Qué bien nos sentimos al dejar de ser alguien por ser todos lo mismo. Mira qué bien nos sienta camuflar nuestras inseguridades y las miserias de uno mismo.
Y cuando ella se fue, todos aplaudieron. Aplaudió el tarado del fondo, el que siempre viene solo y se arrejunta a las jovenzuelas de pelo recogido que fingen ser promesas encubiertas del futuro de las letras. Ellas, por supuesto, también aplaudieron. Aplaudió la poeta cosmopolita, la de la sombrilla avant garde, y el ex niño apaleado convertido en veinteañero fantasma con ganas de comerse el mundo antes de que éste termine de comérselo a él. Aplaudieron los versos, con métricas y sin ellas, los relatos y los retazos de tantos orgullos, de tantas conversaciones. Miradas en blanco. Son tan transparentes. Son tan vulnerables. Las inseguridades y el dolor ya no caben dentro de sus cuerpos y brotan, a duras penas, de su piel plastificada. La de ella, porosa y descarnada, sesgada por los márgenes que se han creado en el bar y dentro de los cuales no entra, no cabe, no importa, su voz, su opinión, sus inapropiadas sentencias contrarias a todos ellos. Por eso, cuando se fue, todos aplaudieron. Aplaudió el camarero, sonriendo con los ojos cerrados, aplaudieron los chicos engominados cercanos a la puerta, atentos a ver quién entra. Aplaudió desde su vestido negro la herida abierta de una violación callada tras una mirada blanca. Aplaudieron las ganas terribles del reprimido sexual de más de veinticinco, la homosexualidad escondida del que va de Dandy dando coba a las señoritas, esperando, sin éxito y sin entusiasmo, algo más que un polvo en solitario. Aplaudieron las hojas en blanco de un nuevo poemario. Aplaudieron los incesantes yo te entiendo, no te muestres distante, te queremos con nosotros, eres de los nuestros, como nosotros, entre nosotros, si te vas, quién eres, sin nosotros, quién eres, sin nosotros, sin nosotros, sin nosotros. Allí fuera dejarás que te apaleen. Por ser diferente. Somos diferentes. Somos especiales. Hemos sufrido, somos anti sociales, inseguros. Ella, sin dolor, opaca y negra, aquí no cabe.
Adriana Bañares, La niña de las naranjas, inédito.
Adriana Bañares, La niña de las naranjas, inédito.
Fotomontaje by Vara.
Discutible lo de prosa...A mí me parece que el texto tiene sus gramos de poesía.
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