domingo, 20 de septiembre de 2009

PODER. Ana Patricia Moya Rodríguez



Te sientas cómodamente en tu silla. Quítate la dentadura. Obedeces sin rechistar. Deja que te ponga el babero... eso es. Te enseño la cuchara. Vas a comerte todo lo que te he preparado. La papilla de verdura entra en tu boca. Tragas. Eso es, muy bien… venga, otra cucharada. Vuelves a tragar. Abre más la boca… mucho más. Así haces. Así hacía yo cuando me ponías la cara entre tu entrepierna para que te la chupase. Meto la cuchara. Podría meterte la cuchara hasta la garganta… cómo tú hacías. Tu paladar disfruta del sabor, me miras con esos ojos arrugados y hundidos. Ya no reconoces a la niña a la que violabas, no te acuerdas de nada: ya sólo te queda esta triste enfermedad senil. Te limpio con una servilleta de papel las comisuras de los labios, manchados de comida. Tengo poder sobre ti: estás indefenso. Retiro tu plato vacío. Podría envenenarte la comida, podría agarrar tu cuello y apretar hasta la asfixia. Saco de la nevera una manzana, la corto en trozos pequeños. Con este cuchillo clavado en alguna parte de tu cuerpo podría cortar de raíz el pasado. Coloco en tus manos temblorosas los pedazos de la fruta que te vas llevando a la boca, despacito. Sonríes agradecido; yo me limito a recoger la mesa y limpiar. No son los malditos lazos de sangre los que me impiden matarte: cuando el poder se convierte en misericordia, ya sólo te queda el olvido.
Ana Patricia Moya Rodríguez
Ilustración: Morales de los Ríos

5 comentarios:

  1. Escalofriante y con una carga de realidad que me ha dejado reflexiva...
    Un placer leerte y encontarte en este espacio.

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  2. Y es que mi jefa vale muuuuuuuuuuuucho

    Kebran

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  3. Muy bueno. Has dado con el punto exacto que limita el "poder".

    Un beso.

    Luisa Fernández.

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  4. si que vale si, estoy con el kebran, ole ana patri.

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