jueves, 13 de diciembre de 2007

LAS TERMÓPILAS, por Javier Esteban.


El gran Leónidas, rey de Esparta, llamó entre grandes –mas lacónicas– voces a la puerta de mi casa para anunciarme que estaba haciendo el gilipollas con mi vida. Y debo confesar que yo siempre he tenido a Leónidas, rey de Esparta, como un tipo valiente pero, desde luego, no el más indicado para darle a nadie lecciones mayéuticas a las diez de la mañana un sábado de atroz resaca, así que le estampé la ancha hoja blindada que es la frontera de mi hogar en las narices con un moderado estrépito, sintiéndome como un hoplita ateniense renegado –tránsfuga a las filas de los persas– que en lugar de espada sostuviera una taza de café soluble. Me temo que con la emoción del portazo le debí de pillar algún dedo, no es bueno andar con sandalias en pleno mes de octubre. En cualquier caso, él no dijo absolutamente nada a este respecto. Honestamente, no podía esperarse menos del gran Leónidas, rey de Esparta.

Javier Esteban, inédito.

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