Para Víktor Gómez, amigo
Aquella amistad de los quince años
abonada con cáscaras de pipas
regada con el cloro de las piscinas
florecida en descampados y parques
aquella amistad eterna no volverá.
Y hay tardes en que el teléfono no suena
y parece que todos los amigos han muerto
o están lejos o demasiado ocupados
en sobrevivir.
Pero un día: alguien en su silencio
en su mirada de sobreentendidos
se convierte en portador del milagro.
En él la tristeza del superviviente
se parece tanto a la alegría
que no hay entre ellas ninguna diferencia.
Su casa abierta huele a piscina.
Y compartimos como pipas las cervezas
y las jarras son trofeos a los que vencimos
en tardes silenciosas la tentación del abandono.
Aquella amistad de los quince años
abonada con cáscaras de pipas
regada con el cloro de las piscinas
florecida en descampados y parques
aquella amistad eterna no volverá.
Y hay tardes en que el teléfono no suena
y parece que todos los amigos han muerto
o están lejos o demasiado ocupados
en sobrevivir.
Pero un día: alguien en su silencio
en su mirada de sobreentendidos
se convierte en portador del milagro.
En él la tristeza del superviviente
se parece tanto a la alegría
que no hay entre ellas ninguna diferencia.
Su casa abierta huele a piscina.
Y compartimos como pipas las cervezas
y las jarras son trofeos a los que vencimos
en tardes silenciosas la tentación del abandono.
Ana Pérez Cañamares, de Alfabeto de cicatrices (Baile del sol, 2010).
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este poema es muy bueno vic, patxi y josé, enhorabuena a ana
ResponderEliminartouché
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