No sólo a Bukowski le pasa.
Ella entró con
una botella de vino orgánico
(lo cual ya justifica
cualquier represalia), y casi lo
primero que dijo fue: “No
tenés televisor…”.
“Tenía”, contesté, “pero no sabía
para qué utilizarlo”.
El amor (lo que ellas
llaman “el amor”, que es
casi
cualquier cosa) la inundó y
la desbordó al instante.
Tanto, que
para no correrme en su
boca tuve que ponerme
a pensar
en el tipo que se llevó
mi tele. El hijo de puta
me va a cobrar por arreglarlo
prácticamente lo que me saldría
comprar
uno
nuevo..
una botella de vino orgánico
(lo cual ya justifica
cualquier represalia), y casi lo
primero que dijo fue: “No
tenés televisor…”.
“Tenía”, contesté, “pero no sabía
para qué utilizarlo”.
El amor (lo que ellas
llaman “el amor”, que es
casi
cualquier cosa) la inundó y
la desbordó al instante.
Tanto, que
para no correrme en su
boca tuve que ponerme
a pensar
en el tipo que se llevó
mi tele. El hijo de puta
me va a cobrar por arreglarlo
prácticamente lo que me saldría
comprar
uno
nuevo..
Mecanismos reactivos
Luego de oirla
reclamar
durante media hora,
me metí en el
baño. Me desnudé
(no soy un espanto, pero
tampoco
tengo ya el cuerpo más
bello del mundo) y
me sumergí en
la bañera. Ella
me siguió al baño. Se
plantó ahí, mirándome
como sólo ella
puede, como cualquier
mujer. Al fin dijo:
“Está bien. Está
bien. ¿Sabés qué?: me
voy. ¿Qué decís
a eso? ¿Qué vas
a hacer?”. Como
respuesta, me agarré
las bolas con la mano
izquierda, y con la derecha
comencé a hacerme
una paja. Ella
—milagro o largo
oficio de vivir— enmudeció.
No se me puso dura,
apenas engordó un poco.
Seguí dándole. Ella
entró en pasmo.
Le seguí dando. Y a
ella ya no la volví
a mirar. Entonces
me puse de pie
en la bañera (mi
cuerpo ya
no es el más
bello del mundo),
un par de gotitas
de semen asomaron,
y así de pie, bombeando
un poco mis bolas
con la mano
izquierda, le seguí
dando. No estaba
dura, sólo engordaba de a
poco. Dos segundos
antes
de que saltara el
chorro, ella
dio un paso corto y
abrupto hacia delante
y puso su boca.
Yo no la tenía
del todo dura, pero
había engordado bastante.
Ella lo terminó con
su boca.
Mi cuerpo fue
hermoso, muy hermoso,
pero ya no lo es. No
llegó a
ponérseme dura
del todo. Ella lo
terminó con su
boca.
Pagaré caro,
carísimo,
cien mil o un millón a uno,
por este viejo truco
barato, por usar
una de estas
artimañas que ya
ni siquiera me
satisfacen, ya ni me
causan gracia, son más
bien reflejos, un
viejo mecanismo atrofiado
de cazacachorras, una
idiotez automática y,
a esta altura de
las cosas,
fatal.
Oh, sí, lo pagaré
muy
muy caro.
Ella sí estaba
hermosa
con esa mirada
y esa
boca
así.
Luego de oirla
reclamar
durante media hora,
me metí en el
baño. Me desnudé
(no soy un espanto, pero
tampoco
tengo ya el cuerpo más
bello del mundo) y
me sumergí en
la bañera. Ella
me siguió al baño. Se
plantó ahí, mirándome
como sólo ella
puede, como cualquier
mujer. Al fin dijo:
“Está bien. Está
bien. ¿Sabés qué?: me
voy. ¿Qué decís
a eso? ¿Qué vas
a hacer?”. Como
respuesta, me agarré
las bolas con la mano
izquierda, y con la derecha
comencé a hacerme
una paja. Ella
—milagro o largo
oficio de vivir— enmudeció.
No se me puso dura,
apenas engordó un poco.
Seguí dándole. Ella
entró en pasmo.
Le seguí dando. Y a
ella ya no la volví
a mirar. Entonces
me puse de pie
en la bañera (mi
cuerpo ya
no es el más
bello del mundo),
un par de gotitas
de semen asomaron,
y así de pie, bombeando
un poco mis bolas
con la mano
izquierda, le seguí
dando. No estaba
dura, sólo engordaba de a
poco. Dos segundos
antes
de que saltara el
chorro, ella
dio un paso corto y
abrupto hacia delante
y puso su boca.
Yo no la tenía
del todo dura, pero
había engordado bastante.
Ella lo terminó con
su boca.
Mi cuerpo fue
hermoso, muy hermoso,
pero ya no lo es. No
llegó a
ponérseme dura
del todo. Ella lo
terminó con su
boca.
Pagaré caro,
carísimo,
cien mil o un millón a uno,
por este viejo truco
barato, por usar
una de estas
artimañas que ya
ni siquiera me
satisfacen, ya ni me
causan gracia, son más
bien reflejos, un
viejo mecanismo atrofiado
de cazacachorras, una
idiotez automática y,
a esta altura de
las cosas,
fatal.
Oh, sí, lo pagaré
muy
muy caro.
Ella sí estaba
hermosa
con esa mirada
y esa
boca
así.
interesante jeje
ResponderEliminarSí, me gusta.
ResponderEliminar