viernes, 23 de noviembre de 2007

GALACTUS, por Javier Esteban.

El enorme erizo rosa arrugó el hocico ensangrentado, olisqueándonos. A continuación se irguió sobre sus dos extremidades posteriores y empezó a avanzar hacia nosotros con una inocencia perversa cosida en su mirada de pelusa. Tuvimos suerte: resbaló con las entrañas del cuerpo del viejo al que acababa de destripar junto al puesto de chuches y así nos dio tiempo a correr hasta el callejón tras la panadería. Sin embargo, ningún lugar del mundo iba a servirnos a partir de ahora de refugio. Lo supe en cuanto mi hermano me señaló chillando el cielo y pude contemplar horrorizada con mis propios ojos cómo aquella inmensa mano azul de felpa aplastaba la luna entre los dedos y trituraba sus pedazos contra una boca plana y sin dientes, que sólo acertaba a farfullar en un delirio ansioso: "¡Ah! ¡Galleta!".
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Javier Esteban. Inédito.

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