De vez en cuando vuelvo a Bukowski. Este volumen contiene 27 relatos de sexo, soledad, miseria, borracheras, poesía, surrealismo. Siempre encuentro en sus páginas varios relámpagos que me dejan k.o., como si me hubiesen dado un puñetazo: ¿Qué puede hacer un poeta sin dolor? Lo necesita tanto como a la máquina de escribir. El penúltimo relato, que habla de su paso por el hospital, me recuerda al par de veces que me ingresaron a mí. Bukowski lo calca. Calca lo que se siente, la tortura de dormir junto a enfermos, el miedo al dolor, la angustia nocturna. Pero que hable él. Copio aquí un párrafo de otra de las historias, que también aparecía, en otro libro, convertido en poema:
Como cualquiera podrá deciros, no soy un hombre muy agradable. No conozco esa palabra. Yo siempre he admirado al villano, al fuera de la ley, al hijo de perra. No aguanto al típico chico bien afeitado, con su corbata y su buen trabajo. Me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos y mentes rotas y destinos rotos. Me interesan. Están llenos de sorpresas y explosiones. También me gustan las mujeres viles, las perras borrachas, con las medias caídas y arrugadas y las caras pringosas de maquillaje barato. Me interesan más los pervertidos que los santos. Me encuentro bien entre marginados porque soy un marginado. No me gustan las leyes, ni morales, religiones o reglas. No me gusta ser modelado por la sociedad.
José Angel Barrueco. Reseña publicada en su blog Escrito en el viento, en febrero de 2007
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