Los gritos de los que desaparecen
pueden tardar años en llegar hasta aquí.
CAROLYN FORCHÉ
Era del tiempo de mis abuelos.
El general, el prestidigitador.
Tenía artritis. En las manos.
Y le dolían.
Le dolían como un hijo a una madre.
Las manos.
Porque las tenía llenas de cadáveres.
El general, el prestidigitador.
Y ya no podía hacerlos
desaparecer.
David González, de
La carretera roja (Groenlandia, 2012).
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