martes, 9 de junio de 2009

Keep alive (Lo que te prometí). Nacho Abad.


Desde la ventana de nuestro pequeño apartamento de la calle Alcolea veíamos correr a las ratas sobre la uralita de los tejados. Yo decía, tendremos que llamar al ayuntamiento para que envíe a alguien a matarlas, pero a ella le encantaban, son una monada, decía, y a mí, la verdad, me daba pereza contrariarla, porque estaba desnuda casi siempre, con sus nalgas al aire, como dos barrigas mellizas de Buda. Qué calor aquel año, no sudabas, fluías, y las ratas correteaban como si nada, sobre tejados apunto de calcinarse bajo el sol radioactivo de las cinco y cuarto de la tarde. Se nos olvidaba la inminencia del desahucio de los vecinos de enfrente, entre cervezas y vasos de gazpacho y ceniceros que apestaban a colilla mojada. Qué pobres, colgaban carteles de denuncia, sábanas bellísimas pintadas con gusto, casi filigrana. Por aquel entonces no sabíamos aun las importancia de la palabra desahucio, hoy casi sagrada. Los médicos desahucian a sus pacientes cuando consideran que no tienen esperanza de cura y que sólo cabe la sedación para aliviar los días que les separan de la muerte. Nuestro amor, por ejemplo, es un amor desahuciado, porque está condenado a la extinción. Nuestro amor es una herida abierta y sólo cabe la sedación de amarnos. Amarnos seda nuestro amor. Nuestro sexo alivia la condena de habernos conocido. Nos amamos para resistir la naturaleza de nuestro amor. Todo fracaso en potencia. Todo naufragio y aspereza, y estertores, y un rumor de río cenagoso. Nuestro amor es un fallo precioso. Keep alive, decía ayer una poeta, que era como se despedían los amantes en otra época, cuando la vida no valía ni la bala con la que matarte. Entonces significaba, no seas idiota, no te la juegues, quiero volver a verte. Pero ahora keep alive es no vengas con tonterías a estas alturas, no me hables de embarazos, de hipotecas ni de contratos indefinidos, que ya tengo lo mío con el tema de los horarios, de las máquinas de vending y demás tristezas, no me obligues a plantearme el futuro de un amor desahuciado, hermoso por estar ya en el corredor de la muerte con su pijama naranja como un granizado, no me cuentes tu vida, que el día menos pensado ya no vuelvo a verte, esto es, te encuentro atrincherado bajo una montaña de facturas, de extractos de la cuenta vivienda, de fondos de pensiones y nichos de alquiler y tablas de planchar y listas de la compra. Acéptalo: estamos abocados al desahucio. Follemos.

En el diario Beatitud del hijo de Satanás Nacho Abad podéis encontrar más joyas como esta. La portada de arriba es de su novela 'El empleo', que editó Eclipsados. Un escritor como la copa de un pino. P.  

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