Que el cómic está en su mejor momento está claro (además de ser preocupantemente evidente para el resto de géneros narrativos). Que Agujero negro es uno de sus clásicos contemporáneos también. Charles Burns dejó claro, transparente más bien, que las nuevas y grandes ideas están hoy refugiadas junto al sinuoso dibujo. Una sacrosanta unión de la que la literatura tiene mucho, demasiado, que aprender hoy. Esa tendencia (innata) ombligista de los libros y sus autores no viene nada, pero que nada bien a todo esto que digo. Todavía hay mucho pecado de alta y baja cultura por ahí. Sin darse cuenta, claro, de que no queda otra que mirar a los que dan pasos en línea recta, en dirección a alguna parte (mucha de la literatura convencional está sumida en una especie de autofelación perpetua). La imagen será la nueva guía, el perfecto vagón de "lo absolutamente moderno" que decía Rimbaud. El nuevo canon para recuperarse y respirar con profundidad. Para ninguna otra cosa que volver a contar historias.
Agujero negro posee todos esos elementos que, combinados, dan lugar a una revolución en ciernes. Adolescencia, agilidad e imagen potentísima. Sobre el papel, la historia de unos cuantos chicos de instituto que se transmiten una rara mutación (individualizada, cada uno la lleva en una dirección mutable concreta) mediante el contacto sexual. Una mezcla de transformación entre el rock n´roll y el SIDA. Cambio generacional, aislamiento, separación de los diferentes, eso ha sido y será toda la vida ser joven y medianamente sensible. Desde los 50, se ha creado toda una cultura de lo juvenil, de los productos diferenciadores entre "ellos" y "nosotros" (mucho del miedo a envejecer es consecuencia de esta misma idea). Nadie quiere ser viejo, todos queremos formar parte de los demás, de ese gran grupo que parece esconder la felicidad, sonrisas y un agradable dejarse llevar. Pero la inteligencia y la sensibilidad son el contrapunto, y justamente de esa zona muerta habla Agujero negro en profundidad. En el instituto nace la estructura social (de la que Facebook parece ser su continuador lógico). ¿Cómo se siente el que está solo o discriminado? El futuro era esto. La historia decae en algún momento, pero la brillantez visual lo compensa y lo reequilibra. Un gran trabajo que vuelve a dignificar el viaje arte de dejar boquiabierto al lector.
Agujero negro posee todos esos elementos que, combinados, dan lugar a una revolución en ciernes. Adolescencia, agilidad e imagen potentísima. Sobre el papel, la historia de unos cuantos chicos de instituto que se transmiten una rara mutación (individualizada, cada uno la lleva en una dirección mutable concreta) mediante el contacto sexual. Una mezcla de transformación entre el rock n´roll y el SIDA. Cambio generacional, aislamiento, separación de los diferentes, eso ha sido y será toda la vida ser joven y medianamente sensible. Desde los 50, se ha creado toda una cultura de lo juvenil, de los productos diferenciadores entre "ellos" y "nosotros" (mucho del miedo a envejecer es consecuencia de esta misma idea). Nadie quiere ser viejo, todos queremos formar parte de los demás, de ese gran grupo que parece esconder la felicidad, sonrisas y un agradable dejarse llevar. Pero la inteligencia y la sensibilidad son el contrapunto, y justamente de esa zona muerta habla Agujero negro en profundidad. En el instituto nace la estructura social (de la que Facebook parece ser su continuador lógico). ¿Cómo se siente el que está solo o discriminado? El futuro era esto. La historia decae en algún momento, pero la brillantez visual lo compensa y lo reequilibra. Un gran trabajo que vuelve a dignificar el viaje arte de dejar boquiabierto al lector.
Julio César Álvarez, del blog Respirar descontento.
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