jueves, 22 de noviembre de 2007

Gatos, por Eduardo Boix


Soy el viejo que morirá solo en el suelo de ajedrez y será devorado por sus gatos. Maullarán toda la noche para que otros felinos acudan, con la luna llena de testigo, a devorar este delicioso cuerpo. Una hilera de sombras entrarán por el alfeizar de la ventana. Comenzarán a olfatear, a relamerse y entre ellos se iniciará una lucha encarnizada por devorar las mejores partes. Las crujientes orejas, la carnosa lengua, los gelatinosos globos oculares… Todo un mundo de sabores para unos felinos acostumbrados a sobrevivir entre ratones y restos de basura.
No se preocupen, yo no sufriré. Ya estaré muerto. Caeré fulminado a causa de un infarto de miocardio. Será una muerta rápida. Como un gran pinchazo. La muerte en el último duelo dirá ¡TOUCHE! Y reirá a carcajadas.
A cada hora que pase, la jauría irá en aumento. Disfrutarán destrozando mi cuerpo con sus diminutas patas. Arañarán mi carne en busca de las preciadas vísceras. Las encontrarán. El preciado estómago con restos de la cena. Un tierno bistec al foie regado con vino burdeos. Los sangrantes y gelatinoso intestinos, un placer para el paladar. El hígado macerado en alcohol durante años, que les embriagará durante horas y les guiará por un meloso sueño.
En horas de vigilia, otros gatos bajarán aprovechando el profundo sueño de los otros, para continuar con los restos. Como fieras carroñeras, lucharán entre ellos para disputarse los mejores restos antes de que los gusanos y las moscas hagan su primer acto de presencia. La cara empezará a desfigurarse dejando una sonrisa permanente y una profunda mirada en mi semblante. El olor a carne podrida empezará a invadir partes de la casa. Los felinos irán cogiendo su parte del ya corrupto manjar y se esparcirán a lo largo de innumerables rincones, para en soledad, poder disfrutar de su alimento.
Al cabo de dos días ya no seré mas que huesos. Gatos más jóvenes como soldados en la retaguardia, vendrán a lamerme en busca de poder sacar jugo de los mismos. El hambre y el agudo olfato, les hará ver que sus antecesores han olvidado algo. Una parte tan preciada en el cuerpo, que a veces nos olvidamos de ella sin sentido. La gran masa muscular que es el corazón permanecerá inerte como encerrada en una jaula hecha con costillas. A zarpazos comenzarán a destrozarlo y lo romperán hasta hacerlo jirones. Sangrantes jirones que llevarse a la boca. Un felino más avaricioso llenará su boca con un trozo mayor que el de sus compañeros. El ansia por retenerlo creará una disputa que acabará en una persecución alrededor de toda la casa. Un ejército maullador detrás del cleptómano poseído por la gula y que encontrará su única salida en la misma ventana por la que entró. Un zarpazo le hará resbalar y soltar el trozo de víscera a la calle. Un grito y ruidos de sirena pondrán fin al banquete.
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Nota: Eduardo Boix, colaborador del Diario Digital de Elche y de Frutos del Tiempo y lector de Hank Over, nos envía este texto inédito sobre su animal favorito y el corazón de los hombres. Podéis leer algunos de sus artículos en los enlaces anteriores.

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