jueves, 17 de enero de 2013

EL BAILE DE LOS VAMPIROS


Otra de mis películas de culto favoritas de Roman Polanski (junto a Repulsión, Cul-de-sac, El quimérico inquilino o La semilla del diablo, todas ellas imprescindibles), El baile de los vampiros (Dance of the vampires, 1967), es una delicia psicotrónica para los amantes del género, entrañable, sarcástica e inolvidable, que mezcla en sabias dosis tragicomedia y horror, dando lugar a un híbrido de lo más sugerente.

Sólo por admirar en pantalla a la tremenda Sharon Tate (mujer de Polanski en la vida real, asesinada poco después por la pandilla de Manson), merece la pena ya verla. Pero también por otras muchas razones: su ambientación, fotografía y puesta en escena (quién no desearía cenar en esa posada o ensoñar al pie de ese castillo gótico), el guion (lleno de gags agudísimos) y la banda sonora, el papel memorable del doctor Ambrosius (una especie de Einstein/Van Helsing alucinado) y del propio Polanski como su ayudante (Alfred), las persecuciones vampíricas enloquecidas y los impresionantes paisajes nevados, etc.

Una de esas escasas películas que, sin saber muy bien por qué, transmiten magia y optimismo a raudales y uno no se cansa de videar en las oscuras veladas de invierno.


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