No se molestaron en oír
los zumbidos de la mar
en mil orejas de puntillas
en comprender que la regla astillada
castigaba sus propias manos
en contemplar en las pizarras
niños de tiza
borrándose
BERLÍN
Hay dos bares
y enfrente de cada bar
un muro.
En uno se apalancan
estudiantes que piran clase,
delincuentes comunes,
jóvenes radicales,
algún que otro yonqui.
En el otro se sientan
estudiantes universitarios,
licenciados, deportistas
y matrimonios con sus hijos.
A veces paso por allí,
pero nunca me quedo
a tomar nada.
Aún no he decidido
en cuál de los dos muros
me tengo
que sentar.
Extraído del blog de David de San Andrés Hasta los gatos acaban por suicidarse
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