Por las noches escuchaba al niño corretear por el pasillo. Miraba al techo y se preguntaba qué hacía un niño levantado a esas horas. Todas las noches lo mismo, a las cuatro en punto. A veces, despertaba a su marido para que lo escuchase también. Aquello era raro. Acababan de instalarse en el piso, apenas conocían a sus vecinos. El niño tendrá algún tipo de problema, pensaba. Noche tras noche, el niño y su carrera infinita por el pasillo. Al día siguiente se levantaba aturdida, con los pequeños pasos del niño en la cabeza. El niño gritaba: ¡Papá! Tendría unos seis años, imaginaba.Un día se cruzó con sus padres en el portal. Les preguntó: ¿Qué tal el niño? Ellos se miraron sorprendidos. La mujer contestó: Cuando nos casamos decidimos no tener hijos. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Esa noche apenas puedo dormir, ni la siguiente, ni la otra, nunca.
Ana Vega, del blog El cuaderno griego.
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No dejéis de merodear, queridos drugos, por El cuaderno griego de Ana Vega, lleno de turbadores relatos, estupendos poemas y otras inquietantes sorpresas... Hoy, sin ir más lejos, ese Ne me quitte pas de Los amantes de Pont - Neuf ( film de culto donde los haya ), que estremece y abre llagas y pone los pelos de punta... Saludos desde la Resaca, Ana: Los Hijos de Satanás te saludan. v.
Sencillamente perfecto.
ResponderEliminarVara
Escalofrío en la espalda.
ResponderEliminarNo hay más palabras.
Enhorabuena, Ana.
Mary
cuando la sencillez se ajusta a las formas es genial.mi enhorabuena, Ana.
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