miércoles, 31 de julio de 2024

LEVITACIÓN Y TRANCE: Roberto R. Antúnez.



Jorge Oteiza escribió: el invierno es una circunferencia. Esas cinco palabras fueron muy importantes para mí. Catalizadoras y laberínticas. Las he repensado muchas veces y albergan holograma, nieve y cencellada, trigales que desembocan en mi paisaje visual: la llanura. Nací mirándola y fui creciendo sin comprenderla. Viví alejado entre montañas y llegó un momento en el que casi terminé odiándola. Pero con el tiempo fui desentrañando su lenguaje de gestos austeros, su manera hermosa y fiera de acariciar los pájaros. Ahora vivo hacia la luz que desprende. De tanto en tanto es imprescindible ir a caminarla y vaciarme las pupilas sobre su regazo. Es mi historia de amor y de odio hacia este desierto policromado.
Este libro está escrito para confluir en ese verso de Mario Santiago Papasquiaro que resume dos mil años de poesía: Dios es rupestre & el Big-Bang su bisonte desatado.

Roberto R. Antúnez


lunes, 29 de julio de 2024

FORTALEZA EN LA COLINA por LLUIS PONS MORA



Contra el viento el poeta nada puede.
Manuel Scorza.


que glorificas los lunes
que santificas las tardes a cuarenta grados
que dignificas pasados
que enalteces a hombres que lo perdieron todo
una vez más después de haberte perdido
que adecentas sus vidas y sus pensamientos
que ratificas la poesía y la especie
que bendices las noches de los martes
que rebautizas los antros con tu nombre.


la de los ojos de dieciséis o diecisiete años
todavía
la hija de todos los volcanes que pisan tus caderas
la mar de la esperanza y del renacimiento
la categórica belleza en el tiempo
la chica y la mujer a la que siempre
y siempre es siempre quise amar
y amé.

Lluis Pons Mora


viernes, 26 de julio de 2024

LOS SITIOS DEL DOLOR por JUAN ANTONIO MORA RUANO



Bendita sea la luz,
bendita esta noche
que no volverá.
No conozco la vigilia
esta noche oscura y fría.
Trino como un pájaro loco
y libero mi angustia.

*

Arenas de agua.
Dunas de desierto.
No hay pájaros en la montaña.
El viento mece las flores
del azar.

*

Una casa de campo
vacía en el cielo.
Donde no hay nadie,
salvo agua
              en una nube.

*

A las barricadas sueño
con temor intrépido.
Intuyo el peligro de la acción.

*

En el silencio de la noche
escribo;
todo está apagado,
dormido como un sueño en soledad.


Juan Antonio Mora Ruano, de Los sitios del dolor (Corona del Sur, 2024)


miércoles, 24 de julio de 2024

INTELIGENCIA ARTIFICIAL por ALEXANDER DRAKE



Hace varias semanas (exactamente el 2 de febrero de 2021) fui a comer a casa de un amigo, y nada más llegar me enseñó un nuevo aparato que había comprado. Se trataba de un asistente virtual conocido como Alexa. A mi colega todos estos aparatos le fascinaban, y siempre que salía al mercado cualquier novedad de este tipo, él era de los primeros en correr a la tienda para hacerse con ella. Mi amigo le empezó a preguntar por el tiempo que haría por la tarde, y justo después sonreía satisfecho al escuchar el pronóstico y la voz femenina de su juguete nuevo. Luego le pidió que le contara un chiste, y más tarde le dijo que pusiera un poco de música tranquila. Empezó a sonar algo de jazz ambiental y él me miró como queriendo decirme: “¿Has visto qué pasada...?” Mi colega entonces se fue a la cocina a vigilar el arroz con verduras que había dejado en el fuego y yo aproveché el momento para hacerle a aquel aparato otro tipo de preguntas:

—Alexa —dije con determinación—, ¿cuál es el sentido de la vida? —¿Existe Dios? —¿Existe vida inteligente más allá de nuestro sistema solar? —¿Eres un dispositivo de espionaje de Amazon? —¿Cómo puedo encontrar a la mujer de mi vida? —¿Es posible que en el futuro el ser humano llegue a alcanzar la inmortalidad gracias a los avances de la ciencia y la tecnología? —¿Cuánto tiempo le queda al planeta Tierra antes del gran cataclismo atómico? La verdad, ninguna de sus respuestas estuvo a la altura de mis expectativas. Pero qué se podía esperar de un producto que tenía un precio de mercado de 29,99 €.

Alexander Drake


martes, 23 de julio de 2024

NO HAY VALIENTES EN EL PARAÍSO: MJ Romero.



Un cosmos en el que todo es posible, hasta lo imposible, y donde lo que debería ser justo, quizá tenga la cabida real de la justicia. Un cosmos donde se pone voz a lo indecible.


viernes, 19 de julio de 2024

FOLLAR [La negligencia del jardinero] Cuadernos de un ecosicario III: Gsús Bonilla.



Un parque público, también un jardín urbano, son espacios emocionales creados artificialmente, concebidos para el bienestar de la ciudadanía y sustentados gracias al control humano. En esta naturaleza fingida, no exenta de hostilidad, la belleza casi siempre es un espejismo y no queda otro remedio que recrearse en lo que allí acontece de verdad y ser fiel a lo que se ve. A saber: un jardinero, que en su rutina diaria hace acopio de hojas caídas y restos de la poda; el poeta, que mira y transita desde la (eco)poesía al (fito)poema y teje, con toda esa materia orgánica, un verbo atávico.


jueves, 18 de julio de 2024

EL CAMINO HACIA EL INTERIOR: Johnny Ray.


“El camino hacia el interior” va más allá de lo que conocemos como poemario. Johnny Ray nos conduce sigilosamente con su poesía limpia, sincera, sencilla y vacía de grandilocuencias por los senderos de un viaje introspectivo.

Como introspectivo es cada uno de los mensajes que se pueden extraer de las páginas de este libro.

Él mismo nos susurra en uno de sus poemas “…no hay poesías fuera para ti si no hay poesía dentro de ti…”

Y es que al sumergirte en la lectura de “El camino hacia el interior”, no te quedará más remedio que indagar en la búsqueda de ti mismo y de tu felicidad real. Desde el silencio, desde la intimidad de tu alma.

El reto es mayúsculo y la herramienta que nos ofrece Johnny Ray, preciosa. Ahora solo falta que tú, cuando tengas este libro entre tus manos, camines hacia tu interior con la lectura de cada poema que nos regala el poeta.


martes, 16 de julio de 2024

EL FRÁGIL ORDEN DEL UNIVERSO por EDUARDO QUIJANO SÁNCHEZ



—Bob –soltó mi amigo Tom, con el brazo encima de la mesa, y me miró suplicante—. ¿Qué coño importa quién sea el último en acabarse una lata de birra?
Agarré el hacha con las dos manos. Aquella era un hacha enorme que mi padre guardaba en el sótano para cortar leña en situaciones urgentes como esta.
—Tom —le dije, intentando hacerle ver la importancia de aquel acto—, esta es una apuesta. El último en beberse su cerveza pierde un brazo. Y una apuesta es una apuesta. Aquí y en todos los sitios. Tú has perdido. Y si yo no puedo confiar en tu palabra, tampoco podré confiar en la del vecino, ni en la del vecino del vecino del vecino. Y, entonces, ya no podré confiar en nadie. Y si no puedo confiar en nadie, ya te has cargado toda nuestra sociedad. Y reinará el caos.
En la mesa de al lado tenía todo listo. Vendas, alcohol y una neverita de camping llena de hielo.
A nuestro alrededor, Max, mi perro, un enorme San Bernardo, no paraba de molestar, dando saltos y moviéndose de un lado a otro. Hacía meses que estaba nervioso.
Tras el accidente, el espíritu de mi padre se había reencarnado en aquel chucho, que apareció esperándonos en la puerta de casa justo el día que volvimos del cementerio después de enterrarle.
Tom, pálido, agachó la cabeza.
Miré por la ventana. En la calle seguía nevando.
—Sí. Vale —balbució Tom—. Una apuesta es una apuesta. Pero lo que hagas hoy con tus amigos, también determinará el orden del universo y te perseguirá toda la vida… Quieras o no…
—Sí. Comprendo —dije muy seguro.
—Voy a perder el brazo, Bob…
—No, Tom. No vas a perder tu brazo. Te lo prometo.
—¿Y si dejamos todo esto para otro día? ¿Eh? —soltó.
Levanté el hacha con las dos manos.
Me eché hacia atrás. Y le dije que no mirara.
Después del golpe, vi a través de la ventana cómo todos los pájaros que había en la calle se desbandaban de repente.
Dos minutos después salí corriendo a la calle.
Nevaba con fuerza.
Subí la puerta del garaje. Saqué marcha atrás el viejo Ford de mi padre y lo dejé aparcado en la acera con el motor encendido.
Luego volví corriendo a casa a por Tom.
Tom, todavía al lado de la mesa, llevaba la herida envuelta en un enorme trapo, a la altura del codo, atado con una goma que habíamos encontrado en la cocina para evitar la hemorragia.
El trozo de brazo cortado había saltado al suelo tras el golpe.
Con la rapidez de una gran emergencia, dispuesto a cumplir mi palabra, saqué a mi amigo de casa. Lo ayudé a entrar en el coche.
Luego volví a por el brazo.
El plan era irnos entonces al hospital para que allí se lo cosieran.
Pero, justo al abrir la puerta, Max salió en tromba, juguetón, con el brazo de Tom en la boca, como si fuera un hueso. Y corrió calle abajo.
A papá, cuando estaba vivo, también le encantaba fastidiarnos jugando a escondernos cosas.
—¡Max! —grité—. ¡Max!
Pero Max no paraba.
Tom bajó la ventanilla del coche y gritó:
—¡Bob! ¡Se escapa! ¡Se escapa!
Recordé entonces el viejo rifle que guardaba mi padre en el salón y corrí a por él.
De nuevo en la calle apunté con el arma a Max, que huía, rápido como un demonio, perdiéndose entre las casas nevadas.
Algo dentro de mí me decía que no podía pegarle un tiro.
No. Dentro de aquel chucho estaba el espíritu de mi padre. Y si disparas a tu propio padre… ¿Qué nos queda después?
Pero también le había prometido a Tom que recuperaría su brazo. Y una promesa es una promesa.
Levanté la vista hacia el cielo nublado.
La tormenta no amainaba.
Y yo, mientras, con el rifle entre las manos, seguía intentando mantener el frágil orden del universo, hasta que otra vez volviéramos a tener la situación bajo control.

Eduardo Quijano Sánchez,
de El frágil orden del universo
(Cazados de ratas editorial, 2023)


sábado, 13 de julio de 2024

BAILARINAS DE RAFIA por JULIA NAVAS MORENO




BAILARINAS DE RAFIA

 A mi madre,
Julia Moreno Herrera

Después de haber amado tanto las raíces,
de aspirar profundamente el aire
buscando los aromas de la infancia.
Después de tanta ensoñación en viajes
por carreteras secundarias y alegrías primarias
cuando nadie dirigía tu parada
y las estaciones de servicio eran,
más allá de un par de surtidores
y unos aseos bajo demanda de llave,
una quimera americana.

¿Qué nos queda, madre?
¿Por qué la distancia, si tanto nos amamos,
es cada vez más larga?
Ahora la desmemoria lo anega todo
y solo hay vagones de recuerdos oxidados
en paradas muertas.
Ahora tú eres la niña secuestrada
y se hace imposible el rescate.

Todas hemos sufrido alguna vez 
el síndrome de Estocolmo. 

No hay urgencia en visitar 
el nido del añoso árbol: 
todo rezuma tristeza y abandono. 
Incluso aquellas bailarinas de rafia plastificada 
que bordaste con tus manos cuidadosas,
 hoy resultan pantomimas de torpes trazos, 
figuras cansadas sobre el fieltro que las sostiene 
mientras a mí ya no me auxilia nada. 


¿CUÁL ES MI NOMBRE? 

Se te ha quedado tan inmenso el mundo 
que hasta sobra espacio en los armarios 
antes abarrotados de vestidos 
y ajuar urdido cuando aún se te permitía soñar; 
ropa que guarnecía nuestras camas 
y secaba nuestros cuerpos
 —tus cuerpos— 
mojados tras un baño a regañadientes. 

Es fácil que las perchas apenas choquen entre sí: 
ya tienen suficiente barra para deslizarse 
como escuálidas bailarinas de colores. 
Una pequeña mesilla junto a una cama
en la que duermes sola será, a partir de ahora, 
tu única compañera de noche.  

Compartes las estancias como si fuesen tuyas 
cuando ya nada tienes 
salvo la capacidad de confundirlo todo, 
de nombrar a las visitas a tu antojo. 

No, mamá, no somos tus hermanas. 
¿No recuerdas? Solo tienes un hermano 
que vive en Barcelona. 

Frunces el ceño, retraes cuello y cabeza 
y se dibuja una media sonrisa en tu rostro. 
Y entonces nos miras recelosa 
como si fuéramos nosotras 
las que hubiésemos enloquecido.


SILENCIO 

Hay tanto silencio en los pasillos,
en el comedor, 
en la sala de visitas. 
Suena un hilo musical para ahogar 
el sigilo de los que han olvidado 
el día de ayer, 
el rostro de ayer. 
En esa mole de ladrillos grises 
es contagioso el mutismo 
y la risa parece una ofensa, 
una bofetada en un rostro muerto.

Hoy me he colado en la cama 
de tu habitación prestada. 
Allí estabas, vestida y silenciosa, 
ausente y casi viva. 
Entré sin llamar y tu cara se iluminó al verme. 

Hoy no hubo duda alguna de quién soy yo 
aunque no recordases mi nombre.

Me invitaste a tu lecho y nos abrazamos 
entre risas, como locas 
inmunes al destrozo de la soledad,
al olor de orines y pañales defecados, 
a los lamentos de una anciana 
gritando un nombre sin respuesta. 

Ella no ha parido una eterna niña 
que acabe enredada entre sus sábanas. 


LA PÉRDIDA 

La pérdida es el dúctil vacío 
de las tardes de domingo, 
no encontrar la palabra adecuada, 
mirar con extrañeza el rostro antes venerado.


Julia Navas Moreno, de Bailarinas de rafia (Chamán Ediciones, 2024)


BAILARINAS DE RAFIA: Julia Navas Moreno.



En este libro se reúnen la memoria y la desmemoria a partes iguales. A través de un diálogo poético con el lector y con los personajes de la obra, la poeta nos habla de los problemas que conlleva la pérdida de la memoria de nuestras personas mayores. La identidad del individuo desaparece ante el otro llegando a convivir existencia y esencia a través de los recuerdos. Julia Navas realiza una auténtica poeticidad épica de cómo un individuo, desposeído de identidad propia por la demencia senil o el Alzheimer, se construye a través de la memoria del otro. Un paseo por el cambio que nos produce la vida ante la pérdida de los seres queridos y de la propia identidad como seres humanos.


martes, 9 de julio de 2024

TRES POEMAS de ISABEL MARINA



APRENDE 

Aprende a ser
el rey de ti mismo,
el fondeador de tu mundo,
el capitán de tu barco,
el guía a través de tu ciudad milenaria,
el escudriñador de soles perdidos
entre ciegas caricias que no crees recibir.
 
Aprende a vivir
con la cabeza alta entre lo que se olvida,
en los brezos recalentados bajo el sopor
de tu propia existencia.
Aprende a recibir
lo que llama a tu puerta,
a considerar tu llanto
como un mar hacia dentro,
un estante guarecido
entre los vaivenes de la vida.
 
Aprende a conservar
tu sonrisa pese a todo,
a ser a la vez humilde y orgulloso,
a no olvidar nunca
la fe que debes tener en ti mismo,
a comprender que tu vida
es pequeña y preciosa a la vez,
que no volverás a contemplar
este único amanecer.


TÚ ERES

Tú eres el leit motiv de tu vida.
No sé si te has dado cuenta.

Miras a tu alrededor esperando, buscando,
la confirmación de que tus pasos sean correctos.

Intentas echar a un lado los rastrojos
para encontrar el camino que desconoces.

Te acompañan otras manos, otras voces,
y muchas veces te tiembla el corazón.

Es un hecho que sueles olvidar lo importante:
la lealtad que a ti mismo te debes.

Podrás apartarte de todo aquello
que crees que no te hace bien.

Pero jamás podrás apartarte de ti.


MUJER FRENTE AL ESPEJO
 
Quédate aquí.
Intenta despertarte si es posible,
y si no, no importa,
duérmete en la orilla
de tus cincuenta y cinco años,
pero aprende que ya ha pasado
la mayor parte de tu vida,
y eso es incontestable.
 
Después, frente a ti,
besa tu rostro en el espejo,
acaricia sus contornos.
Eres aquella
de la que trataste de huir,
pero has llegado aquí,
y resulta que eres hermosa,
y que algunos cuentos
eran solo una mentira,
un maldito cuento de hadas.

lunes, 8 de julio de 2024

LA LLAMADA por MAICA BERMEJO MIRANDA



Le extrañó el frenazo del coche y ver a Pablo, su marido, atravesar apresurado el jardín. Todavía faltaban unas horas para que volviera del trabajo.

–Se habrá escapado antes –pensó. Esperó su llegada mientras terminaba de vestirse. Cuando abrió la puerta vio su cara demudada, aun así, no se asustó. Nunca se asustaba antes de tiempo –¿Para qué? ya se encarga la vida por sí sola de apretarnos las tuercas sin necesidad de que nosotros creemos fantasmas –decía a menudo.

–¡Una noticia horrible! –tartamudeó él.

Julia pensó en su suegra, muy enferma desde hacía años.

–¡Dios mío! –exclamó Pablo– Es espantoso –vaciló –Tu padre... –Hizo una pausa interminable –Tu padre está muerto –. Le dio la noticia de sopetón, sin ningún preámbulo, ansioso por compartirla rápidamente.

Todo quedó en suspenso, como una imagen ralentizada en la pantalla; la sangre subió hasta el cerebro dejando un zumbido sordo en sus oídos. Las palabras se quedaron rebotando en el vacío. Julia le miraba atónita, tratando de entender su significado, incapaz de trasladar a la realidad lo que su voz le transmitía. Como si fuera un asunto ajeno a ella inquirió fríamente los detalles, su mente se negaba a reconocer el hecho.

–¿Cuándo? ¿Cómo lo has sabido? ¿Quién te lo ha dicho? Hablé con él ayer por la mañana y estaba perfectamente –balbuceó Julia.

–Tu madre ha llamado a tu trabajo y como no estabas me ha llamado a mí –le aclaró Pablo, con un gesto de pesadumbre porque aún no les habían instalado el teléfono en su nueva casa.

En ese instante se repitió el frenazo de un coche y sonaron unos pasos sobre la grava. También acelerados. El sonido imperioso del timbre urgía una respuesta. Ambos se dirigieron a la puerta.

Antonio, un compañero del trabajo, irrumpió agitando los brazos en el aire.

–Julia, tu madre ha vuelto a llamar. No saben cómo, después de una muerte cierta, tu padre ha vuelto a la vida, los médicos no se lo explican –dijo eufórico.

Julia y Pablo se estrecharon en un abrazo dejando que el torbellino de emociones reposara en su entendimiento. A la cabeza de Julia saltó el recuerdo del libro que regaló a su padre por su cumpleaños y sus comentarios entusiastas.

–¡No sabes lo que me ha gustado, hija! Tienes que leerlo. No te imaginas cuántos casos y experiencias relatan los doctores y los propios protagonistas. Aseguran que han estado muertos. Muerte clínica que certifican sus médicos y después de una experiencia, en la gran mayoría, de luz y calma, de reencuentro con sus seres queridos, una voz les ha dicho: “Todavía no es tu momento, debes regresar y terminar lo empezado”

Ella le escuchó escéptica, aunque se alegró de que le hubiera gustado. Le aseguró que lo leería cuando él lo terminara.

Se desprendió con ternura del abrazo de Pablo. Ahora ansiaba el momento de encontrarse con su padre, muerto y resucitado en un breve espacio de tiempo. Deseaba compartir con él su experiencia y volver, como en tantas otras ocasiones, a ver juntos los amaneceres blancos en la montaña cuando apenas se escucha el vuelo de los pájaros, compartir las cañas en el bar cercano, los partidos de futbol con bocata de calamares incluido y, sobre todo, y más que nada, sentir su mirada cálida.

Julia no sabe muy bien lo que ha pasado; lo que sí tiene claro es que quiere apurar el tiempo exprimiendo cada segundo, porque cada día puede ser una fiesta por el mero hecho de existir.

Maica Bermejo Miranda, 
del blog Al Sur de los tambores


viernes, 5 de julio de 2024

ERIKA Y EL TIEMPO según RAMÓN GUERRERO



He leído entre sombras la novela de Javier Vayá Albert, en el parque de mi ciudad, rodeado de viejos y enormes árboles y plantas de cientos de especies diferentes, al igual que los personajes que vamos conociendo en sus páginas. Personajes que navegan en un mar de misterios, atormentados por el cielo y la tierra, por el ansia descontrolada del que sabe que nunca llegará a encontrar la paz. Una paz, por otro lado, innecesaria pues no entra en sus planes vivir como borregos. Búsquedas y búsquedas cuyo destino final es el encuentro con la libertad, que quizás como él bien dice, consiste en “separarse de lo más amado”: el odio como motor de búsqueda.

El fantasma de Javier pulula en este espacio a través de referencias literarias y musicales como eje fundamental de una vida, quizás soñada. También autobiográficas.

Referencias orwellianas, la novela negra, el western (luchando “solo ante el peligro”), abrigos negros y largos, sombreros, poesía, ríos de cerveza en una cartografía enormemente accidentada, letras malditas que casi nadie leerá. Toques de realismo mágico que hacen que sus personajes posean una rica y explosiva vida interior, las miserias del ser humano que nos arrastran hacia lugares desconocidos. Hermosos poemas condensados como gotas de lluvia a punto de caer desde aquellas nubes tan negras.

La angustia vital como una araña negra y viuda construyendo su red, donde atrapados permanecemos y construimos un camino a seguir sin pausa aunque nos lleve a la nada oscura. El transcurso del tiempo aplastando todos los posibles recuerdos.

También nos habla Javier sobre la libertad individual. Libertad para vivir el normalizado género, el estereotipado sexo, como nos dé la real gana. Cada pequeño personaje que va ocupando unos párrafos nos deja una mochila repleta de dinamita.

La literatura oficialista haciendo daño, llenando de vacío el alma de tantos escritores que decidieron vivir acunados en la comodidad y la normalidad de un espacio cerrado, aislados en sus egos, creyendo que abandonar sus principios les dio el derecho de postular sobre todo.

En el otro bando, se mueven sus personajes, compañeros de Leopoldo, Jack, Arthur, Charles, que como bien dice Javier son “almas únicas condenadas a habitar siempre el lado de la tormenta”.

Encontramos al amor destrozado por la singularidad del “yo”. La imposibilidad del “nosotros” que riega el jardín de “las flores del mal”. Todo ello como vehículo para huir de la rutina social e individual. El ansia que nos hace seguir siempre hacia delante o hacia atrás. Que más da. Nunca estáticos.

La felicidad, fugaz, llegando cuando menos lo esperas, ubicada casi siempre en rostros desconocidos que parecieran estar esperando desde hace años este encuentro fortuito, que a veces, echa raíces.

La poesía como un tesoro perdido en el fondo de un mar de nihilismo habitado por peces poetas y sus crías.

En sus páginas, el edificio social salta por los aires, planta por planta: el amor normalizado, la familia, la sociedad corrompida hasta las trancas, las emociones, la religión y sus manipulaciones. De una manera sutil, a veces brusca, no deja títere con cabeza. Javier nos habla de la belleza y la fuerza de la mujer como salvadora incansable del mundo, a pesar de ser destruidas continuamente por la inmensa batidora de ese patriarcado capitalista aún vigente que se acojona a las primeras de cambio.

Así, con una prosa y una poesía excelentes, Javier Vayá, atraviesa la ancha autopista de la normalidad, dando tumbos entre historias que se cruzan, casi siempre vertiginosamente, pero dejando huellas eternas, haciendo que nos sintamos cómplices y nos reflejemos en alguna de las múltiples caras de los espejos que habitan en este adictivo puzzle.

Enhorabuena, Javier, por este magnífico libro.

Ramón Guerrero, 
sobre Erika y el tiempo, 
de Javier Vayá Albert
(Olé Libros, 2024)


martes, 2 de julio de 2024

LOS TRAUMAS DE LAO - TSE por TOMÁS RIVERO



ESPECTADOR

Existe un placer en todo. Sólo hay que dosificar la tristeza y el
tiempo. Y en esa lentitud esperar. Esperar que la tristeza y el
tiempo no se interrumpan. La luz filtra ese placer. En ese paisaje
nunca estás tú. Eres un observador.

ESPECTADOR DOS

El observador ve al otro lado del tiempo cómo un hombre corre en
círculos en dirección contraria a las agujas del reloj: su tiempo en 
los infinitos circulares del laberinto. En ese círculo hay un punto
de encuentro donde nunca está él. Y un placer en su ausencia.

OJO QUE MIRA DESDE LA SOMBRA

Al contraluz la yema del dedo
acaricia el hilo
el sol penetra en la herida
iluminando el pasado.
Miro por la ventana
calle abajo llegan
caballos de oro y nieve:
en una gota de sangre 
se desvanecen.

*

Las palabras de la vida
transitan entre letras como larvas.
Bajo la colcha de mi cama
con las alas extendidas
una gran mariposa espera.

*

Estaba la hoja arriba
la pregunta sin respuesta
la rama más alta
y mirabas al cielo.
Fíate de animal que hoza
él siempre encuentra 
lo que tú buscas.

Tomás Rivero, de Los traumas de Lao-Tse (68 aforismos y trece poemas) (Editorial Folios Grapados, 2024).