martes, 2 de diciembre de 2008

RAINBOW FALLS by Lluis Pons Mora.


Hoy he soñado que me hacías una funda para la pistola.
La he acariciado junto a mí en la cama, entre el polvo
de mis legañas y mi oración para que vuelvas.
Ya sé nena que fue un error, pero ese error es mi trabajo.
Entiendo que no lo comprendas cuando te toca de cerca,
pero ya sabes que de no haber sido yo hubiera sido Joan,
Tom, o Jack, y ellos carecen de tacto en estos casos.

Hoy he llorado más de lo que un hombre debe llorar.
Al volver al piso franco tras varios cobros complicados
no he podido más, se me ha venido el mundo encima
al ver tus viejas postales en el espejo del recibidor.
He bajado las persianas y me he tendido en el sillón.
La balacera de ahí afuera sonaba como tus besos,
el ulular del desagüe era igual que tu voz,
el zumbido eléctrico, las sirenas... todo.

Esta noche tengo una escolta y apenas puedo caminar,
estoy bien jodido del guirigay de esta mañana,
soy como un muñeco de trapo en un armario de anzuelos.
O me hago viejo o creo que cada cosa empieza a afectarme,
mi vida se mezcla, esto ya no es para mí, los chicos lo notan.
¡Maldigo esa puta entrega de mercancía en Honolulú!
Si quisieras decirme dónde estás iría, no me importa nada,
iría y seguiría amándote, y si tú aún me amas me salvaría.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde,
aunque debe ser lo penúltimo, porque luego va la vida.
En mi caso no sé si es así, quizás perdí la vida al empezar,
quizás la esperanza murió cuando nací, o, no lo sé...
Ignoro la verdad y no me importa ni me interesa.
Sólo quiero terminar, desaparecer de este lobby inútil
de balas e inmundicia, inútil porque sin tu amor ya no hay
bien que hacer ni que se haga; sólo quiero que esto acabe,
trincar la pasta, que pillen el jaco, que no disparen,
y ni un combinado más en esta hamaca sudada.
Sólo quiero abandonar esta América política.

Cierro los ojos y sigues ahí, desnuda entre la espuma
en la bañera de aquel hotel de provincias frente al mar.
Cierro lo ojos y vuelves ahí, con medias y sin bragas
lamiendo la Beretta sobre la mesa llena de rayas y cojines.
Luego ese dolor de saber que tu dolor es porque yo
taché de la lista negra el nombre de tu amiguita,
¿me creerás antes del fin de la eternidad si te digo
que por primera vez me dio miedo un disparo?
¿Me creerás si me arrepiento, si lo hice por su bien?
También la quería a mi modo, también me ponía.

Las Cataratas del Arco Iris caen borrachas, tranquilas.
Te he comprado lehuas, esas flores rojas brillantes
como dos heridas en un traje blanco y nuevo,
esas flores con las que se hacen los collares típicos,
creo que llamados leis, que ojalá no se secaran.
A lo lejos puedo ver el casco gris del Catania,
pronto vendrá el capo, lo demás, lo siguiente.
Seguiré despachando telegramas a diario a cada
domicilio del que exista constancia en tu ciudad,
tengo a mi gente trabajando exclusivamente en ello,
tengo en ello mi dinero las veinticuatro horas del día.
Di algo cuando sea pero pronto, cualquier cosa,
una nota desde donde estés, un insulto, un susurro,
una amenaza... cualquier cosa... por favor, zorrita,
nunca supe tanto de mí mismo, no puedo más,
empiezo a dudar de mi calibre, reventaré,
no puedo soportar ni otro solo segundo
que tu cuerpo sea del color del azufre hawaiano.

Lluis Pons Mora, inédito.
Fotografía by Danielle Bedics.

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