sábado, 3 de marzo de 2012

PETISME Y SUS POEMAILS EN 'EL CULTURAL'

Poemails: Nuestra venganza es ser felices

Ángel Petisme


A. SÁENZ DE ZAITEGUI | Publicado el 02/03/2012


Literatura: el original de una mala copia llamada realidad. De los infinitos universos posibles, escogemos uno arbitrariamente: le asignamos una geografía, una cronología, diseñamos la historia. Lo limitamos, nos limitamos. Por eso Poemails contiene la vida entera, mientras que la vida apenas da para unos versos.

Pasan tantas cosas en este libro. Contiene multitudes. Creador indiferente a las bobadas poéticas y en general a las bobadas, Ángel Petisme (Calatayud, Zaragoza, 1961) avergüenza al mundo (que se cree tan grande, tan fuerte) metiéndolo en un centenar de páginas impresas, y todavía sobra sitio. Hay hechos sobre los que no se poetiza, porque son poesía en sí mismos: la verdad escupida al poder, la especie humana como libro descuajado, la caída de Occidente que sigue cayendo y nunca toca fondo. Para denunciar la guerra, la injusticia, el error absoluto que algunos denominan mal necesario: para esto nació la poesía en Europa hace tres mil años. Luego vinieron los ociosos e inventaron el amor, como si no fuera otra batalla. “Intenté cambiar el Mundo/ con un poema/ y se rieron los cimientos de la Tierra”, cuenta el revolucionario y sólo entonces poeta, hablando la lengua de Google, esa derrota de Babel. Y cuanto más contacto Skype, cuanto más “la democracia acabó en Internet”, más escuchamos la voz de Juvenal, que vio mucho, lo vio mal y lo contó todo: “¿Qué queda de los sueños antiguos? ¿Qué queda de los ideales perdidos por caminos del Dharma y ríos de nicotina? Pregúntaselo a Kerouac”. La ficción es la respuesta; la realidad, un constructo sin esqueleto que no pasa de problema. “Algunos hemos encontrado/ en eso que antiguamente se llamaba el Arte/ la energía de nuestras vidas./ Y eso nos hace generosos, distintos y millonarios”. Es la dignidad del poeta, el libre, el de verdad.

“Hicieron un gran desierto y lo llamaron paz”. Sobre Tácito puede asentarse casi todo, fundamentalmente lo que más importa. Diario bélico de la Iraq rota, La noche 351 es un itinerario de testimonios sobre muerte, sobre la vida en espera. Testigo presencial de la catástrofe, Petisme se comporta como los poetas de la guerra ingleses, casi niños enfrentados al mayor monstruo humano, y que aun así se negaban a soñar pesadillas.

Tampoco este poeta-cronista se rinde al cansancio de sostener la belleza por encima del horror, y no para amortiguarlo, sino para humanizarlo, para hacerlo comprensible a quienes no estuvimos allí: “Aquí los ángeles nos reímos por todo,/ aquí por miedo me enamoré hasta yo,/ máquinas oxidadas, las palabras/ acuchillan el corazón del cielo”. En el entorno más hostil, se atrinchera en tradiciones que suenan al mundo desde que es mundo: en su Noche colisionan Sherezade y Bush, el fulgor y la sangre. No hay fingimiento: la ficción no miente, no está autorizada para hacerlo. Sátira en Poemails o lírica en Bagdad, la realidad empieza en esta literatura. Dos libros, dos egos, un mismo corazón. Poesía más viva que la vida misma.

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