viernes, 29 de abril de 2011

LOS TIGRES DE DETROIT by Fernando Gutiérrez.

Hola qué tal
El motivo de mi mail es para hacerles llegar mi felicitación por el esfuerzo que realizan por medio de la red para dar a conocer otras formas literarias, que a veces no es tan fácil de hacerlo en los medios comunes. Me es grato seguir y leer letra por letra el blog Hankover, es algo que me inspira y me identifico pese a que la imaginación de tal blog sea de dicha forma personal por cada autor que publican.
También les hago llegar un cuento que ha salido de mi imaginación, no sé qué hacer con él, realmente en los cuentos no me he adentrado mucho pero leo mucho de Carver y Fante, cosa que me ha ayudado bastante a poder plasmar lo que quiero al contar una historia, espero sea de su agrado no con el afán de publicarlo sino con la intención de que lo disfruten y puedan dar su punto de vista.
Muchas gracias


Como a un jonrón a los Tigres de Detroit.

Los Tigres de Detroit, el equipo más perdedor de toda la historia del beisbol. Al parecer los ángeles no pudieron aterrizar en ninguna de sus terceras bases, bateador o lanzador. No hubo quién dejara su vida de inmortal y ningún manager que hiciera el milagro americano en el equipo. Pero en un tiempo fue el equipo de mi vida, yo era dueño de un Ford 1956, una gorra de beisbol y al parecer una vida con esposa, perro y casa.
Sábado soleado, el estadio Briggs abarrotado, un compañero de trabajo al que no consideraba mi amigo a mi lado, un par de habanos en mi mano y una ilusión inmensa de ver esa tarde a los Tigres ganar. Mi compañero en turno era Jhon, él había comprado las entradas, parecía muy perturbado por algo que hasta poco después me enteraría. Jhon era un tipo nada amigable, parecía tener adicción al coñac con mariguana. Compañeros me dijeron que ese día Jhon se encontraba buscándome por toda la empresa hasta que por fin dio conmigo, me dijo que tenía algo importante que decirme, además no me negué cuando vi esas 2 entradas de los Tigres contra los Yanquees en la palma de su mano.
Era raro, mi relación con Jhon no iba más allá de "buenos días, buenas tardes, suerte" pero no me caería nada mal compensar un pésimo día de trabajo con una buena tarde de habanos, beisbol y mi aferrada ilusión de ver los Tigres de Detroit ganar. Así que accedí sin saber la tragedia en que se convertiría mi vida después de esa tarde.
Era la tercera entrada, los Tigres empataban y tenían el turno al bat, olvidé y prefiero omitir los nombres de los jugadores por la poca salud mental que todavía tengo. Tenían la primera y la tercera base con sus corredores listos para arrancar el suspiro de ilusión que todavía tenía de verles ganar el juego, pero el maldito bateador falló en sus tres intentos y se fueron sin conectar durante esa entrada. Así que mientras el juego seguía su curso, Jhon cada vez se ponía de peor humor, al parecer no le agradaba el beisbol o no le agradaba que yo fumara tan cerca de él pero se mantenía sereno y sin decir palabra alguna. En la quinta entrada los Tigres perdían ya por 4 carreras, yo me encontraba desilusionado y con un nudo en la garganta, recordé que podría ser uno de los peores días de mi vida, pero también recordé que mi madre siempre me decía que cada vez que perdían los Tigres de Detroit yo afirmaba que era el peor día de mi vida. Jhon rompió el silencio, afirmaba que tenía algo que decirme y que al final de la novena entrada era el tiempo exacto para que yo escuchara lo que tenía que salir de su boca. Yo, despreocupado por el mundo de afuera, angustiado por el juego, pero templado, acepté a escuchar lo que tenía que decirme, así que le dije que hablara mientras yo encendía el otro habano.
En el momento en que Jhon abrió la boca, sonó un batazo y la gente se encontraba anonadada, la pelota se iba lejos como un rayo que salía del suelo y se dirigía hacia el cielo ¡que Dios nos ampare y saque su guante y atrape esa pelota!, en ese momento Mickey Mantle, por supuesto Yankee, conectaba el jonrón más largo en la historia del beisbol, ese día se estaba abriendo una nueva página en el historial de los fracasos de los Tigres, ese día, el preciso momento que se conectó el jonrón, Jhon me confesó que estaba teniendo una relación con mi esposa, que pretendían escaparse esa noche pero que era mejor que yo lo supiera para no armar ningún lío, que cuando yo llegara a casa ya no estaría ninguna compañera con ese estofado de res que tanto me gustaba oler después de una mala tarde, como esa tarde lo era, que se aburrió de mí y pronto me olvidaría, que Jhon con toda su adicción al coñac con mariguana la supo hacerse sentir mujer con su forma de tocarla y de tratarla.
Por dios Jhon – dije- qué estupidez me estás diciendo, en qué momento lo dices, que no ves que le están conectando un jonrón de su puta madre a los Tigres, que no ves que es el peor día de mi vida y tú me dices que te has estado follando a mi esposa sin que yo lo supiera, vaya mierda de día que me ha tocado vivir.
Me hubiera gustado decírtelo en otras circunstancias pero tu esposa insistió en que te lo dijera al final del juego para que no te sintieras tan vacío, pero ella no conocía lo malo que son los Tigres, ahora caigo en cuenta de que no era buena idea haber venido y de que tú eres un desconocido en su vida- respondía el muy imbécil.
Jhon se largó sin decir cosa alguna, el partido terminaba y yo me sentía entre los 5 hombres más infelices en la tierra: en primer lugar se encontraba el pitcher de los Tigres, en segundo el Manager, en tercero el presidente en turno y en cuarto alguna persona que debe de haber perdido una fortuna al apostar a favor de los Tigres.
Esa noche, me la pasé por algún bar para tratar de no llegar a casa, aunque ya nadie me esperaba, alguna parte de mí insistía en que todo era una broma de mal gusto. Pero mi otra parte, la realista, sabía que mi esposa se había largado, que ya no la vería más y que me había dejado hecho trizas como el rompecabezas más grande del mundo, así que mejor pasé la noche en un bar sin gente bebiendo cerveza y con Little Willie Jhon sonando en la tornamesa.
Al lunes siguiente en la fábrica nadie se daba cuenta del fracaso de hombre que yo era, ya que todos comentaban la pelota que atravesó Detroit la tarde noche de un día anterior, ni siquiera se dieron cuenta de que Jhon no estaba. Hasta que un imbécil, de esos que prefieres que nunca hubieran nacido, me cuestionó sobre dónde se encontraba ya que un día antes lo había visto salir conmigo luego del trabajo, yo respondí que me confesó su homosexualidad y su amor por mí ya que era su último día en Detroit, cosa que lo hizo soltar una carcajada y darme una palmada en la espalda.
La mayoría de las veces mi madre tenía la razón pero ésta vez estaba confirmado, había sido el peor día de mi vida porque perdieron los Tigres de Detroit, porque perdí mi vida, porque la perdí a ella y porque comencé a odiar el coñac después de que fuera mi bebida favorita.

Fernando Gutiérrez (México).

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