lunes, 31 de julio de 2023

CUANTO DIJE FUE NADA por SERGIO MAYOR



Hice vida de eremita. Ayunaba, me mortificaba, caminaba por los dominios del escorpión y la culebra, la noche de fuego, astrónomo sentimental, las manos juntas.

Recibí la revelación al tercer año en un lugar llamado el Puntal de Don Diego. No exaltaré el incidente a la fantasía de un pentateuco. La revelación no vale una anécdota de Swedenborg.
Se acabó. Yo detesto el espíritu, señor, yo soy frívolo, yo soy espiritual en el trago de John Haig y en el cuerpo de Corina, la diva del lenocinio, la reina de Sinaloa,
Corina, cuéntame el pentateuco criminal de Sinaloa.
Mandé todo al diablo, Señor, al diablo usted, al diablo el ascetismo y los buenos modales.
Bebí, hablé una lengua lacónica y huraña, el servandés, asilado en el país de los varones, el bar de Servando. Sostuve la mirada tipográfica de los servandeses: “A quién me grita le pego, y a quién me pega lo mato”

Me pegaron, me quebraron los huesos, les repugnaba mi oratoria y controversia. Me deportaron por un racismo ontológico que entiendo. No lo tomo en cuenta. El ser de un hombre no se agota en sus actos. Se acabó. He sido lo servandés que pude. Mi sustancia no da para más.

Probé la escritura, me vendí a las librerías y las páginas de FB. Detesto la escritura. Devine toxicómano del like, la última bajeza. Dije, y abundé en lo que dije, y cuanto dije fue nada. Perdí la palabra en el bar de Servando, donde los varones juramentan con miradas firmes como edictos.
He de cambiar de vida. Yaceré en un hospital prodigando tumores y las artes de morir. Me enrolaré en la flota pesquera cubana. Buscaré un Sinaí riguroso en un lupanar de Sinaloa, apóstol de Corina, la santa poliomielítica que baila el striptease, que los cielos se abren si ella cede el corpiño, que son lenguas de fuego, que son las tablas de la ley su mínima clavícula.

Sergio Mayor


viernes, 28 de julio de 2023

VOCACIÓN DE INCENDIO O LA BELLEZA POR ERROR por JULIA ROIG




Me interesé por el muralismo hiperviolento y la filosofía hindú, cuando ya el corazón del mundo ardía.

Rodas, Argel, Palermo.
 
Poésie-verité, con energía real. Inundarlo todo. Desde los veinte queriendo ser una peonza enloquecida y mi lengua una púa, a lo Papasquiaro. Vivir en la catarsis no acaba de funcionar, qué calle, qué piso, qué puerta, qué campo. Con vocación de incendio, vestida para el baile, armada de tinta, así huyen los poetas, como los pulpos, como el calamar. La piel es un vaticinio. La sonrisa una trinchera que hace las veces de hoguera, de hogar. El poema aguardiente mediterráneo. Me dirijo a una boca de incendio o una escalera de emergencia en un brownie neoyorquino y bebo sangría con Lou, para alejarnos del fuego, pero ya es tarde, me dirijo a la belleza por error, que diría Kundera. Me tatuaré en el hombro izquierdo el blackstar de Bowie. Escribiré el poema de la supernova que nunca fui. Balconing en el corazón y de fondo versos de San Juan de la cruz. La noche oscura del alma. Suena Astral weeks en bucle. Albricias, reina egipcia, la cuna ya arde cual biblioteca de Alejandría. Compite una lágrima por mi fosa nasal izquierda con otra que se desliza por mi mejilla derecha. Ambas, barridas en mi labio superior, acaban en mi lengua y ese es el fotofinish de todas las carreras.

Hablé tanto del fuego que no pensé en el sol. LUX LUX LUX.
 
Las máquinas no podrán hacer bacanales ni derramarán el vino. Ni serán abducidas por cantos de serenas sirenas. Hay que ser caníbales, leí por ahí. Y jaulas abiertas. Artesanos de la carne. Y vagabundos futuros por elección.
 
Abrir los ojos como un alarido en mitad de tanto fuego equivocado.
 
Dame a luz. Sin diplomacia. En cualquier calle. En cualquier camino. Pero dame. La antología de la nada duele como los veranos sin espuma. Como el crepúsculo famélico que atraviesan los caballos de la desesperación de Faulkner. Como los cuchillos del tiempo. Y las canciones sin nadie cerca. O el crimen de los recuerdos. O el caminar a solas la propia piel. Sin veneno exquisito todo serán cenizas. La comedia sin divinidad o el viaje sin nada que no sea noche. El poema se masturba y se desprecia. Demasiadas curvas había en sus ojos. Cómo desnudar a una mujer hecha de silencios.
 
Aguardar en el jardín de los torsos
 
a que florezcan
 
o enloquezcan

mientras todo arde.

Julia Roig, del blog Miss Desastres Naturales.


jueves, 27 de julio de 2023

PADRE por AINHOA MARTÍNEZ RETENAGA



Bicéfala, padre.
Impúdica como los azarbes que reverberan
la voracidad de esa otra que me aguarda:
sostenida por la opacidad triangular de mi huida.

Apátrida, padre.
Indócil ante el fervor de mi espanto,
escarcha oblicua bajo la metralla estrangulada
de mi mortandad.
Sepulcral sobre los pistilos devotos
de esta blasfema tibieza.
Imprecación famélica
bajo las egregias laudes
de una ordalía pagana.

Apóstrofe, padre.
Embolismo polvoriento
entre las plegarias de esta ablación selvática.
Estenosis tañida que canónica profana
la desidia de mi grotesca matriz.

Y de pronto, el ruido petulante de las jaculatorias, padre.
De pronto, obscena, la acefalia mortuoria de los aquelarres,
los bautismos ascetas esquilmando el cáliz de mis salamandras,
los ábsides capitulares de mi desazón conversa
perfundiendo impíos
las anáforas de este evangelio politeísta y hereje.
Lucífuga bajo un útero excomulgado y nemoroso,
la antuviada entorpecida de mi desazón errante.

De pronto, padre, de mis entrañas los búhos
bajo el bisbiseo idólatra de un memorial penitente.
De pronto, descomedidas,
las luciérnagas luteranas que soslayan mis prebendas,
el túmulo de las plegarias horadando puritanas
el gongorismo inicuo de mis días
para desentrañarme en llanto.
Los vencejos tornándose desabrido gozo
bajo los maitines de lo exiguo.

De pronto, padre, demenciales las orquídeas
ante el yugo estrepitoso de las horas carcomidas.
De pronto las vaguadas engullendo solitarias
mi lenguaje desvalido,
el sigilo valeroso de los rostros sin pasado
desabrigando mi envoltura con la piel abochornada.
Los albatros agoreros esculpiendo con su estigma
el florilegio teresiano de mi aniquilación carmesí.

Aterida, padre.
Concubina de baladros sin espuela.
Dismnesia entigrecida bajo el sudario de un vagido urente,
hipérbole obliterada atiborrando descompuesta
lo terebrante de mi abulia.
La yoidad de mis adarces devorando furibunda
las yacijas del mañana,
celaje yermo que puebla
las exequias doctrinarias de mi verbo.

De pronto, padre, de mi cadalso la esfera.
De pronto las camelias acerando mi hostiario
con impericia estatuaria,
la crudeza de las buganvillas deformando atronadoras
lo imberbe de mi estañadura.
Las gaviotas descarriadas perfilando con su estampa
los naufragios de mi verticalidad invertebrada.

Desfigurada.
De pronto, arrodillada, padre,
con el vientre lleno…
de polillas muertas.

Abrazos de luz

Ainhoa Martínez Retenaga