martes, 23 de octubre de 2007

Cuento: Por eso duermo mal



Acostumbro los sábados a emborracharme a muerte. Soy un hombre solitario que se lleva a casa hasta las curdas de otros, quiero decir que empino el codo por los demás. Es cierto que bebo demasiado.
Y cuando bebo y no me entero de lo que ocurre a mi alrededor es cuando me llevo objetos en los bolsillos. A la mañana siguiente, cada domingo, descubro cosas que he recopilado por la calle sin acordarme de por qué o dónde las he cogido y encontrado. Por ejemplo, unos guantes: tengo guantes de colores, casi siempre de la mano izquierda; guantes que se les pierden a las chicas y guantes que se les caen a los obreros en las inmediaciones de los edificios en construcción; guantes de señoritos y manoplas de trabajadores nocturnos. Una vez hallé en el bolso de mi abrigo una baraja rota con dibujos de superhéroes, y otro día un móvil viejo que no funcionaba. En ocasiones descubro bocadillos a medio envolver que han tirado los jóvenes que trasnochan, sombreros de paja, gafas de espejo sin un cristal y espejos retrovisores que salpican las aceras tras los accidentes de madrugada.
Pero este último sábado no he salido. Tuve un susto tremendo. Fui a coger mi abrigo de los fines de semana. El domingo pasado olvidé registrar los bolsillos y, al meter las manos en su interior para resguardarme del frío, saqué una cartera. Una cartera de esas de colores, como de chica. Con cierto temor la abrí. Tenía adheridos pelos y sangre. Me sobresaltó ver la fotografía del carnet de identidad de su propietaria. Se parecía mucho a la de una adolescente desaparecida cuyo retrato habían puesto esta semana en los periódicos; de hecho era ella; se rumoreaba que podrían haberla violado, muerto y escondido su cadáver la misma noche de su desaparición, o sea, el sábado anterior a éste.
Así que no he salido a emborracharme. Intento recordar cómo llegó esta cartera a mis manos, por descubrir si le puedo dar una buena pista a la policía. Lo curioso es que llevo todas las noches de esta semana sufriendo una pesadilla en la que soy quien viola y mata a una chica muy parecida, y por eso duermo mal.


José Angel Barrueco, de El hilo de la ficción

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