Por la precisión/supe que el tiro/vino de dentro
Víktor Gómez
Víktor Gómez
Algunas noches se abre
un bar en mi cabeza.
Es un bar clandestino
sin cartel de neón
sin dueño ni permisos
ni salida de emergencias.
No tiene término medio:
está vacío o abarrotado.
Yo no sé cómo echarles:
mi voz no puede
con la música
ni con la cháchara
ni con el entrechocar
de vasos y botellas.
Mi voz es un cristal roto
que quedó fuera de alcance
bajo una mesa.
un bar en mi cabeza.
Es un bar clandestino
sin cartel de neón
sin dueño ni permisos
ni salida de emergencias.
No tiene término medio:
está vacío o abarrotado.
Yo no sé cómo echarles:
mi voz no puede
con la música
ni con la cháchara
ni con el entrechocar
de vasos y botellas.
Mi voz es un cristal roto
que quedó fuera de alcance
bajo una mesa.
Me rindo y observo:
como una vieja madame
cansada ya, y abrumada
por una noche
de éxito tardío.
Pero ellos no vienen a verme;
yo simplemente les convoco
con una invitación que dice:
invadidme. Es gratis.
Un día son poetas muertos
otro amigos
o parientes lejanos
y la noche siguiente
antiguos amantes
con sus novias nuevas.
Siempre olvido
por qué les he llamado
si el alcohol les dispara la lengua
les abrasa la memoria
les enciende la mirada
con una pueril maldad
una frivolidad malsana.
como una vieja madame
cansada ya, y abrumada
por una noche
de éxito tardío.
Pero ellos no vienen a verme;
yo simplemente les convoco
con una invitación que dice:
invadidme. Es gratis.
Un día son poetas muertos
otro amigos
o parientes lejanos
y la noche siguiente
antiguos amantes
con sus novias nuevas.
Siempre olvido
por qué les he llamado
si el alcohol les dispara la lengua
les abrasa la memoria
les enciende la mirada
con una pueril maldad
una frivolidad malsana.
Quizás en el fondo sé
que puestos a maldecir
a criticar a murmurar
y a fingir
yo sola
en medio del local vacío
soy peor que todos juntos:
en mi bar, cuando no hay nadie,
me emborracho con los restos
calientes de los cubatas,
y con mi imagen
reflejada en los espejos
juego a los dardos
que puestos a maldecir
a criticar a murmurar
y a fingir
yo sola
en medio del local vacío
soy peor que todos juntos:
en mi bar, cuando no hay nadie,
me emborracho con los restos
calientes de los cubatas,
y con mi imagen
reflejada en los espejos
juego a los dardos
y siempre
siempre
siempre
hago diana.
siempre
siempre
hago diana.
Ana Pérez Cañamares, poema inédito.
la perfección etílica hecha poema...
ResponderEliminargracias, Ana
besos con cierto regusto a Jack Daniels,
Vara
Muchas gracias...
ResponderEliminarBesos con vapores de Brugal,
Ana