La poesía de David González (San Andrés de los Tacones, España 1964) confía en la vivencia autobiográfica más que en mundos ficticios a la hora de plasmar algo en el papel. Su obra se aleja, abismalmente de la tradición poética contemporánea de su país, y prefiere una poesía que como Pound afirmara sea más pegada al hueso, que impacte no por los juegos pirotécnicos plagados de falsos sentimientos sino del factor incólume de la verdad. Decir las cosas con sinceridad, como un artesano que te vende a bajo precio una estatua de mármol que no tiene ni una sola fisura, que no fue arreglada con cera para cubrir los defectos que a la tarde se echan de ver cuando más se admira. En fin, el poeta nos otorga su estatua sin-cera; no se avergüenza de las heridas o los errores que pudo cometer pues sabe que estos son los materiales que el cielo y el infierno le otorgaron para realizar su obra. Obra que lo coloca como uno de los poetas más queridos, publicados y leídos dentro del panorama literario español. En Literofilia tuvimos el honor de entrevistarlo y esto fue lo que nos dijo.
Lorca decía que todas las cosas tienen su misterio y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas. ¿Con tantos libros a cuestas, hay algo en la poesía que todavía es un misterio para vos?
Yo más bien pienso que la poesía no debería entrañar misterio alguno. Los misterios solo traen consigo falsos profetas.
¿De qué te ha salvado la poesía?
La poesía, en realidad, me ha enseñado a perdonar.
Ilyá Kaminsky en uno de sus poemas escribió que el silencio es lo que nos mueve a hablar. ¿Qué es lo que mueve a David González a elevar la voz mediante la poesía?
El mal, supongo, y todas sus ramificaciones, en especial aquellas que percibo en mi propio comportamiento y en otras personas con las que he tenido la desgracia de cruzarme e incluso en personas de mi propio entorno, a las que quiero. El mal a todos los niveles. Sí, eso es lo que me mueve a escribir. Pero también, en ocasiones, todo lo contrario: el amor, o como yo prefiero decir: esos raros y perfectos momentos de amor.
¿Cómo es un día en la vida de David González?
Un día de escritura. Desde que me levanto, temprano, hasta que me acuesto, más bien tarde, apenas me levanto de mi mesa de trabajo, apenas salgo de mi estudio. Allí se desarrolla casi toda mi vida. No estoy siempre escribiendo, claro. Leo libros, y en esto tengo una manía: si estoy escribiendo prosa, suelo leer poesía, y viceversa. Tomo notas. Actualizo mi blog, Hasta los gatos acaban por suicidarse, con poemas que me llaman la atención y que comparto también en mi muro de Facebook. Leo y respondo mensajes. Navego por la red. Veo vídeos, documentales, películas, que suelen guardar relación con lo que sea que esté escribiendo en ese momento. La escritura, al menos para mí, es un proceso que lleva implícito todo lo anterior, y que me permite aprender, cada día, algo más acerca de la naturaleza humana, de la mía y de los que me rodean, y luego escribir en consecuencia.
Has incursionado también en la prosa, ¿te sentís más a gusto con este género que con la poesía?
Como me considero un poeta autobiográfico y narrativo, la verdad es que me siento bien en ambos géneros. La prosa únicamente me permite desarrollar más extensamente algunas ideas, algunas historias, que me veo incapaz de condensar en un poema.
Cuando escribís, ¿pensás en el lector? ¿qué esperás del lector?
Cuando escribo, solo pienso en hacerlo lo mejor posible, lo mejor que sé. Creo que mi responsabilidad con el lector, que no es poca, estriba en no engañarlo, y en eso pienso cuando escribo: en decirme y decirle la verdad. Del lector, como de casi nadie ya, no espero nada. En todo caso, con los tiempos que corren, de esperar algo, esperaría que si compra un libro mío, al terminar de leerlo no piense que ha tirado el dinero o perdido el tiempo.
En tu blog personal pude ver que posteaste un par de poemas del músico Nacho Vegas, contanos, ¿tenés colaboraciones con músicos españoles donde mezclen poesía y música?
Tuve alguna, sí. No muchas, así que las recuerdo todas. Mi primera colaboración fue en el año 2005, con Puskas, un rapero de Logroño, en 13, su disco de debut, recitando mi poema La hora de pelear. En 2006, Toli Morilla, un cantautor de mi tierra, le puso música a mi poema Alquitrán, que saldría en su disco Entropía. En 2011, volví a colaborar con otro rapero, con Doris, en su disco Era broma, recitando unos versos de mi poema Denominación de origen, en el tema Mako. Ese año, además, colaboré en el vídeo Encerrado, de Officer Down, una banda de hardcore, en donde recitaba unas líneas de Hogueras, uno de mis relatos. Al año siguiente, la banda de rock Ni Voz Ni Botox, versioneó mi poema Excusa en su disco de debut Calla y escucha.
T.S. Eliot decía que los humanos no podemos tolerar tanta realidad. Sos conocido como uno de los mayores representantes de la poesía de no-ficción española. ¿Qué es lo peor y lo mejor de la realidad?
Nosotros, supongo. Nos guste o no, somos nosotros, con nuestra conciencia y con nuestros hechos, los que construimos la realidad, y que esta sea mejor o peor depende únicamente de nosotros, en realidad, siempre ha dependido de nosotros.
Hablamos de los poetas jóvenes españoles, ¿has leído a alguien joven que te haya impactado últimamente dentro de una escena más underground? ¿Por dónde anda la poesía española contemporánea?
He leído a poetas, no sé si jóvenes o no, si underground o no, que me interesan mucho y cuyos libros son sinónimos de calidad, y con la certeza de que algunos se me van a quedar en el tintero, te doy algunos nombres: Vicente Muñoz Álvarez, Ana Pérez Cañamares, Sofía Castañón, Gsús Bonilla, Ana Vega, Karmelo C. Iribarren, Luis Miguel Rabanal, Pablo X. Suárez, Xosé Pidal I. Montes, Lara Ríos, Adriana Bañares, Carmen Camacho, Ángel Muñoz Rodríguez, Javier Gato, Alberto García-Teresa, Inma Luna, Txús García, Alicia García Núñez… y no quiero dejar de señalar a poetas a los he leído por el Facebook, como Felipe Zapico Alonso, Jorge M Molinero, Javier GM, Abel Santos, Paloma Corrales, Cecilia Quílez…
¿Y el mercado editorial?
Bueno, soy poeta, y no entiendo mucho de esto. Sin embargo, dejando a un lado el aspecto digital del tema, y si tenemos en cuenta los tiempos tan duros que se están viviendo en mi país, sí quiero señalar la proliferación de pequeñas editoriales independientes que están dando a conocer a muchas voces poéticas que realmente merecen la pena, generando, con ello, además, cantidad de presentaciones de libros y recitales que, a mi juicio, hacen que la poesía esté más viva que nunca…
¿Has tenido la oportunidad de leer a los poetas emergentes de Latinoamérica? ¿Qué opinión te merecen?
La verdad, para qué engañarte, es que esta es una de mis asignaturas pendientes, así que no puedo hablar con propiedad del asunto. Pero me gusta mucho la poesía de la poeta ecuatoriana Carla Badillo Coronado, o la de David Cruz, poeta costarricense, y poemas sueltos de gente que he leído en antologías como, no sé, Antología de la poesía joven chilena, Zurdos, última poesía latino americana o Tigre la sed, antología de poesía mexicana contemporánea…
Por Juan Carlos Oliva, para Literofilia.
Pañuelos de papel
felices los normales, esos seres extraños,
los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho,
un hijo delincuente,
una casa en ninguna parte,
una enfermedad desconocida.
ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR
el chichi
les echaba migas de pan y granos de arroz a las palomas.
sus gatos esperaban en el alféizar de la ventana.
cuando las palomas se acercaban a picotear,
los gatos saltaban a por ellas
y se las comían enteras, plumas incluidas.
cuando los gatos estaban tan gordos
que ya no podían saltar desde el alféizar de la ventana,
el chichi,
con la misma hacha
con la que su madre quiso matar al maestro de la escuela tras su llegada de cuba, honesto batalón rodríguez, que era natural de cudillero, fijó su residencia en gijón, donando al ayuntamiento fondos para la fundación que lleva su nombre y que proporcionaba educación a niños necesitados,
les cortaba el pescuezo.
¡hey, hombre!, me dice cuando me ve por la calle. ¡hey, hombre!,
y me ofrece un paquete de kleenex por el módico precio de mi voluntad,
y entonces recuerdo algo
que todos, o casi todos, parecemos haber olvidado:
que los pañuelos de papel también sirven
para secarse
las lágrimas.
Las manos
las manos
me decían mis padres
antes de sentarme
a la mesa a comer
lávate bien
las manos.
No alcanzaban
a comprender
que los niños
las tenemos siempre
limpias
Polvo de estrellas
A él se lo escuché:
al científico, al escritor:
a John Gibbin:
Básicamente, dijo,
somos polvo de estrellas.
Sí, repitió, eso es lo que
somos: polvo de estrellas.
Convendría no olvidarlo.
Tenerlo siempre presente.
Polvo.
No estrellas.
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