Conocí a uno que, al igual que tú, estaba en el punto medio de un vacío... sin aristas, perpetuo... Al menos, así él lo creía... Su mirada era calor, presión que la Nada confería a sus movimientos... Su objetivo no era salir... No comulgaba con nadie... Ni consigo mismo... Simplemente, objetos de no se sabe bien dónde caían en su vacío y se enquistaban remolinando... Algunos en él impactaban... Ese era el contacto con el exterior... Nunca lo buscó... Aunque siempre quisieron contar con él como bandera en mitad de un desierto a poseer, bandera para ondear... y olvidar el terreno conquistado...
Y esas sondas, objetos animados o no, eran sólo líneas que le circundaban sin llenar su vacío... Eran sonidos en la Nada y para ellos, de ellos, escribía y sus palabras ascendían en espiral... De la realidad salían que conocía de su vacío y la gente las escuchaba... Eran palabras surgidas de un mundo latente pero desconocido, palabras de un vacío que no aspiran a llenar el silencio, pero que mellan en su sinsentido... Son palabras que entenderán y entenderían, que fluyen del desierto, al vacío atañen... Palabras de sequía, que hablan, que cincelan luz y en sombras mueren... Palabras... de un vacío que es el estercolero de los miedos...
Ese uno, creo recordar, al igual que tú caminaba como escuchando ladridos lejanos y perdidos en la montaña de un pasado... en el viento de la montaña del pasado... que se confunden, que nacen de la confusión, lejanos, ladridos por ladrar, que ya no conocen perro, nadie más escucha, a quien ya no está avisan, que se pierden en el vértigo, se sumen en el sueño, ese del olvido... Son ladridos a la puerta de un vacío...
Existen olas que no llegan a romper en la playa... Y ese uno, al igual que tú, creo, lo sabía... Por eso no buscaba moluscos en la orilla... Por eso, al igual que tú, creo, se adentraba en el océano a veces sin saber nadar... y si sabía, que no lo sé, no lo hacía mal, a veces, nada mal... Pero ese uno un día partió las olas allí donde las vela el horizonte y sin más fue expulsado a tierra... El horizonte se le negó... Y empezó a escribir unas crónicas para decorar el vacío... Su vida era mar, desierto: ese vacío ya de él hastío... Tu herencia... Su excomunión:
la barra del bar donde se encuentran nuestros silencios
la mirada que se pierde hacia adentro
la palabra que se calla
y se pudre
la Razón que te dice que ahora eres tú
sólo tu
solo
un Blues que se grita fragmentado
ecos... ecos
...
...
Alfonso Xen Rabanal, del blog Crónicas para decorar un vacío.
Bailando con la muerte
ResponderEliminaro brindis por Charles Bukowski
(con un pájaro azul en el corazón)
Porque el padre le pegaba
con un suavizador de navajas
ante la mirada aprobatoria
de su estúpida madre
y una enfermedad de la piel
le destrozó el rostro
privándole de la camaradería
y del amor de las muchachas
y los médicos acribillaron
su cuerpo de monstruo intimidado
con atroces agujas
y se dio a la bebida
y fue ésta como aire
para sus pulmones y vaho
para los ojos que no soportan
la luz de este asqueroso mundo
y en la soledad de una biblioteca
descubrió el hechizo fluyente
de la palabra escrita
y comprendió
que él también era digno
de hurtarle el fuego a los dioses
y procurar ese mismo hechizo
demostrando una vez más
que la poesía es para quienes la merecen
para los desesperados para los enfermos
para los insomnes para los solitarios
y comenzó a escribir
y a escribir
y escribir
hasta lavar su dolor en las aguas del río
y darle forma y cuerpo
e insuflarle un alma
llena de coraje y esperanza
y vengarse oh sí vengarse
mediante el suicidio
musical de los vocablos
y desaparecer
y defenderse
y purificar con belleza tanta locura
alzo la copa
en la noche indiferente
e inmensamente vacía
y digo
no te preocupes Charles
todos andamos escribiendo
por cosas así o parecidas
brindemos pues, un abrazo
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