jueves, 28 de noviembre de 2019

CRÓNICA DE LOS DÍAS QUE PASAN por NURIA VIUDA




Todo está dicho ya.
Quedan pocas canciones en el aire que puedan regresar a ensordecer las tardes. Sin embargo el murmullo del río no cesa. Las aguas bajan arrastrando los restos del ya lejano estío y las primeras lluvias.
Barro y lamentos. Hedor vegetal que expande la corriente embravecida y marrón. Turbiedades nuevas que anegan árboles a su paso.
La ciudad, inundada de charcos, pavimento resbaladizo y hojas multicolor, parece hoy más desierta y desapacible. Vacía. Yerta. Lejos del mundo. Lejos de todos los mundos.
Vivimos rodeados de campos desolados e intemperie, a cien kilómetros de la ciudad más próxima, que es otra trampa dentro de otros campos solitarios. Como en un juego macabro de matrioskas huecas.
Campo y vacío.
Matorral y estepa.
Montaña y precipicio.
Solo la catedral se mantiene como faro en la distancia. Como dama nueva en su recia majestad privilegiada; y contempla los tejados donde los gatos maúllan de hartazgo.


Nuria Viuda, de Crónica de los días que pasan.


miércoles, 27 de noviembre de 2019

NO PARECE FÁCIL por JOSÉ MALVÍS




La altura es sólo una distancia
como el tiempo
o como las páginas de papel.
Da vértigo
pensar, actuar,
sentir el pulso de la verdad
en esta tinta tan fiel acompañada de café.
No parece fácil
no será sencillo
pero ES
pese a todos los ventiladores artificiales
y su molesto ruido.
La distancia entre dos puntos
en verdad
no es vértigo ni dificultades
es simplemente
la imaginación de unos dedos
volviéndose sujeto
sobre como mínimo
un par de momentos.
Yo los veo en mi cabeza
yo
los siento planear en las alas
de mi pecho.


José Malvís


domingo, 24 de noviembre de 2019

CABALLOS NEGROS CRUZAN LA PRADERA REMOTA por SUSANA BARRAGUÉS




Igual al viento en las rosas es eso que acaricia mis oídos.
¿No es acaso mi nombre, pronunciado lentamente?
Hacia lo más profundo del corazón dirigiré a mi amante.
La sequía del sol sobre los labios los hace quebradizos.

Silencio. Se escucha el hielo bajo la sombra de las rocas.
¿No es acaso el miedo lo que antecede a la magia?
Crepita la nieve como ramas temblorosas bajo los pasos.
Todo lo que no puede decirse arde. Arde
también todo lo que no dejó amarse con suficiente intensidad.
De la compasión nacen las semillas del trigo, de la suerte
nacen otras estrellas más altas. De la pura pena
he nacido yo, de plumaje más bien pardusco
y apariencia pajaril. Haciendo un montoncito de tierra
creo una almohada sin flores y allí me duermo.

Caballos negros cruzan la pradera remota.
Muero sin saber cómo podría hacer
para que se dejaran acariciar. Mi mano vacía
es una ala tronchada bajo el rostro.


Susana Barragués Sainz


viernes, 22 de noviembre de 2019

EL MOMENTO: Valentín Carcelén.




Entre el personaje y la persona, entre la esencia y la existencia, así, en este baile de ambigüedades y necesarias cadencias se mece el nuevo libro de Valentín Carcelén. Una poética de la observación, de la mirada y de los rastros de una vida que indican el momento, la quietud y la pureza de la luz ante el paso de los días


jueves, 21 de noviembre de 2019

LA LUNA EN EL PECHO por GEMA FERNÁNDEZ MARTÍNEZ




Tiene algo que ver con eso
que decía,
que los latidos o se bailan
o solo sirven para creer
que podemos ganarle
un par de horas a la muerte.

Algo que ver con la primera vez
de las últimas veces
que acabamos por jodernos
los principios.

Tiene que ver, sospecho,
con esa voluntad marítima
e hidráulica
de remar y remar
a contramierda ,
con ese navegar a la deriva
de los ilustres naúfragos.

Tiene que ver contigo
y conmigo,
derivándonos, arribándonos,
quemando los timones
en los puertos
de todas las ciudades
hasta que alguien proclame
sobre un mastil trinquete
derribado
que sin nosotros no hay barcos,
no hay marea en el vientre
ni salitre en las córneas
del océano,
no hay labios calefactores
que tornen la marea
más besable.

Tiene que ver
con eso que pensaba
y no te dije nunca,
que tu caligrafía debe de ser
hermosa
porque tus manos son duras
como la arena en mis riñones
y me lo escriben todo
para luego borrarme
las miserias.

Tiene que ver con esa anomalía
de esperar la sorpresa,
con la derogación de las
expectativas,
Con la detonación de los
dictados, ¡Boom!
Hacer lo que nos salga
de las gónadas.

Algo que ver, no sé,
con quedarme dormida
al pie de tu frontera
con la luna en el pecho
y un tibio atardecer
cruzándome las sienes
y los párpados.

Tiene que ver con eso que decía,
que sentir no es sentir
si no carece de todo sentido
y los latidos o se bailan
o solo sirven para robarle
otro par de caricias la muerte .

Tiene que ver con cogerte la mano,
cerrar bien los dos ojos
y no ver nada más
y que esa oscuridad
importe poco

o nada .


Gema Fernández martínez


miércoles, 20 de noviembre de 2019

ESTA SOY por MARÍA GUIVERNAU




Ardí en hogueras
que logré apagar
con mis propias lágrimas.
Me rompí tantas veces
que los puzles de mil piezas
me parecen un juego de niños.
Desperté en mitad de la noche
arrancándole el disfraz de sueño
a unas cuantas pesadillas.
Me convertí en contorsionista
a fuerza de intentar ocupar lugares
que nunca estuvieron hechos a mi medida.
Aprendí a esquivar algunos golpes,
cansada de ser lo más parecido
a un puching ball inmortal.
Bebí más de lo que pedía la sed
y acabé haciéndome el boca a boca
demasiadas mañanas de resaca.
Besé sin amar y amé
sin llegar a besar lo suficiente.
Colecciono cicatrices
de todos los riesgos
que jamás me importó correr.
Estuve ciega, sorda y muda.
Siempre termino jugándome
todas las cartas
porque no puedo esconder ases
en mi desnudez.
Y ahora,
llegados a este punto del trayecto
y si aún crees en los te quiero
que pronuncian tus labios,
nunca pidas que deje de ser yo.


María Guivernau

martes, 19 de noviembre de 2019

CUANDO EL TIEMPO DOBLE LAS ESQUINAS por MAICA BERMEJO MIRANDA




Cuando se acaben los ruidos me quedaré hueca como una cáscara vacía
seré una sombra rebotando en las paredes limpias de tus huellas
sortearé los escollos desde las alturas como un dron que olvida los espacios
y buscaré estigmas ancestrales en las marcas de tu piel inexistente.

Cuando el silencio invada las calles partiré, desdoblada de ti, hacia la nada
haré surcos que sirvan como sementera a las palabras no escritas
voltearé campanas que repiquen a duelo por los que siempre amamos
y obtendré lágrimas de consuelo en las cuencas serenas de tus ojos grises.

Cuando el tiempo doble las esquinas descubriré nuevos horizontes
reafirmaré mi paso calcinado en las arenas movedizas de tus desiertos
vadearé las riberas de tus ríos en barcas de luz dormida sobre tus aguas
y en el ocaso aullará mi voz teñida de acentos en un canto solitario y feroz.


Maica Bermejo Miranda, del blog Luces y sombras.


lunes, 18 de noviembre de 2019

LOBO COME LOBO: Rafael López Vilas.



El lobo aúlla y te acobarda, y lo hace en cada una de sus líneas, en cada uno de sus versos. En el universo poético contemporáneo resulta difícil encontrar un club de carretera en el que ofrezcan desnudos integrales, y aquí, sentado en primera fila, la cosa te intimida hasta el punto de tener que taparte los ojos.

Tienes ante ti un libro imprescindible si eres de esos tipos raros que se calientan con los versos impúdicos, con ese tipo de poemas de alcantarilla a los que algunos llaman realismo sucio, un libro repleto de verdades como puños que te romperán el hocico y a los que volverás, seguro, para que te lo partan de nuevo.


domingo, 17 de noviembre de 2019

LA MOCHILA DE JACK KEROUAC por PABLO CEREZAL



... veo un mundo de jóvenes errantes con mochilas,
Vagabundos del Dharma que se niegan a obedecer
a la demanda general de que hay que consumir producción
y por ende trabajar por el privilegio de consumir...

Jack Kerouac

Un par de zapatos ajados, siempre los llevo, por si acaso, los pies son importantes cuando el camino es tu única compañía, por muy tópico que esto suene. Dentro de la vieja mochila que acuna en su interior escarchas de sudor e infanticidios de tedio, ahí van siempre los zapatos. No son de marca, ni pintan modernos. No son casi siquiera zapatos, pero son cómodos. Mi mochila, digo, ahí está, ahí descansa, en el fondo de este desguarnecido armario, cual piel de nutria asesinada o nudo de lana vieja trenzado en los adobes del sueño.

Contemplo mi mochila deseando interpelarle acerca del siguiente periplo, ahora, hoy que desconozco si algún día podré de nuevo rellenar de algodón aborigen su digestión de kilómetros descosidos y telas mal asfaltadas. Hace tiempo que no viajo, demasiado, pero no dejo de colgarme a los hombros, aunque sea soñando, esta vieja mochila barata, 40 litros de capacidad, muchos menos de los que me bebí en cualquiera de sus viajes, que albergó en su interior tanta ropa interior usada por interiores ajenos, tantos fetiches con nombre de geografías vacuas, tantos rasguños de zarzas como abrazos curados al albur de cruces de caminos que parecían ungüentos, y un número indeterminado de besos con la fecha de caducidad impresa en el envés de sus labios.

Así que, de nuevo, tomo entre las manos aquel viejo libro del viejo Kerouac. Paso sus páginas con la pretensión única de hallar una frase que me obligue a detenerme, hacer un alto en el camino. Y sólo encuentro un pedazo de tela de caftán que mis dientes destejieron a la noche de tu piel hace ya un mundo. Aún lo recuerdo: venía yo de festejar en soledad el último día del año en un restaurante aledaño al puerto de Tánger. Atlantique, se llamaba, aquel garito, aquel decrépito mesón con maneras de «aquellos buenos tiempos». El kefta estaba algo crudo, y el barro del tajine ni pasaba el examen de lo meramente decorativo. Pero era el lugar de entrada a la ciudad de cientos de turistas, tal vez más. Y se podía permitir el lujo, su propietario, de pagar los gravosos impuestos por venta de alcohol, y servía Special Flag -lo sé, la peor de las cervezas magrebíes- verdaderamente fría y, aún mejor, botellas de Guerrouane Rouge. Allí reposó, sobre la mesa, una de tales botellas, ensombreciendo con su duda de viña baja la rosácea claridad de unos pedazos de carne picada excesivamente crudos. Consumida la botella el interior del local perdió clarividencia, y las sombras que ya no proveían sus muros taladraron sombras chinescas contra la escayola descascarillada de mis pensamientos. Así que salí a las calles pretendiendo encontrarte, clamando a diosa Fortuna que cantase bingo desde una ebriedad que reclamaba tus abrazos.

Hablé de Kerouac con el camarero. Me aseguraba, orgulloso, que su padre había servido innumerables botellas de vino al poeta, allá por los años 50 del pasado siglo, cuando el joven profeta beatnik recluía vagabundeos entre los muros de la medina de Tánger. Rememoró las melopeas del estadounidense como si las hubiese podido contemplar. Cuánta poesía, Kerguac, amigo, siempre borgacho, amigo, bebía y bebía y baiglaba después entrge estas mesas, sí, amigo, en mesa de usted bebía y luego baiglaba y salía calle baiglando, corriendo hacia parte alta de kasbah... ¡ah!, siempre rgeía, joven alegre, pero bebía mucho, mucho, no bueno beber mucho, amigo, ¿le sirvo otrga copa? Sí, sírveme otra copa, amigo, que esta noche me espera el Magreb en sus labios y no quiero que descubra los míos manchados de miedo.

Brindé por el año que finalizaba y no bailé, como Kerouac, pero sí me reí, a carcajadas, cuando le aseguré al camarero que iba a encontrarte paseando por la medina. Porque sabía que sólo tenía que caminar para encontrarte. Tú no te acordarás jamás pero nos cruzamos frente a un tenderete en que se mercadeaban chucherías de contrabando y RayBan falsas, y conseguimos colarnos en el Hotel Ritz, subir hasta aquella habitación húmeda de cucarachas y avejentada de moqueta gruesa. La cama estaba limpia, eso te aseguré mientras descubría un Miró de esperma caduca sobre las sábanas. Todo daba igual, nada me importaba, quería sentirme vivo como el viejo Jack, apurar sístoles y alquimias entre todos tus labios, acuchillarte con garras la espalda y con sargazos los pechos. Tuve que desgarrarte el caftán, y un retazo de orgasmo añil descansa hoy entre las páginas de Los Vagabundos del Dharma, primera edición, Contraseñas Anagrama, traducción de Mariano Antolín Rato. Luego caminar la noche tangerina buscando un taxi que te regresase al hogar que no tenías. Y yo regresar al Hotel Valencia para recoger mi mochila y, con ella a la espalda, perderme como una nada entre los viandantes que viandaban murmullos de menta en busca de nada. Buscando sólo caminar, estar en movimiento, no quedar varado en la melancolía de haber tenido que despedirme de ti de manera tan atropellada... tan atropellada como nuestro amor, nuestros besos y mis tragos de vino grueso. El camarero del Atlantique me descorchó otra botella. La tomé entre mis manos y caminé dejando a mi espalda el puerto, en pos de las orillas del extrarradio. ¿Hacia dónde? No lo sé. Tampoco importa. Lo trascendental no es el destino cuando crees que tu destino es el camino. Y caminé hasta que me acogieron, en el interior destartalado de un Fiat Uno, dos jóvenes oriundos de Sidi Kacem cargados de hash y ebrios de sonrisa. Decidí decirles adiós en Asilah confiando en encontrarte de nuevo, paseando la medina y un vaho de cannabis en la última noche del año. 

Kerouac abandonó el camino por el alcohol, y la vida por una hemorragia interna producto de la excesiva ingesta de aquel. Pero antes anduvo lo suyo, y en Tánger consumió vino y bailó y rió y logró que este pedazo de caftán que ahora envenena mis dedos decidiese reposar el recuerdo de tu piel entre las arritmias gramaticales de su prosa bebop y nervio. 

Abro la mochila y lanzo en su interior el volumen pensando que será buena lectura para mi siguiente viaje. Al fin, tampoco es tan malo estarse quieto. Lo nefasto es, únicamente, no sentirse en movimiento.


Pablo Cerezal, de Postales desde el Hafa.


jueves, 14 de noviembre de 2019

3 POEMAS de MARA DRES




INVISIBLE

Creo que no valía nada.
Que lo poco que tenía
tenía dueño y no era tu parte
ni la mía,
una parte de mis extremidades no sabía que la otra existía.
Ahora no me pesan los brazos
y mis ojos se han mudado
a otro poema;
Invisible, como todos.


DE VERDAD

Hace mucho tiempo
que no tengo nada que decir,
que se me ha secado la lengua
y mi mente ha volado más lejos
que los papeles cercanos
y los veranos más secos.

He estado recogiendo viajes,
apurando los sueños pegada a la almohada,
se me ha muerto el perro
y tengo un garaje sin coche
con la puerta estropeada.

Mil botellas de colores para hacer música de viento.
Mil silencios
y la colcha de mi abuela oliendo a naftalina
y frases sueltas.
Se me ha roto una maceta
y no me crecen, ni manzanas, ni aguaceros.

No tengo nada que decir;
ni un otoño se me ocurre.
Ni las puntas oxidadas rugen las pisadas.

Todo es mudo,
ese mudo misterioso y envolvente que lo puede todo.
Que es sabor en el paladar y seca lágrima.

Tengo miedo de cerrar la boca
y callarme para siempre.
De verdad, ese miedo acechante y traicionero.
Miedo al silencio de vocales y paréntesis.


CUANDO DEJE DE LEER POESÍA

Un túnel.
Un hueco entre las costillas,
el silencio de los gusanos comiendo mi cuerpo.
Dos centímetros de prosa entre dos tablas.
El cemento y una lápida absurda:
para un cuerpo quemado.
Muerta morirá la letra,
en las cuencas de mis ojos; muertos.


Mara Dres

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miércoles, 13 de noviembre de 2019

MÁS HONDA QUE EL OSCUROMAR por ARI ZATZU




Es así,
como suena la soledad
acompañando pasos hacia ninguna parte.

Es así,
como la luz
le abre la piel al tiempo en una negra orilla

el exilio
es un delirio salvaje
sin retorno.

Yo creí
que alguna vez
podría ser tan fuerte como el mar.

Más honda que el oscuromar
en su profundo silencio.

Pero no.
Me
equivoqué.
No era verdad.


Ari Zatzu


viernes, 1 de noviembre de 2019

NOTAS SOBRE LA CREACIÓN por SAMUEL BRESSÓN




La poesía no admite reservas ni pudor. Como expresión tan solo posible desde, a través y hacia la absoluta libertad la única exigencia que nos impone es abordarla desde esa ineludible premisa. Es esta es la única esclavitud que nos impone: la libertad sin fronteras que la delimiten. Pero, como extensión de la más íntima naturaleza del autor, la libertad fundamental de la que debe estar dotada es la que solamente nosotros podemos otorgarle que, por otro lado, acostumbra a ser la más difícil de alcanzar. Y así, de igual forma que no hay lugar para la autocensura, se presenta imprescindible recorrer el camino hacia nuestro interior para conectar de forma cada vez más estrecha con nosotros mismos y con nuestras emociones que son, al fin y al cabo, la arcilla de nuestra labor. No hacerlo implica automutilar territorios y cauces creativos que hacen del todo imposible su desarrollo. No hay temática o sentimiento o modo expresivo alguno que sea posible objeto de exclusión de la creación poética que, como cualquier otra manifestación artística, no navega bajo ninguna responsabilidad ética o moral. En ningún caso se sostendrá sobre la obligatoriedad de aleccionar sobre cuestión alguna ni ejemplificar ninguna pauta de comportamiento. La poesía puede ser depositaria de altos y nobles instintos o de las más bajas y perversas pasiones. Todo es lícito cuando nace de un sentimiento honesto siendo este el pilar fundamental e innegociable sobre el que desarrollar la creación: la honestidad.