lunes, 19 de enero de 2009

EL SILENCIO DEL TIRANO, por José Ángel Barrueco.


nos reuníamos por las noches
en la cocina, para solidarizarnos
conversar y permitir un flujo de humor:

mi madre
mi hermano
mi hermana

alrededor de la mesa,
muchacho, aquello fluía

como estar en una cena de antiguos colegas
ya sabes: camaradería, buenas vibraciones, relax

pero todo lo bueno dura poco:
minutos después de habernos reunido
se oía la llave en la cerradura,
seguida de un portazo violento
y la sensación de un nudo en la garganta:
una presencia incómoda
entrando por la puerta,
el marido y padre irrumpiendo en casa,
llenando las paredes
de mala vibración,
de enfado, de rabia, de odio, de tensiones

nos mirábamos entre nosotros
y un silencio espeso y terrible
se abría con su llegada

entraba murmurando algo: hum,
abreviatura de su saludo cotidiano

nadie reía
nadie hablaba
nadie estaba cómodo

mientras el marido y padre
daba cuenta de la cena,
huíamos sin hacer mucho ruido
a otras habitaciones, a leer, mirar la tele
o, simplemente,
a reunirnos de nuevo los cuatro,
como si aquello fuera una conspiración
contra el tirano y su silencio autoritario.


José Ángel Barrueco, del poemario Le aplastaré con mis versos (inédito).

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