De vuelta en la Tierra me encuentro con que mi coche diesel “peta”. Primero quito el contacto tras aparcar, saco la llave, y el motor no se para. Después de cavilar y hacer un par de preguntas, lo apago metiendo primera con el freno de mano puesto y quitando el pie del embrague. El bicho hipa como un energúmeno, se atraganta y se queda sopa como siempre. Y así mismo unas cuantas veces durante dos o tres días. Después voy circulando y cuando acelero se ahoga; va “aogao”, el pobre. Está viejo. Le falló el aire acondicionado hace unos meses y después la ventilación (ya no salía el aire caliente por mucho que girases la ruleta y era un problema con el vaho). Lo llevo a un taller especializado y un tío con un ojo blanco y nebuloso me dice sin remilgos que es la bomba del diesel y me calcula el montante aproximado de la reparación. Con lo que cuesta la reparación y algo más de dinero, y teniendo en cuenta que es viejo y pronto le fallará cualquier otra cosa, me doy cuen de que es mejor cambiar de coche.
Lo mejor es comprar uno de segunda mano. Pero ¿cómo se hace eso? ¿Cómo se busca? ¿En qué hay que basarse? Y, sobre todo: ¿Cómo lograré poner a este cerebro a trabajar en ese nuevo cometido?
Desde que estoy encerrado en este cuerpo humano, me he convertido en un animal de costumbres. Ni que decir tiene que lo más animal en mí es el cerebro. Y si no lo era cuando tomé posesión de David Mardaras Alonso, nacido en 1974 y residente en Bilbao, mi cuerpo, es decir, el antiguo cuerpo de David Mardaras Alonso, que no está en facebook, lo ha conseguido gracias a los estímulos que le ha transmitido al cerebro. Por ejemplo las posaderas (así llamaban a las nalgas en el colegio en el que el antiguo ocupante de mi nave pasaba el tiempo lectivo). Las posaderas y todo lo demás envía estímulos predeterminados por su forma y su función… Pero en fin, no quiero aburriros con los problemillas diarios de este huésped sideral marciano.
Pero es que ser un animal es raro. Todo es raro en este cuerpo humano: los dedos, el pelo, el ombligo, las uñas, el bazo, la oreja, el duodeno. Todo. Es una misión solitaria ser Huesped Identitario (ID) de este David Mardaras Alonso. Es una dura misión. Además de lo del coche tengo que proseguir con todo. Y hay cosas que me encantan, sí, pero están por ejemplo todos esos cuadernos manuscritos con frases como “Y los pájaros… son tan bellos…”. Y habiendo heredado asimismo sus deudas, sus compromisos y sus obligaciones, tengo que responder a encargos previos como escribir algo sobre la Beat Generation y me veo maniáticamente leyendo libros de Jack Kerouac, varios de sus libros al mismo tiempo (y me gustan, oye, eso sí), libros que se supone que él ya debería haber leído; pero consulto en su memoria virtual y encuentro archivos de notas tipo: “Los Vagabundos del Dharma. Buff… Rollito budista. No, gracias.” ¡Y qué equivocado estaba el chaval! Pero claro, de donde saco el tiempo para encontrar un coche ahora, si para empezar su cerebro ya dice: “¡No me interesa el coche!” “¡Kerouac!” “¡Kerouac!”
Lo mejor es comprar uno de segunda mano. Pero ¿cómo se hace eso? ¿Cómo se busca? ¿En qué hay que basarse? Y, sobre todo: ¿Cómo lograré poner a este cerebro a trabajar en ese nuevo cometido?
Desde que estoy encerrado en este cuerpo humano, me he convertido en un animal de costumbres. Ni que decir tiene que lo más animal en mí es el cerebro. Y si no lo era cuando tomé posesión de David Mardaras Alonso, nacido en 1974 y residente en Bilbao, mi cuerpo, es decir, el antiguo cuerpo de David Mardaras Alonso, que no está en facebook, lo ha conseguido gracias a los estímulos que le ha transmitido al cerebro. Por ejemplo las posaderas (así llamaban a las nalgas en el colegio en el que el antiguo ocupante de mi nave pasaba el tiempo lectivo). Las posaderas y todo lo demás envía estímulos predeterminados por su forma y su función… Pero en fin, no quiero aburriros con los problemillas diarios de este huésped sideral marciano.
Pero es que ser un animal es raro. Todo es raro en este cuerpo humano: los dedos, el pelo, el ombligo, las uñas, el bazo, la oreja, el duodeno. Todo. Es una misión solitaria ser Huesped Identitario (ID) de este David Mardaras Alonso. Es una dura misión. Además de lo del coche tengo que proseguir con todo. Y hay cosas que me encantan, sí, pero están por ejemplo todos esos cuadernos manuscritos con frases como “Y los pájaros… son tan bellos…”. Y habiendo heredado asimismo sus deudas, sus compromisos y sus obligaciones, tengo que responder a encargos previos como escribir algo sobre la Beat Generation y me veo maniáticamente leyendo libros de Jack Kerouac, varios de sus libros al mismo tiempo (y me gustan, oye, eso sí), libros que se supone que él ya debería haber leído; pero consulto en su memoria virtual y encuentro archivos de notas tipo: “Los Vagabundos del Dharma. Buff… Rollito budista. No, gracias.” ¡Y qué equivocado estaba el chaval! Pero claro, de donde saco el tiempo para encontrar un coche ahora, si para empezar su cerebro ya dice: “¡No me interesa el coche!” “¡Kerouac!” “¡Kerouac!”
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fascinante!!
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