Pensaba que iba a tener suerte; y sin más dilaciones presionó el enter del teclado. En menos de un segundo en la pantalla apareció un listado con más de veintisiete maneras de hacerlo.
Miró una por una. Dudaba. Se decidió por la trece. Así empezaría a acabar con las supersticiones; algo no le gustó y pasó a la veintidós. Peor aún; y a la velocidad de un rayo el puntero estaba presente en la opción cuatro. Un escalofrío fue el causante de un pequeño espasmo que le hizo levantarse de la silla y con prisa dirigirse a la chaqueta y buscar por los bolsillos la cajetilla de cigarrillos.
Algo más calmado y entre el espeso humo que se forma cuando apenas te da tiempo a tomar aire entre calada y calada, volvió a sentarse. De nuevo miró a la pantalla y aspiró fuertemente para acabar de consumir el cigarrillo que, una vez expirado, presionó con fuerza en el cristal; era el primero de la mañana, el cenicero curiosamente estaba esa mañana limpio y no costó ningún trabajo apagar el casi extinto cigarrillo.
Retomó el ratón y bajó dos opciones. Hasta la seis. Se fijó en los dos primeros renglones y fue susurrando palabra por palabra hasta la primera coma. Un: ¡¡joder¡¡ lo menos parecido a un susurro salió de su boca. Inmediatamente la opción siete estaba señalada. –Esta- se dijo con voz muy baja y con cierto tono de inseguridad. Cogió un post it y la apuntó; incluso al lado del número siete se atrevió a dibujar un círculo y escribir una fecha dentro del mismo: Siete del siete de dosmil… Pero la última cifra quedó en el aire, igual que el humo del Ducados. De izquierda a derecha un fuerte tachón certificaba que se había retractado.
Casi convencido -La ocho, ¿no? que me recuerda a verano – y el click sonó al instante. No le gustó nada de nada lo que leyó; sería por no dejar todo perdido. En consecuencia, la intuición le llevó a la opción uno, pero antes de abrirla se levantó de nuevo hacia donde estaba la chaqueta, y de nuevo al tabaco, y con el paquete de tabaco en la mano se volvió a sentar, y una vez sentado y algo más tranquilo que antes, encendió un cigarro más. Ahora sí era el momento de volver a la lectura. Notaba que tenía la boca seca, pero a la vez no tenía sensación de sed. Fue fumando mientras leía la primera frase del texto que le presentaba aquella opción; y esta vez no había nada que le sobreexcitara, es más, incluso la boca hacía media sonrisilla en su cara. Este sí, este pitillo le estaba sentando cojonudamente.
Había acertado. También pensó que era por donde debía haber empezado, o sea por el principio. La sonrisa se tornó carcajada.
Aunque sí que es verdad que escogió quizá la opción más dolorosa; teniendo en cuenta que el texto acababa en unas acertadas palabras: "…deja que la vida lo haga. Nunca falla."
Miró una por una. Dudaba. Se decidió por la trece. Así empezaría a acabar con las supersticiones; algo no le gustó y pasó a la veintidós. Peor aún; y a la velocidad de un rayo el puntero estaba presente en la opción cuatro. Un escalofrío fue el causante de un pequeño espasmo que le hizo levantarse de la silla y con prisa dirigirse a la chaqueta y buscar por los bolsillos la cajetilla de cigarrillos.
Algo más calmado y entre el espeso humo que se forma cuando apenas te da tiempo a tomar aire entre calada y calada, volvió a sentarse. De nuevo miró a la pantalla y aspiró fuertemente para acabar de consumir el cigarrillo que, una vez expirado, presionó con fuerza en el cristal; era el primero de la mañana, el cenicero curiosamente estaba esa mañana limpio y no costó ningún trabajo apagar el casi extinto cigarrillo.
Retomó el ratón y bajó dos opciones. Hasta la seis. Se fijó en los dos primeros renglones y fue susurrando palabra por palabra hasta la primera coma. Un: ¡¡joder¡¡ lo menos parecido a un susurro salió de su boca. Inmediatamente la opción siete estaba señalada. –Esta- se dijo con voz muy baja y con cierto tono de inseguridad. Cogió un post it y la apuntó; incluso al lado del número siete se atrevió a dibujar un círculo y escribir una fecha dentro del mismo: Siete del siete de dosmil… Pero la última cifra quedó en el aire, igual que el humo del Ducados. De izquierda a derecha un fuerte tachón certificaba que se había retractado.
Casi convencido -La ocho, ¿no? que me recuerda a verano – y el click sonó al instante. No le gustó nada de nada lo que leyó; sería por no dejar todo perdido. En consecuencia, la intuición le llevó a la opción uno, pero antes de abrirla se levantó de nuevo hacia donde estaba la chaqueta, y de nuevo al tabaco, y con el paquete de tabaco en la mano se volvió a sentar, y una vez sentado y algo más tranquilo que antes, encendió un cigarro más. Ahora sí era el momento de volver a la lectura. Notaba que tenía la boca seca, pero a la vez no tenía sensación de sed. Fue fumando mientras leía la primera frase del texto que le presentaba aquella opción; y esta vez no había nada que le sobreexcitara, es más, incluso la boca hacía media sonrisilla en su cara. Este sí, este pitillo le estaba sentando cojonudamente.
Había acertado. También pensó que era por donde debía haber empezado, o sea por el principio. La sonrisa se tornó carcajada.
Aunque sí que es verdad que escogió quizá la opción más dolorosa; teniendo en cuenta que el texto acababa en unas acertadas palabras: "…deja que la vida lo haga. Nunca falla."
Y es verdad. Nunca falla.
…a los conscientes amantes del tabaco, entre los cuales me incluyo.
Gsús Bonilla, relato inédito.
buen relato Gsús
ResponderEliminaryo ...he vuelto a fumar
un abrazo
el kebran
meu rei, la vida, lo hace siempre aunque no queramos o no podamos. pero sabes qué te digo? que la inmortalidad también tendría que ser un rollo... un abrazo, D.
ResponderEliminartamos dacuerdo vuk,
ResponderEliminarlo infinito siempre es un poco pesao.
gracias
a tó el mundo