martes, 14 de febrero de 2023

A DAVID GONZÁLEZ, POETA por JAVIER VAYÁ ALBERT



Se ha muerto David. Se ha muerto el poeta. ¿Cómo demonios se atreve el mundo a seguir su curso? Su curso acelerado de reuniones y oficinas. Su ritmo voraz de transeúntes y pasos de cebra. Se ha ido David. Se ha ido el poeta. ¿Por qué diablos no se detiene el mundo? Se ha marchado David, el poeta, un lunes feroz de temporal, de tacones horadando los charcos, de lluvia impasible y ajena. Un lunes de declaraciones de políticos y resultados de partidos de primera. Se ha muerto David, se ha muerto el poeta y la tierra debería poblarse de una tristeza endémica.

Somos los perros de la lluvia y ahora nuestro ladrido de versos está huérfano. Somos los perros de la lluvia y ahora nuestro aullido suena a pena tan triste y tan amarga como las bulerías que os cantaba La Maika a través de las galerías de la cárcel. Qué rabia, David, qué pena, qué perra esta vida, mienten los periódicos que te nombran en la muerte tantos que se callaron tu nombre en vida. Qué rabia, David, recuerdo me daba escucharte decir que nadie había ido a verte recitar en Gijón, nadie es profeta en su tierra hasta que no se encuentra enterrado debajo de ella, escribiste siempre tan certero. Tan idiota yo, te propusimos que te vinieras a Valencia, que te alojaras en casa y aquí montábamos un recital como dios manda. Ignoraba entonces que en mi ciudad como en la tuya y en cualquiera reina la envidia y la endogamia. De todos modos la vida, tan perra ella, se dedicó a lanzarnos golpes y ocupados en fajarnos se nos fue el tiempo. Qué rabia, David, tío, si una cosa hubiera querido, un jodido deseo, en este desoficio de poeta, era recitar, cerveza en ristre, a tu vera. Eso ya no ocurrirá jamás.

Poeta, solo me consideré eso cuando tú me llamaste así haciendo gala de esa generosidad tuya tan deslumbrante. Porque tenías un corazón tan grande que te cabía todo el mundo. Todo no, los monstruos que desafiabas no cabían allí. Decían que habitabas los márgenes, pero esos márgenes los dibujan los mismos que se repantigan en su miasma de poltronas y pedestales. Del mismo lugar casposo del que bajaste a la poesía a hostias, con piedras de honestidad inquebrantable. Y eso no te lo perdonarían nunca esos que ahora tanto dicen que te lloran. En España todavía se fusila a sus mejores bardos, esta vez con balas de hambre, silencio y miseria. Dejaste escrito que al final la vida te había derrotado y escrito su última palabra, pero antes de irte asestaste tu golpe de gracia. Tu poesía se queda y permanecerá siempre, de pie frente a la cobarde jauría, innegociable e indómita como a ti mismo te describió Vicente Muñoz Álvarez con hermosísima tinta de lágrima.

Sí, David, tío, sí, ya se te extraña. Queda herida por siempre la poesía, desarrapada, desahuciada, como un perro que al mojar la lluvia no encontrara el camino de regreso a casa. Eso también lo escribió Vicente o Tom Waits, o alguien, yo que sé, qué importa. En estos momentos soy incapaz de escribir algo original o brillante. Duelen demasiado estos días sucios y fríos recién inaugurados, es demasiado fea esta vida sin tu vida, David.

Allá dónde habites ahora, me despido como lo hacías tú siempre. Enviándote un abrazo fuerte y solitario, querido Poeta.

Javier Vayá Albert,
en Inmediaciones.org


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