martes, 12 de agosto de 2008

BORRACHO DE TIJUANA, por Roque Dalton.


Yo soy el mismo de ayer el que no gime

entre los dientes del coyote

el que descuartizado se sonríe

pero que exige su cortejo y su fecha

cuando le toca la ternura.


Yo estuve ahí la luna lo diría las luciérnagas

cada uno de mis poros

fue un objeto herido por el humo del copal

nada me arrebataron sin matarme

y fui el ciego ambulante

tocando el mapa de las hojas.


El general Villa me despidió era el polvo aplastado

después de darme unas monedas

me vio partir moqueando sin decirme nada

y por si alguno se inquietó con mi silencio

diré que mi alma está en cuclillas

desde entonces no mato bien.


La niebla de repente me atonta

toda la vieja niebla

se quita el gran sombrero se acomoda

entonces no sé si me vanaglorio

o si es cierto el flechazo que soporto

a pura sangre y dientes apretados

a puro chínguese alguien olvidando el escudo

sólo el avance contra el golpe queda.


Yo soy el mismo siempre el macheteado

a la orilla del potro el muchachito

feroz a quien le hiede el nombre y qué me importa

el que conserva la guitarra

abofeteando a la hembra a la guitarra

y a la sangre arruinada

que es una mancha que me corre adentro.

Tengo otras cosas que contar

el fango me enseña mucho

numerosas infamias nos regala para adornar el estandarte

el disminuido espejo que te escupe la cara.


Amo creo a mi patria hasta matar

hueso perfecto espero desnudar por gracia de los cuervos

la única ceremonia es el silencio

la única.


Roque Dalton, de Los testimonios ( Baile del sol, 2008 ).

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