EL SUEÑO AMERICANO
¿Qué hacer si un antiguo amor se presenta un día
y te pide que le lleves lejos,
que le acompañes a un país que ninguno de los dos conozcáis?
Ya casi no os queda nada en común,
pero la amaste tanto,
fuiste tan feliz a su lado,
y para colmo está tan guapa últimamente,
que te sientes afortunado,
y deseas revivir aquel tiempo que el recuerdo ahora idealiza,
cuando odiabas a todas las chicas que se llamaban como ella
hasta que oíste su nombre.
Y aunque lo vuestro no salió bien
-ella con sus caprichos, tú con tu desorden-
uno nunca es libre
cuando ama desmedidamente la belleza.
Y además, empieza a llover y no tenéis paraguas
y hay algo que te ha fascinado siempre en el pelo que la lluvia enreda...
-Llévame a Nueva York -te dice,
quiero conocer Brooklyn,
trabajar de camarera en un café
todos los días, hasta la media noche.
Y tú te lo imaginas todo
tan miserable y hermoso,
las calles, el otoño,
el parque,
los americanos cool
e insoportables,
un trabajo en la obra,
un piso pobre y mal decorado,
un televisor que cambia solo de canal
justo cuando a la bella emuladora de M
le va a levantar el vestido el extractor del metro.
Y también te imaginas
el sabor a café y pastel de manzana
que ella traerá en las manos cuando regrese,
y que desearías que fuese todo tu alimento.
Y también,
que uno de tus días libres,
cansado de pasear a la deriva,
demasiado cansado de estar solo
contigo mismo
entras en la cafetería
donde ella sonríe a los clientes,
y te sientas en la barra a beber un vaso de cerveza
y la miras como si fuese la primera vez que la ves
y entiendes que ella es la causa
de que tu vida sea un desastre
del que no te arrepientes.
[Incluido en Poesía para bacterias]
¿Qué hacer si un antiguo amor se presenta un día
y te pide que le lleves lejos,
que le acompañes a un país que ninguno de los dos conozcáis?
Ya casi no os queda nada en común,
pero la amaste tanto,
fuiste tan feliz a su lado,
y para colmo está tan guapa últimamente,
que te sientes afortunado,
y deseas revivir aquel tiempo que el recuerdo ahora idealiza,
cuando odiabas a todas las chicas que se llamaban como ella
hasta que oíste su nombre.
Y aunque lo vuestro no salió bien
-ella con sus caprichos, tú con tu desorden-
uno nunca es libre
cuando ama desmedidamente la belleza.
Y además, empieza a llover y no tenéis paraguas
y hay algo que te ha fascinado siempre en el pelo que la lluvia enreda...
-Llévame a Nueva York -te dice,
quiero conocer Brooklyn,
trabajar de camarera en un café
todos los días, hasta la media noche.
Y tú te lo imaginas todo
tan miserable y hermoso,
las calles, el otoño,
el parque,
los americanos cool
e insoportables,
un trabajo en la obra,
un piso pobre y mal decorado,
un televisor que cambia solo de canal
justo cuando a la bella emuladora de M
le va a levantar el vestido el extractor del metro.
Y también te imaginas
el sabor a café y pastel de manzana
que ella traerá en las manos cuando regrese,
y que desearías que fuese todo tu alimento.
Y también,
que uno de tus días libres,
cansado de pasear a la deriva,
demasiado cansado de estar solo
contigo mismo
entras en la cafetería
donde ella sonríe a los clientes,
y te sientas en la barra a beber un vaso de cerveza
y la miras como si fuese la primera vez que la ves
y entiendes que ella es la causa
de que tu vida sea un desastre
del que no te arrepientes.
[Incluido en Poesía para bacterias]
Buenísimo. Me gustó mucho.
ResponderEliminarEstupendo poema. En fin, todo comentario que se haga después de un bonito poema como este va a quedar como el culo. Deberían exhibirse primero los comentarios, a modo de teloneros y luego el post en sí mismo. Casi todos los post ganarían, porque la mayor parte de los comentarios que se hacen dan penita... como este.
ResponderEliminarMe ha recordado el título de este poema a una frase de Bukowski (mira tu por donde) sobre "El sueño americano" que Marco Ferreri incluyó en su película "Ordinaria locura". Aparece Ben Gazara en una playa refrescándose, recién salido de comisaría, absorto por la locura y la paranoia que genera el mundo:"...yo tenía mi propia ambición para reconfortarme: un deseo de ser desconocido, superfluo y de pasar inadvertido. No iba a perseguir el estupendo y mojado sueño americano. Prefería emborracharme."