Cierras los ojos. Un bareto de Los Vinos. Una tarde perdida, agotando los restos de vuestro fracaso, ya no quedan muchas astillas a las que agarraros y os encontráis como dos náufragos, camináis hasta allí por inercia. Inertes. Bebéis para soportaros. Ya no se ríe de tu risa, la detesta sin disimulos. Resignado, aburrido. Quieres estar con ella, pero estás deseando quedarte solo. Ya nada os une, no como antes, vuestras charlas, las discusiones, la literatura, tus dibujos ni vuestros cuentos ni el piano ni el sexo. Todo perdido, lo sabéis. Quiere apurar el final, pero tú te resistes. No mucho, de todos modos quieres quedarte solo. En la barra, no recuerdas por qué, esperando a que os cobren o simplemente de pie, pasa un camarero. Se agacha a coger un librillo de papel del suelo, a tus pies.
-¿Es vuestro esto?
Lo mueve impaciente delante de vuestras caras.
Piensas. ¿Es mío? Sí ¿Debe serlo? Porro o mamada. Porro o mamada.
-Sí. Es mío. Gracias.
Se enfada. Tenéis una discusión inútil.
-¿Cómo que es tuyo? Te recrimina cuando se aleja el camarero.
-Pues ya ves.
-Sabes que no me gusta.
-Pues ya ves.
Os veis un par de veces más, sólo os queda despediros a conciencia, saber que no os perseguiréis, que no os desearéis, que todo queda claro, que no queréis despediros siquiera con un beso.
Y hoy que te va así de mal y a ella todo, absolutamente todo, le va bien y sigue siendo tan lista y arrebatadora, te verá aquí, arrugado, pequeño y pensará:
-¿Ves? Tenías que haber elegido mamada.
Muchas veces piensas en aquello. Te echas con los ojos cerrados y recuerdas aquella mamada que no fue. Después todo se te pasa y repites.
-Elegí bien.
Velpister
Como siempre...simplemente...genial...
ResponderEliminarEnvidiable, sobre todo por la acertada elección de cada palabra y cada gesto. Chapeau!
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