenuantes y sobre la cabezonería de unos cuantos hombres asilvestrados requiera para su lectura una cantidad equivalente de empuje y sufrimiento lector. Casta invencible va, primordialmente, de “¡Jamás cedas un centímetro!” (el lema de los Stamper) y va de luchar por algo. Si ustedes ceden una sola página, si ustedes dejan de luchar, nunca lograran coronar su cima. Esto no es un libro, es una prueba hercúlea, y no todos pueden pasarla. Veamos quién es el jabato que lo termina. Y lo termina bien.
Parece un ladrillo, y en cierto modo lo es. Un arma arrojadiza. Casta invencible es el segundo libro de Ken Kesey, autor de Alguien voló sobre el nido del cuco, reputado freak 60’s, icono contracultural, ilustre pirado, pionero del LSD, capitoste de los Merry Pranksters y héroe personal de Bendito Atraso. Kesey escribió este particular sujetapuertas de 785 páginas en 1964, lo llamó Sometimes a Great Notion, e inmediatamente después de poner el punto final decidió que la novela como formato narrativo estaba obsoleta, y que pa’qué voy a releer ahora todo este berenjenal.Casta invencible, así, merece ser leído con generosidad y también con generosas dosis de contexto. Cómo decirles: es un libro no corregido; publicado a pelo y con un par. Nadie se atrevió a toserle a Kesey lo de las casi ochocientas paginotas (¡eh, vuelve aquí, puto demente!) y si lo hicieron, él ya no estaba por la labor. Se había encaramado a Furthur (autobús de los Pranksters, con Neal Cassady al volante) vestido de Capitán Marvel, subido de STP, y ya quemaba llantas en dirección a Nueva York, donde iba a presentarse la novelaza. Yo me lo he tomado siempre como un libro póstumo, a Casta invencible, como si algún piernas se hubiese encontrado el fajo de folios en un desván y el editor hubiese decidido que la ocasión la pintaban calva. Ken Kesey, el novelista, en cualquier caso, ya había muerto (figurativamente hablando) y entrado en otro plano de trascendencia: la piradez iluminada (él lo llamaba “entropía”), que desde luego debió reportarle muchas más alegrías que las que le había dado encerrarse en un cubículo durante meses para escupir páginas manuscritas. Kesey se montó un Tolstoy, lió un Bill Withers, nos hizo un Alison Statton y nos enseñó un dedo corazón erecto. Se largó, importándole dos pedos lo que pensáramos de él y de sus obligaciones como novelista insustituible del siglo XX, se largó para bailar danzas arapahoes y beber con Ángeles del Infierno y pintarse la cara una y otra vez, y nos dejó esto en el regazo. Esta cosa. Esta cosa que uno no sabe como masticar.
Les he dicho todo lo anterior para que luego no me lloren. Casta invencible es uno de los libros más difíciles que van a leer en su vida, y su lectura un reto que no debe tomarse a la ligera. Casi todas las decisiones de forma y estilo que toma Kesey desafían las convenciones habituales. Es difícil saber qué hacer con ella. Para empezar, es algo experimental. La voz narrativa cambia de un personaje a otro sin avisar (quiero decir sin avisar en absoluto), como si la primera persona fuese una pulga chiflada que anda brincando de un cerebro a otro. Eso ya hace que el libro deba leerse con cierta atención. En segundo lugar, ya lo habrán sospechado, es largo. Oh, sí. Largo como un día sin pan y sin reloj en medio del desierto, enterrado en arena hasta el cuello. No sé ustedes, pero yo no suelo leer libros de 800 páginas. No son lo mío, y La hermandad de la uvatiene 206, cómo se lo explico; esa es mi extensión predilecta (300 si enloquezco). Para más inri, el libro es también algo errático, y Kesey se recrea (igualito que un tipo que anda por el mundo con un gran ciego de ácido, de hecho) en los detalles más nimios. No está pesado ni medido, Casta invencible: unas conversaciones duran media página, otras veinte. Idealmente, una novela debe estar unificada, debe usar a lo largo de la narración unas similares unidades de medida, y ésta desde luego no pasó por el proceso. Kesey se pasó por las nalgas el proceso, fuese el que fuese. Otra cosa: empieza con una descripción de un paisaje y su tiempecito, que como todo el mundo sabe es la destrempada #1 para un lector. Elmore Leonard lo dijo más clarito que el agua: “Never open a book with weather”. Y por si todo esto les parece poco, también abunda el cortinaje, que es como los escritores no-posmodernos y no-metaliterarios denominamos a la sobreabundancia de cursivas. Palabras inclinadas aquí y allá, que indican las cosas más terribles: referencias a libros ajenos, fragmentos oníricos, pensamientos en voz alta, idiomas ajenos al de la novela (franchute, las más de las veces), todo eso. En el caso de Casta invencible se trata, por fortuna, solo de diálogos interiores, pero no por ello deja de ser algo exasperante. Cortinaje: cuanto menos, mejor. En cualquier caso, Kesey también se limpió el trasero con esta idea.
Bien. Hasta aquí todas las razones para no leer la novela. Pero no es eso para lo que les he citado aquí. Esta vez les insto a saltar grácilmente sobre los defectos de Casta invencible y leerlo igualmente. Hagan el favor de confiar en mí. Las recompensas son numerosas. Casta invencible es un libro sobre la testarudez, el coraje y seguir el camino que uno escoge incluso si se te pone en contra el planeta entero. Es un libro sobre el individualismo, sus bondades y sus peligros. ¿Qué haces cuando las opciones vitales a considerar son Individualismo Brutal o Colectivismo Domesticado? La novela cuenta la historia de una familia de leñadores de Wakonda, Oregon, los Stamper, y cómo deciden ponerse en contra de los sindicatos (y el pueblo entero) ignorando una huelga pactada. Se trata, en efecto, de una familia de esquiroles, y ya pueden situarlos en el contexto de la época que, hagan lo que hagan, continuarán siéndolo. En ese sentido, Casta invencible deambula por una senda en apariencia similar a la de The angry silence, el drama inglés de 1960, las preguntas que se hace son las mismas, y también puede (como en la película) tomarse por los lados equivocados. No lo hagan. Kesey no defiende este individualismo demencial, como tampoco defiende cierto tipo de borreguismo colectivista. Van mal dadas por ambos lados, y la simpatía que generan tipos inolvidables como el patriarca de la familia, Henry Stamper, son del tipo Sopranil: menudo hijo de perra, cómo se puede ser tan cabezota, etc. La empatía es resbaladiza, y Kesey nos quita y da esa identificación con los Stamper a su antojo. Los vas odiando y amando todo el rato, como sucede en la vida real con nuestros amigos y familias. Putos paletos, los Stamper, pero qué pelotas tienen, no hay bicho que les doblegue, y así una y otra vez.
Casta invencible también habla de conflicto. De guerras y batallas y luchas extenuantes, antiguas como el planeta. De barricadas inacabables e ínfimo terreno ganado, como en la Guerra del 14. Habla de familias, y lo que sucede en ellas. Son guerras entre los dos hermanos, Hank y Lee, uno el rudo y retaco leñador, el otro el estudiante que regresa al redil familiar para ayudar con la faena; dos visiones del mundo enfrentadas, un diálogo manchado y empañado por años y años de afrentas, rencillas, desdenes y dolores, una conversación imposible en donde el menor desliz abre todas las viejas heridas. También es la guerra de una familia contra El Resto del Mundo: fuck the world. Y otra guerra: el hombre contra la tierra. La naturaleza en Casta invencible no es del tipo En azúcar de sandía, no es la madre tierra benigna y floreada de los sueños hippies, los campos de fresa forever. Esta es la naturaleza de ríos desbordados que se llevan pueblos por delante, es la de los tifones y los huracanes y tsunamis y relámpagos, la que mata personas y arrasa ciudades. Es la naturaleza en rebelión contra las agresiones del hombre; la palmada refleja contra el parásito que está a punto de hincar el aguijón. En eso Kesey, como los Stamper de la novela, fue también incapaz de doblegarse a las expectativas de su público y tiempo. Charles Bowden lo dice bonito en el prólogo: “Kesey era el héroe de la generación tye-dye, y sin embargo sacó un libro gigantesco que hablaba de camisas de franela, sudor, trabajo brutal en los bosques, un libro casi prehistórico en sus rabias y amores y creencias”. Solo por eso ya hay que amar a Kesey. Es una jugada Rowlandiana en todo su esplendor, un zurullo en la cara de las expectativas generadas: tomad, blandengues de la contracultura, freakies pasmados, aquí tenéis un libro atávico y cerril sobre rompehuelgas acabronados e ignorantes luchando contra la comunidad y los árboles. ¿Os gusta? ¿No? Bueno, pues iros a la mierda. Cassady, pon en marcha el autobús, leches. Ken Kesey dijo una vez: “La faena del escritor es no besar culos, no importa lo grandes y sagrados y blancos y tentadores y poderosos que sean”. Kesey no besó un solo culo, y esa es otra razón para amarle, y para amar Casta invencible, su particular coloso en llamas, su Titanic, su golem patoso.
Casta invencible está increíblemente bien escrito, a pesar de los obstáculos antes nombrados, y las frases memorables que les asaltarán (mi copia original en Penguin Classics está hecha un asco, destripada por furibundas cicatrices de subrayado y llena de post-its amarillentos), y los personajes increíbles que amarán-odiarán, compensan por el arduo camino a través de las zarzas. Es un libro lleno de sabiduría y profundidad, que habla como pocos de la condición humana, de las cosas que hacemos, de las batallas que perdemos y las victorias inútiles que nos llevamos al buche. En él hay muerte, dolor, violencia, deseo, esfuerzo y una testarudez sobrehumana. Y leerlo, ya les conté, es una lucha. Una de las buenas, un combate apasionante. En cierto modo encaja que una novela sobre combates extenuantes y sobre la cabezonería de unos cuantos hombres asilvestrados requiera para su lectura una cantidad equivalente de empuje y sufrimiento lector. Casta invencible va, primordialmente, de “¡Jamás cedas un centímetro!” (el lema de los Stamper) y va de luchar por algo. Si ustedes ceden una sola página, si ustedes dejan de luchar, nunca lograran coronar su cima. Esto no es un libro, es una prueba hercúlea, y no todos pueden pasarla. Veamos quién es el jabato que lo termina. Y lo termina bien.
Kiko Amat
martes, 2 de abril de 2013
JESS FRANCO: La otra cara del cine español.
Se va el director que partió de las entrañas del cine comercial para crear una filmografía de más de 200 títulos que disolvió las fronteras del bien y del mal
Este martes, con 82 años, ha fallecido Jesús Franco, víctima, al parecer, de una enfermedad cardiovascular y, más probablemente, de la tristeza en que lo había sumido la muerte de su esposa, musa y compañera eterna, Lina Romay, en febrero del año pasado. Con él se va la figura más singular y rica de la historia del cine español
Ya se ha dicho más de una vez, pero me resulta imposible no repetirlo ahora:si Jesús Franco no hubiera existido, habríamos tenido que inventarle. La historia del cine español -además de la historia del cine en general-, sería un lugar muchísimo más aburrido, sórdido y gris sin la figura de este hombre que ha muerto prácticamente, como había profetizado y quería, con la cámara al hombro, aunque ahora fuera una cámara digital, como la que empuñan tantos jóvenes realizadores que han aprendido -y deberían aprender todavía más- de su valentía, perseverancia y descaro.
Con su figura, desaparece, sin duda alguna, el único genuino director de culto psicotrónico, psicotrópico e internacional que hemos tenidoy, probablemente, tendremos nunca. Ojo, no pretendo establecer odiosas comparaciones con otros veteranos, la mayoría también desaparecidos ya en combate con la vida, del cine de género español. Pero es que Jess Franco, como tantas veces firmó sus incontables obras y le gustaba ser llamado, era harina de otro costal.
Jesús Franco era un genuino miembro de esa generación más o menos perdida, más o menos reencontrada, a causa del "otro" Franco, de los años 60 y 70. Un autoexiliado cerebro de la intelligentsia, próximo a la izquierda exquisita, pero que cambió lo de exquisito por lo de psicotrónico, mucho antes de que nadie supiera lo que era. Jess Franco aunaba el amor genuino por la cultura popular -el bolsilibro, los tebeos, el cine de terror y misterio, el erotismo, la serie negra...-, con su deconstrucción cómplice y autoral, servida en un impensable formato de imparable producción y, sobre todo, coproducción comercial a destajo -lo que los anglosajones llamanexploitation-, donde la cantidad se convirtió en parámetro de calidad, la caradura en talento y el genio en indisimulado ejercicio de supervivencia.
Jesús Franco estaba mucho más cerca de criaturas extrañas y salvajes como Ed Wood Jr., Russ Meyer, Jean Rollin o Roger Corman -salvando todas las distancias posibles e imposibles- que de Klimovsky, Aured, Naschy, y los demás esforzados artesanos del fantaterror y el cine de género español. Eraun exquisito que en lugar de quedarse en escasito, como dice un buen amigo acerca de la nouvelle cuisine, optó por el estajanovismo, por la producción en masa y en serie, uniendo forma y fondo en un concepto único, intransferible e inclasificable. En aproximadamente doscientas películas, realizadas desde finales de los años 50 hasta el año pasado mismo, Jesús Franco rompió las barreras del bien y del mal, del buen y el mal gusto, para erigirse como una figura duchampiana, haciendo de su propia persona y nombre un arte en sí mismo, capaz de nublar el sentido crítico de cualquier cinéfilo, cinéfago o espectador.
Partiendo de las entrañas del cine más comercial -pionero del porno en nuestro país-, Jesús Franco estableció sus propias normas del juego, mostrando que las convenciones cinematográficas -estéticas, morales, críticas- no son más que, precisamente, eso: convenciones. Jugando, pues, un juego mortal de necesidad, que ofendió, ofende y ofenderá a muchos, y que hasta a menudo es incomprendido por sus propios admiradores. ¡Cuántos fans de Jesús Franco lo son o lo han sido... sólo hasta ver alguna de sus películas! ¡Cuántos amantes de su cine lo son porque les hace "gracia" o porque creen que es "malo"! El cine según Jess Franco no conoce límites ni reglas, fronteras ni etiquetas -más allá de ese epíteto importado e inevitable de psicotrónico, que adoptamos perezosamente a falta de otro mejor o propio-, y es, ante todo y sobre todo, anti-cine, en un sentido tan profundo quepuede codearse con los experimentos más arriesgados de Godard, Anger, Resnais, los Kuchar o Robbe-Grillet, a los que, en realidad, se encuentra más próximoque a sus coetáneos del terror ibérico.
Pero no nos pongamos pretenciosos. Las pretensiones son también y fueron siempre víctimas del "franquismo" desquiciado de nuestro director. Era capaz de filmar un porno inyectándole la pretensión del más petardo artista experimental, mientras convertía sus obras con máspretensiones artísticas e industriales en esperpentos descarados. Con él, era imposible saber a qué atenerse. Nunca sabremos si realmente creía que su Drácula era superior al de Coppola, pero era imposible no derrumbarse ante la convicción con que lo afirmaba, pese a que al ver su película una y otra vez, nos pareciera imposible. Tan imposible, que a lo mejor es verdad, y su Drácula es mejor que el de Coppola...
En cualquier caso, Jesús Franco era único e incomprendido (¿incomprensible?) en nuestro panorama nacional, y como tal fue admirado, loado y entendido siempre mucho mejor entre los extranjeros. Franceses, ingleses, italianos, japoneses... Curtidos en el otro lado de la pantalla, en la otra historia secreta del cine, captaron con presteza la importancia seminal -en todo el sentido del término- de Jess Franco y su inabarcable producción. No es raro tampoco que, erotómano, iconoclasta, caótico, desordenado y erudito, huyera del árido desierto hispano para rodar en países como Francia, Alemania e Inglaterra. Si uno mira su cine con atención, a veces parece imposible que, de hecho, Jesús Franco fuera un director español. A pesar de lo cual, a menudo, como en Buñuel, lo español, e incluso lo hispano e ibérico, aparece entreverado en la fibra misma de su obra, ejemplo quizá posmoderno e hipermoderno de la picaresca española elevada al cubo.
Finalmente, Jesús Franco, incapaz de sobrevivir a esa otra extraña criatura que era Lina Romay, su eterna cómplice y compañera, nos ha dejado. Nos ha dejado con películas inolvidables como Gritos en la noche, Miss Muerte, Necronomicón, Vampyros Lesbos, Una virgen en la casa de los muertos vivientes o Los depredadores de la noche... Auténticas joyas del Cinema-Bis, que dicen y dicen bien los franceses. Pero nos ha dejado, sobre todo, con una obra que es, en su conjunto, todo un monumento a la "otredad". Una inconmensurable filmografía donde lo peor y lo mejor se dan la mano, se funden y confunden en orgiástica coyunda, destruyendo con secreta ironía las reglas no escritas del arte cinematográfico. Recuperando la esencia voyeurista, erótica y visceral del propio cine, de hacer y de ver cine. Despojando de palabras a quienes tantas veces tratamos, estúpida e inútilmente, de explicarlo. Si Jesús Franco no hubiera existido, en efecto, habríamos tenido que inventarlo... Pero ahora que Dios, perdón, Jess Franco, ha muerto, ¿qué será de nosotros?
lunes, 1 de abril de 2013
ALVÁREZ CABRERO
BLOG de ALVAREZ CABRERO
+Artículo de Diego Medrano en El Comercio
UN CLÁSICO MUY MODERNO
Icono de la la noche, dibujante rigurosísimo, ilustrador ocasional, cineasta aficionado ya con tres películas y algún premio internacional en su haber, artista total, Carlos Álvarez Cabrero (Oviedo, 1967) huye de los periódicos como de la peste, no entiende por qué hay que hablar del autor y no exclusivamente de la obra, aunque finalmente accede, sonríe, nos recibe, y en plena hechicería nos explica todo lo suyo como el gran mapa del tesoro que es.
Álvarez Cabrero: ojos vivísimos y flequillo, a veces, en mitad del gesto, como pleno hachazo. Genio de la fuga y no de los que quieren careto a todas horas en los medios de comunicación. «Su primera película fue con muñecos de plastilina». «La plastilina es lo que más tiene que ver con los dibujos animados. Al mismo tiempo, es muy maleable, tiene infinitas posibilidades. Tiré de un material similar; de aquel que yo creía más próximo. Igual te tiras un año entero para rodar cinco minutos. Cada movimiento requiere un fotograma explícito. Exige mucho curro».
«Usted tiene muchos estilos en obra gráfica». «Sí, empleo varios estilos, acuarela, óleo, grabado, y diferentes técnicas. Lo de pintar es muy aburrido, aquí todo el rato solo, y el cine pretendió ser una vía de escape frente a la obra gráfica. Reunirte con amigos y pasarlo pipa. En 'Los árboles del imperio' el sonido está muy mal, la cámara era chiquitina; 'El enigma del ático izquierda', ya, si quieres, es un largo memorable. Y 'Cena bizarra', un corto en el que me acompañó mi amigo Suarón, el poeta.
Pero son muchos problemas: los actores no quieren trabajar gratis, no hay financiación, las instituciones no dan nada, incluso coartan la obra creativa, te piden una factura de una productora, luego vas a la productora y son ellos quienes quieren hacer toda la historia. Un desastre».
«Su obra es urbana por definición». «La naturaleza, o un paisaje, es un coñazo. A mí me gusta que haya gente, contar cosas, el cine de arte y ensayo no lo soporto. La obra de arte ha de ser divertida, debe entretenerte. Yo tengo cuadros que son películas de aventuras: con helicópteros, armas, ataques a ciudades. Parto en los cuadros de una instantánea, una visión, y siempre procuro meter, muy escondido, algún significado medio culto. Quiero cuadros que te obliguen a verlos, a mirarlos al menos quince minutos, donde pasen cosas. Procuro meter carteles, textos irónicos, una obra que entretenga, coño». «Su estética es elegante y agradable. Sus monstruos cotidianos». «Estilo y trazo son alegres, no el tema. Hay también, si te fijas, una vuelta al pasado: a aquellos autobuses maravillosos de antes, a las ciudades de antes, a los merenderos o los carteles de anuncios de cuando yo era un chiquillo. Al muñequín de Fundador o las botellas de Fanta. Los años 60 y 70, cuando yo era pequeño».
«¿Qué busca en uno cualquiera de sus cuadros en primera instancia?». «Que me guste a mí, principalmente. Que sea algo bueno. No hay detalles en nuestros pintores y las salas de exposiciones están vacías, sólo van los familiares. El detalle es fundamental en mi obra: una pintura de muchísimos detalles. Calidad y detalle igual te lleva un año para hacer un cuadro».
«Usted es un clásico, Cabrero, no me engañe. ¿Cuáles son sus orígenes?». «Me interesó mucho la pintura flamenca y El Bosco, particularmente. Esa pintura donde detalle y deformidad van unidos. Lo hacen así debido a un error: no saben hacerlo de otra manera, no controlan la perspectiva, aún controlando el cuadro. El expresionismo alemán, Otto Dix en particular o Grosz, me apasionaron siempre mucho. Y luego tomo expresividad y rasgos del mundo del cómic. Todo ese movimiento de los personajes, a través de una imagen no estática, muy trabajada. El volumen es para mí fundamental: sacar a la figura del contorno, por eso elimino líneas, empleo retratos caricaturescos, bocas que vienen de la caricatura, recursos que yo mismo me he inventado y que no se de dónde saqué».
«Al mismo tiempo, no es que usted sea especialista en cómics. Lo suyo va más por otro tipo de arte». «Es que el cómic es simple, he ahí su desgracia. Segralles, por ejemplo, hacía en los ochenta un cómic al óleo maravilloso, pero no funcionaba. Acababa siendo una especie de fotonovela. Narrativamente, no funcionaba, no había movilidad».
«¿Y todo ese barroco extraño de alguno de sus trabajos?». «Tiendo a recargar. No busco la limitación, La limitación en cine es un problema que te cagas: tienes que economizar planos, cosa que en pintura controlas mejor».
«¿Qué me dice del boceto, del trabajo previo?». «No hay boceto. No suele haber boceto, básicamente, porque soy muy vago, y si hago un boceto, para luego enfrentarme a la pintura, es como si estuviese haciendo lo mismo dos veces, cosa que detesto. También busco guiños: investigar sobre la realidad, más que ponerlo todo sobre un papel. La gente anodina no tiene mucha gracia. Mis personajes son el camionero de mala hostia, el bar repleto de gente singular, el punky o rocker en no sé qué calle. Hay cuadros que me planteo mucho y otros, sí, que empiezan solos».
«¿Y la ciencia ficción? ¿Todo ese mundo de autobuses conducidos por alienígenas?». «El mundo antiguo me interesa cada vez más, incluso hacer cuadros de época como Garci hace las películas, a mi aire. Pero la ciencia ficción es otra voz, otra línea de trabajo que me planteo, junto a la que ya te comenté de películas de aventuras: helicópteros, submarinos, tanques, el mundo está lleno de aparatos preciosos. De bichos tiernos». «También hay cierto internacionalismo en su obra». «Autobuses americanos, personajes salidos de películas de cine negro, no sé».
«¿Y qué me dice de sus estudios antiguos de publicidad?». «No me gusta la publicidad porque es diseño. Me gusta la nostalgia: el antiguo muñequín de Fundador que había en el Edificio del Termómetro, que me contaba mi madre y yo veía. Lo que me encantan son las letras de la publicidad: generalmente, funcionan muy bien. Puedes poner mucho texto».
Él no lo dice, pero lo voy a decir yo para acabar: su trabajo está basado en la exposición de espacios íntimos, el tiempo como violencia y la mirada como la arquitectura más básica que uno puede llegar a construir (¿Sabe alguien cuánto dura una mirada?). El arte -más en Álvarez Cabrero- es siempre el proceso de lectura de una circunstancia. La naturaleza jamás construye fuera de ella. El perfume de Cabrero es el de los muy clásicos: «Si la supervivencia está garantizada, lo que se produce es una impostación».
Diego Medrano.