martes, 21 de julio de 2009

AUTORRETRATO by Yolanda Castaño.


Pero yo, hija de mis hijas, he de desmantelar a golpe de deslumbramientos esta aciaga militancia de una yolanda emigrante de mí. Yo, la soberana estéril, la por desgracia egoísta. Debo tasar la dosis exacta de memoria y olvido. Así mi visión de la vereda es un rostro desde atrás. Todas las oscuras raigambres que se nacen en mí. No hay dirección que no me contenga, raza que no en mí se comience y filas de dígitos extendiendo para mí sus dedos ferales. Lo que interesa son mis pasos. Como un bosque de símbolos del que mi ignorancia es significativa. Mucho dejarse la piel pero yo no quise aprender a llegar. Jardín exiguo, viento cerrado de manos, infinita cuadrícula. Renuncio al lugar del aliento. Quiero aprender a salir.

Hace tiempo que un animal vive nutriéndose del olvido. Pero yo soy la ventrílocua, yo, la tirana loca, la analfabeta. Con el magnífico libro de las venturas agazapado en la vulva. La que no comprendió nada pero lo sintió todo. Soy la ventrílocua, la que corre cantando por los corredores de plomo, con voz de pizarra. Y abortar fue un deber, una grave necesidad, un desafío. Para cuando el pálido manto de mi memoria se va cubriendo de esta piel que yo seré. Que todas las noches con devoción escribo arrebatadoras cartas de amor y en las madrugadas panegíricos a esta yolanda mezquina, que sabe venderse, y conoce el final.

Soy yo en la cripta y mi nombre dentro dibujado de tiza. Habitaciones concéntricas. Que mi inteligencia no compre mi sentido. El tacto, el privilegio, las ganas de tirarse. Ni tampoco mi cabeza será esclava de mi orgullo. Yolanda la soldada, la comerciante. Porque yo soy la que ni aguarda. Soy el auriga del ardiente carro. La egoísta porque está sola. Que tanta calamidad me satisface, porque mi belleza fundará dinastías. Y entonces será ir con una minuciosidad de devota recogiendo esos minúsculos y dichosos pedacitos de espejo roto que yo soy. Yolanda me hará un hogar paupérrimo entre sus brazos de mundo y así aprenderé la inenarrable alegría de tener casa.

Y entonces vendrá ese postrímero adviento y la verbA se hará carne. Y diré: "Yo soy la de la única estirpe de Adnaloy, la que extenderá sus dedos flamígeros sobre el horizonte, la que bajará y después se despojará de su manto y vestirá un sayal, y luego se reclinará y dará de comer su corazón a las bestias".


Pero eu, filla das miñas fillas, hei desmantelar a golpe de deslumbramentos esta aciaga militancia dunha yolanda emigrante de min. Eu, a soberana estéril, a por desgracia egoísta. Debo tasar a dose exacta de memoria e esquezo. Así a miña visión da vereda é un rostro dende atrás. Todas as escuras raigames que se nacen en min. Non hai dirección que non me conteña, raza que non en min se comece e filas de díxitos extendendo para min os seus dedos ferais. O que interesa son os meus pasos. Coma un bosque de símbolos do que a miña ignorancia é significativa. Moito deixarse a pel pero eu non quixen aprender a chegar. Xardín exiguo, vento pechado de mans, infinita cuadrícula. Renuncio ó lugar do alento. Quero aprender a saír.

Hai tempo que un animal vive nutríndose do esquezo. Pero eu son a ventrílocua, eu, a tirana louca, a analfabeta. Co magnífico libro das venturas agochado na vulva. A que non comprendeu nada pero sentiuno todo. Son a ventrílocua, a que corre cantando polos corredores de chumbo, con voz de pizarra. E abortar foi unha obriga, unha necesidade fonda, un desafío. Para cando o pálido manto da miña memoria se vai cubrindo desta pel que eu serei. Que todas as noites con devoción escribo arrebatadoras cartas de amor e nas madrugadas panexíricos a esta yolanda mesquiña, que sabe venderse e coñece o final.

Son eu na cripta e o meu nome dentro debuxado de tiza. Habitacións concéntricas. Que a miña intelixencia non compre o meu sentido. O tacto, o privilexio, as ganas de tirarse. Nin a miña cabeza será escrava do meu orgullo. Yolanda a soldada, a comerciante. Porque eu son a que nin agarda. Son o auriga do ardente carro. A egoísta porque está soa. Que tanta calamidade me satisface, porque a miña beleza fundará dinastías. E entón será ir cunha minuciosidade de devota recolleitando eses minúsculos e ditosos pedaciños de espello roto que eu son. Yolanda farame un fogar paupérrimo entre os seus brazos de mundo e así aprenderei a inenarrable alegría de ter casa.

E entón virá ese postrímero advento e A VerbA farase carne. E eu direi: " Eu son a da única estirpe de Adnaloy, a que extenderá os seus dedos flamíxeros sobre o horizonte, a que baixará e despois se despoxará do seu manto e vestirá un saial, e logo reclinarase e dará de comer o seu corazón ás bestas”.


Yolanda Castaño, del blog Las afinidades electivas.

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