Delante del portal de la casa de Jesús había un buen montón de tierra. Las casi gemelas y yo estábamos poniéndonos perdidas en un infructuoso intento por hacer castillos de arena, sin agua ni cubo ni arena misma.Tierra de la peor, de la que se te mete en las uñas y cuando te las llevas a la boca crías lombrices. Mil veces me lo había dicho mi madre. Mil veces, también, que nunca atendiera a la llamada de un desconocido. Cuando aquel hombre nos dijo que fuéramos, fuimos. Entramos en el portal de Jesús y nos hizo subir las escaleras. Sonrisas tímidas y calor. Con toda la amabilidad del mundo nos pidió que nos sentáramos a horcajadas, de una en una, de frente a él. Yo llevaba un pantalón de peto a cuadros que no acertó a desabrochar. No me resistí, incluso me aferré a sus hombros para no caer hacia atrás rodando por las escaleras. Después de varios intentos, se conformó con restregar su pene color naranja en los cuadros de mi pantalón. Si apuro la memoria, podría decir que incluso se disculpó con un leve gesto de No ha podido ser. Las casi gemelas llevaban falda. No recuerdo el orden. Tampoco que protestaran. Quizá a la más pequeña se le acentuó el gesto de estupor que tenía incluso cuando mascaba chicle. Yo tenía seis años, como su hermana, ella cinco. Aquel hombre llegó incluso a despedirse cordialmente de nosotras antesde bajar con urgencia y desaparecer. Nosotras esperamos aún unos segundos. La mayor de las casi gemelas dijo que nos fuéramos a casa y salimos corriendo. La puerta de la casa de mi abuela estaba abierta, como siempre. Pasamos directamente al patio y orinamos las tres en el sumidero. Una de las casi gemelas dijo, Mira, me sale espuma. A lo que la otra respondió que aquel hombre se le había meado dentro. Después se marcharon. Yo volví a casa con mis padres, cené, me acosté, y el lunes no fuimos al colegio. Deduzco ahora que las dos niñas le contaron a su madre lo sucedido, su madre llamó a la mía, y el lunes estábamos todos encomisaría viendo cientos de fotos de carnet de cientos de hombres en blanco y negro, y ninguno el del pene color naranja, ordenados y plastificados en un archivador negro que no podía sostener yo sola. Un hombre en mangas de camisa que apestaba a colonia, me preguntó, ¿Os tocó? ¿Os enseñó algo? ¿Os hizo daño? Yo negué con la cabeza. Hubiera reconocido a aquel hombre si hubiera fijado la vista en aquellas fotos. Podía haberlo contado con todo detalle, como ahora, pero aquella Estrella de seis años sólo quería largarse cuanto antes a gastar la peseta que le habían dado para incentivar su memoria. Nunca he sabido qué respondieron ellas, sólo sé que salimos las tres de la mano, sonrientes, y nos compramos chucherías en el kiosco que había a la puerta de los juzgados. Un año más tarde, justo antes de hacer la comunión y de cambiar su nombre por el de Blanca, Estrella tuvo que hacer un trabajo en el que le pedían que definiera la abundancia. Dibujó un cuadrado rosa. Cuando su madre lo vio, dijo, Pues yo me la imagino naranja. Estrella recordó entonces el pene de aquel hombre, borró el lápiz rosa y rellenó el cuadrado con el rotulador de color naranja más brillante que tenía.
De Isabel Bono, para Hankover.
Como ya hemos comentado alguna vez, Resaca/Hankover, la antología bomba que Caballo de Troya publicará en la primavera próxima, no agota ni muchísimo menos la nómina de vástagos de Satanás... Es lo que sucede con cualquier antología, y aún más con una como la presente, dedicada al viejo Chinaski: nunca están todos lo que realmente son... Precísamente por ello decidimos abrir este blog luciferino, y desde entonces, hace ahora poco más de 3 meses on the road, Patxi y yo y algunos otros colaboradores satánicos nos hemos ido encargando de dar cuenta de muchos textos e ilustraciones de autores que, por méritos propios, deberían figurar en la nómina de la Resaca... Es el caso, sin ir más lejos, de nuestra hermana & tripulante Isabel Bono, que hoy nos envía este brillantísimo y turbador relato titulado Color Naranja... ¡Para disfrutar sin complejos ! v.
Joder!!!
ResponderEliminarHabrá calité por lo que veo...