La Niebla, al igual que la resaca, es un estado de transición... en el que te puedes perder... En ella se entremezclan luces y sombras que llaman a esa parte extirpada de la sociedad occidental... Por ella desfilan las sombras y los miedos de un personaje que se quedó anclado en un cruce de caminos entre la Niebla, sin saber hacia dónde dirigir su camino... intuyendo que el único sendero posible era intentar ir hacia dentro de sí mismo para interpretar, al menos intentarlo, lo que de sí veía entre las imágenes difuminadas...
Era uno de esos días de final de semana, una de esas tardes de bajón semanal, cuando, luchando contra el temporal de frío, viento, nieve y su puta madre, arribé en la oficina de Correos más próxima a mi domicilio. Un colega leonés, Alfonso Xen Rabanal, me enviaba desde su tierra un complejo artilugio inventado por él mismo y conocido con el nombre de La cámara de niebla. Llegué a mi casa, me despojé de las cinco prendas que me cubrían la maltrecha caja torácica, abrí el paquete y saqué la máquina. Un pequeño aparato de una cuarta de alto por media de ancho. Como no tenía garantía la dejé unos días en cuarentena. Lo que no sabía es que el enfermo era yo.
Cuando me sentí preparado para embarcarme en la aventura, abrí la puerta y di el primer paso. Ya no había vuelta atrás.
El proceso es largo, unas doscientas sesenta páginas, pero en caso de tener tiempo, se recomienda hacerlo del tirón. El tiempo y yo nunca nos hemos llevado bien, así que tuve que seguir el proceso a lo largo de diez días. Ha merecido la pena.
Nada más entrar, noté una densa bruma que unos pasos más adelante se convertiría en niebla. No podía ver mucho. En estos estratos metafísicos la luz brilla por su ausencia, la confusión es total. El recorrido temático de la cámara sigue un orden aparentemente anárquico, avanzas sin saber por donde vas, no ves las reflexiones hasta que no las tienes encima. Semen, vómitos y sangre se mezclan en una pasta olorosa que, adherida al suelo, consigue que te desplaces con mayor rapidez. Los impulsos del blues te acompañan constantemente en la espasmódica búsqueda de la salida, de la luz, del conocimiento de Sofía: esa que todo lo sabe, la del culo grande y duro con forma de pera, la que nos la pone a todos gorda cuando la vemos por primera vez. Andar entre la niebla no es nada difícil en sí, lo jodido es tener cojones a enfrentarse a ella. A la búsqueda de uno mismo, a los miedos, a las verdades, a las reflexiones, a la definición de nuestra posición en el universo y en la sociedad.
El inventor de la máquina, Alfonso Xen Rabanal, cuenta sus noches de vigilia en la montaña asturiana, las rondas nocturnas por el museo, la oscuridad del matrimonio. Narra cómo trazó los planos, cómo midió el tempo, cómo apuntaló los remaches. Duro, contundente, sincero. Resacas, periko y marihuana. Un viaje hacia el interior, hacia dentro, hacia León, hacia Madrid, hacia la Meseta. Un trayecto vital crítico con su respectivo informe.
Como digo, los ecos del blues no se separan ni un momento del novicio mientras dura la experiencia; una vez comienzas a andar experimentas de primera mano los ritos de los Orishas, de la música negra, los impulsos internos que nos acercan al TODO, a lo más alto a través de lo más bajo, del instinto, de la energía que emanamos desde la niebla, de las fugas de sus grietas, de nuestro paso por los microprocesadores, nuestra materia virtual, la vida en Internet que nos atrapa en su maraña internacional. Un todo con fluida prosa y pinceladas de versos que dotan al usuario de una purga interna, de un ajuste de cuentas consigo mismo, con su identidad, con esa que los sistemas anulan cuando nos dejamos querer por ellos.
Salí de la máquina hace unos días. Me ha costado habituarme al cambio. Pero me encuentro mucho mejor. Ahora veo entre la niebla, ya no me duele el pecho y como colofón: el temporal de frío y nieve ha vuelto a su Siberia natal.
Enhorabuena, Alfonso. Y no te olvides de registrar la patente.
Existen unos pocos que se camuflan en ese juego, conocen la pulsión del grupo, se integran y ascienden en el sistema, esos pueden llegar a cambiar algo desde dentro… a esa gente que tiene un objetivo, que vive en el sistema y aprovecha sus engranajes y mantiene un cierto estilo propio… a esa gente me dirijo…
Mario Crespo, del blog El viento que agita la cebada.
Gracias, Mario... Gracias, de nuevo, V...
ResponderEliminarXen y Mario Crespo, buena mezcla, viscerales y compulsivos.
ResponderEliminarA ver donde puedo comprar el libro.
Enhorabuena por este blog.
Un lector de blogs.
Gracias a a ti, tío, por guiarme por la niebla.
ResponderEliminarUn abrazo a todos los hijos de satanás.
PD para el anónimo: lo puedes comprar por internet.