- ¿ Y ahora qué pasa, eh ?
Estábamos yo, Alex, y mis tres drugos, Pete, Georgie y el Lerdo, que realmente era Lerdo, sentados en el bar lácteo Korova, exprimiéndonos los rasudoques y decidiendo qué podríamos hacer esa noche, en un invierno oscuro, helado y bastardo aunque seco. El bar lácteo Korova era un mesto donde servían leche-plus, y quizás ustedes, oh hermanos míos, han olvidado cómo eran esos mestos, pues las cosas cambian tan scorro en estos días, y todos olvidan tan rápido, aparte de que tampoco se leen mucho los diarios. Bueno, allí vendían leche con algo más. No tenían permiso para vender alcohol, pero en ese tiempo no había ninguna ley que prohibiese las nuevas vesches que acostumbraban a meter en el viejo moloco, de modo que se podía pitearlo con velocet o synthemesco o dencrom o una o dos vesches más que te daban unos buenos, tranquilos y joroschós quince minutos admirando a Bogo y el Coro Celestial de Ángeles y Santos en el zapato izquierdo, mientras las luces te estallaban en el mosco. O podías pitear leche con cuchillos como decíamos, que te avivaba y preparaba para una piojosa una-menos-veinte, y eso era lo que estábamos piteando la noche que empieza esta historia.
Anthony Burguess, La Naranja Mecánica.
¡Cómo me gusta, tanto el libro como la película! Hasta la música inquietante de Walter Carlos. Sí, en el Korova iniciábamos la juerga...
ResponderEliminarMi película favorita.
ResponderEliminar