Primero lanzas. Una partida. Tres bolas. Con pericia. A veces no es necesario darle toda la fuerza. Para evitar que se la trague rápido. Para lograr un pasillo x10. La verás correr por el canal, siempre a la derecha, y la verás lanzarse a la aventura. Luego las luces, los sonidos, el ir y venir de aquí para allá. Rebotando contra las gomas, contra las setas. Diana: 1000 puntos. Se trata de que no se la trague el agujero, primero. Se trata de conseguir el máximo de puntuación, después. Tienes que ser hábil. Disfruta. Saber parar la bola sobre el mando. Saber pasártela al otro mando para lograr embocarla en la sima de la extra. Saber hacerla correr por los pasillos de la partida gratuita. Saber mover la máquina sin que se encienda la luz de falta. Saber golpearla justo en el tiempo y donde el efecto es el deseado. Reflejos, anticipación. Tú contra ella. Nada más en el mundo. Tú y ella. Tú para ella. Ella por ti. Disfruta. La perdiste, está bien, no pasa nada. Saca de nuevo. Mírala correr. Las entradas de los extras. El circuito aéreo. Los números que no dejan de girar. Til, til. Til, til. Til, til. Aquellas dianas iluminadas te reclaman. 3000 puntos. La boca se ha abierto y quiere comer. La bola que se imanta, que comienza a espejear junto a las luces. Se trata de encender aquella diana. Se trata de conseguir sacarla fuera del circuito. Se trata de evitar que se hunda en el abismo. Se la tragó. Es lo mismo. Tienes otra oportunidad. El pasillo de la derecha de nuevo. Ya sabes lo que tienes que hacer. Ya tienes algo más de expe- riencia. Lo deseas y lo vas a conseguir. Disfruta. Los números que no dejan de rodar. La bola que cruza toda la máquina. Parece que cobra vida. Tú diriges y ella te obedece. Un toque preciso que la hace volver del final. En lo alto, por el pasillo enrejado. Y una vez más pendiente arriba. Buscando pasajes. Buscando cuevas. Haciendo sonar la música. Haciendo titilar las luces. Los números que no dejan de aumentar. Ya sabes lo que tienes que hacer. Y, sobre todo, lo que no tienes que hacer. Dominas la situación. Las palancas son parte de tus dedos. Engomadas pero sensibles. X5000. Todas las luces encendidas. Todos los agujeros a tu disposición. Todos los pasillos puntúan. La noria de números no puede parar. La máquina canta. Ploc. Una. Ploc. Dos. Ploc. Tres. Ella y tú. Frenéticos. Excitados. La música, las luces. Una nave espacial. La bola de acero no deja de moverse. La ves venir. La ves llegar. Enfilada. Veloz. Las aletas que no llegan. Directa al gua. Al sumidero. Al hoyo final. Entonces el silencio. Las luces que se apagan. Ella extinta. Oscuridad y mudez. Tan sólo tus jadeos te hacen sentir que sigues vivo. La respiración entrecortada como si hubieses salido de un éxtasis. Un golpe sobre el cristal. Sólo cuando lo piensas. Sólo cuando te acuerdas de ello. Sólo cuando te das cuenta de que tú eres esa bola de acero en la máquina de la vida.
Esteban Gutiérrez Gómez, Baco, de El laberinto de Noé (Ed. La tierra hoy, 2008).
Esteban Gutiérrez Gómez, Baco, de El laberinto de Noé (Ed. La tierra hoy, 2008).
Buenísimo relato.
ResponderEliminarTuve el gusto de leerlo en el Bukowki.
Un beso, Baco.
Gracias,Luisa, y gracias Vic por recuperar este "juego de la vida".
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