martes, 4 de mayo de 2010

BLACK BOOKS


Del blog de Enrique Redel, copiamos este post sobre una serie de televisión inglesa que molaría mucho que alguna cadena echara por estos lares.

Oh, créanme: Bernard Black es mi héroe. Se trata de un sociópata alcohólico, irlandés, misántropo, adicto a la nicotina, totalmente inepto para la contabilidad más básica, y con graves problemas de comportamiento. Y, además, tiene una librería.

Bernard, propietario de Black Books, desorganizado establecimiento enclavado en pleno barrio londinense de Bloomsbury, siempre está de un humor de perros. Ama con locura sus libros y odia fervorosamente a sus clientes. Literalmente, no puede ni verlos, le caen mal. Cuando aparecen por la puerta, los echa con cajas destempladas, utilizando un megáfono. O bien les coloca el libro que no quieren, para que aprendan a no meterse donde no les llaman.

Black Books, serie mítica donde las haya para todo letraherido que se precie, comenzó a emitirse en el año 2000 en Channel 4, y duró hasta 2005, cosechando varios BAFTAs a la mejor comedia del año. Su creador, Dylan Moran, que hace el papel de Bernard Black, es un cómico irlandés bastante conocido en el Reino Unido. Creo que ésta es la última serie británica que es realmente graciosa. Es la serie que todo librero en horas bajas debería ver. Yo no me canso de recomendarla desde hace un mes a todo aquel que se cruza conmigo.

La mejor amiga del dipsómano Bernard es Fran Katzenjammer, la típica chica rara, propensa a la bebida y obsesionada con los hombres de voz profunda. Fran regenta una tienda llamada Nitty Gifty, adyacente a la librería y dedicada a la venta de regalos inútiles, bibelots de usar y tirar, y demás cachivaches de diseño. La suya es una vida bastante absurda. Cada vez que sale con un hombre, le sale rana. O bien es gay, o trabaja en la radio, o resulta ser violinista.

Pero la verdadera alma gemela de Bernard es Manny Bianco, un individuo barbudo y calvo, con ojos de perro Basset, vestido con ropa de los años setenta, a quien Bernard contrata como dependiente en la tienda y quien resulta tener sus propias ideas acerca del funcionamiento ideal de la librería que, por cierto, es un auténtico nido de inmundicia, el paraíso del desorden, la mugre y la guarrería. Si miras al techo hay una tostada pegada, justo al lado de la lámpara. El estado del baño es lamentable.

Recuerdo que la primera vez que la vi, Black Books me dejó un regusto interesante, a irreverencia con un cierto toque post-punk inglés, todo trufado con una especie de derrotismo muy consecuente con la realidad del mundo del libro en general. Frente al discurso políticamente correcto, trufado de clichés, de la librería aséptica con cafetería incorporada, he aquí a un librero resacoso que odia a todo bicho viviente que ose llevarse sus libros. ¡Pero si son suyos! Bien visto, existe cierto glamour en el hecho de ir a una librería a que te insulten. Todos los lectores somos en cierto modo un poco masoquistas, y cuando entramos en una librería, que es como un templo sagrado del saber, siempre pensamos que el librero es Dios, o por lo menos un sumo sacerdote, y que allí él es quien manda. Aunque luego nunca pasa nada. Pero siempre te queda la leve sospecha de que en realidad estás curioseando en el montón equivocado o en la estantería incorrecta, y de que el librero te observa, atrincherado detrás de su mesa, con cara de pensar que no tienes ni idea de con quién te estás enfrentando.

www.seriesyonkis.com/serie/black-books
www.youtube.com/watch?v=gFHyevlB9AU
www.youtube.com/watch?v=C4wBLUBa8YI

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