lunes, 27 de octubre de 2014

LOS DORMIDOS: Rodrigo Garrido Paniagua.




CLANDESTINOS


Primero nos asignaron un sueldo
manchado de sudor y enfermedad
y la necesidad de tatuarnos en las manos
la oscura posesión de las cosas.

Después llamamos voluntad
a las vallas clavadas en la tierra,
trabajamos para los cartógrafos del dolor,
y delatamos, sin miramientos,
a exploradores que cavaban
túneles en la sombra.

Nos acostumbraron al cautiverio.
Nos acostumbramos al cautiverio.

Un maquillaje torpe
enmascara
miradas que tiemblan.

Algunos respiran lento
para poder llamar a las cosas
por su nombre.

Dormimos de pie y por turnos,
nos sabemos presas,
intuimos que una vez fuimos
hermosos animales salvajes.


REVELACIONES


Hay poemas que provocan orgasmos
en el pecho de los enamorados
porque inventan un cuerpo de palabras luminosas.

Hay poemas que dejan ventanas abiertas
para observar la ropa interior de sus versos,
y nos descubren luces encendidas
y trazan erecciones desordenadas.

Hay poemas con alma adolescente,
aprendices del asombro
y poemas con manos viejas de tanto cerrar heridas.

Hay poemas blancos como el silencio
con que cubre la nieve
o rojos como la sangre de una cabeza cortada.

Hay poemas que son el vino de un eterno brindis,
poemas que llevan a cuestas el rostro
de aquel que los posee.

Hay poemas como el tiempo de los árboles,
como la cueva profunda de un bosque antiguo.

Hay poemas que todavía nos aguardan
dormidos
en el interior de esta gran tormenta blanca.


Rodrigo Garrido Paniagua, de Los Dormidos (Origamin, 2014)


En Los dormidos, el poeta nos cuenta una historia que, no por universal y repetida, deja de ser más actual y contemporánea: el amago de revolución, las ganas de cambio desde el burladero con el ansia de ver sangre, incluso de nuestro bando si así hay diversión o se gana la apuesta más vil.

Leer a Rodrigo Garrido Paniagua me requiere sosiego y silencio para no perderme las tonalidades escondidas entre sus versos. No me malinterpreten, su poesía no es nada difícil de entender y disfrutar, simplemente es que Los dormidos tiene la enjundia de la sencillez, el desasosiego de la piedra contra los cristales y una mirada muy particular, más ahora que está encontrando el equilibrio tan difícil entre su voz personal y la emoción.

Jorge M. Molinero


domingo, 26 de octubre de 2014

FILAMENTOS DE LUZ por Pepe Pereza.


Alguien llama a la puerta. Me quedo paralizado. No me atrevo ni a respirar. Entre los breves intervalos que el timbre deja de sonar oigo los latidos acelerados y punzantes de mi corazón. Paranoia, pálpito en las venas, vacío, vértigo. Me pregunto quién llama con tanta insistencia. Seguramente sea un representante o algún testigo de Jehová. Sea quien sea no voy a abrir. RRRRRRRRRIIIIIIIIINNGGGGG, RRRRRRRRRRRRIIIIIIINNNGGGG, RRRRRRRRRIIIIIIIINNNNGGGG. La resonancia del timbre entra por mis tímpanos igual que una descarga eléctrica. Un rayo destructor que quema y abrasa todo cuanto hay entre el espacio que separa mis orejas. ¿Por qué insisten? ¿Qué quieren de mí? No voy a abrir. Sé que si permanezco quieto y callado tarde o temprano terminarán yéndose. Es cuestión de esperar, de tener paciencia, de no hacer ruido. Que no se sepan que estoy aquí, que crean que he salido fuera. Oigo pasos que se alejan escaleras abajo. Parece se van. Me acerco hasta la puerta caminando de puntillas, cerciorándome de esquivar las baldosas que están sueltas. Acerco el ojo a la mirilla. Nadie a la vista. Antes de volver al salón me aseguro de que la persona que llamaba se ha marchado definitivamente.

Echo parte de la papela encima de la mesa y preparo dos rayas. Una larga y ancha, la otra más pequeña y estrecha. Ésta última para fumármela en un pitillo. Esnifo la grande y disfruto de ese breve momento en que los alcaloides de la cocaína llegan al cerebro. Un instante mágico donde todo cobra sentido y las endorfinas circulan por las venas a su libre albedrío. Aun me tiemblan las manos. Todavía tengo el miedo metido en el cuerpo. Últimamente siento miedo por todo. Miedo a despertar por la mañana, al agua que gotea del grifo, a la mosca que vuela por encima de mi cabeza, al retroceso de mis encías, a abrir los ojos, a cerrarlos. Miedo a estar vivo, a respirar. Cualquier sonido me asusta. El otro día me llevé un susto de muerte. De pronto escuché un ruido muy cerca de mí. Me dio la impresión que alguien estaba masticando al lado de mi oído. Tardé unos segundos en darme cuenta que el ruido que escuchaba lo hacía yo mismo al rechinar los dientes. Ahora me rio al recordarlo pero en su momento me sentí como un verdadero idiota. También temo a los sonidos que llegan de la calle. Un frenazo, el pitido de un claxon, la sirena de una ambulancia… Cualquiera de ellos me pone los pelos de punta. Me aterra sobretodo la presencia de la gente. Eso sí que no lo soporto. He tapado las ventanas con papel de aluminio para evitar las miradas indiscretas de los que viven enfrente. He perforado las láminas para que pueda pasar algo de luz. Cuando el sol pega de lleno unos filamentos luminiscentes pasan a través del aluminio y atraviesan la estancia en diagonal. Hebras descendiendo en paralelo y formando una telaraña de luz. Docenas de ellas retozando con tirabuzones de humo y motas de polvo que flotan en el ambiente. Enciendo el cigarro impregnado de droga y me lleno los pulmones con su esencia. Me gustaría poner algo de jazz, pero temo que la persona que ha estado llamando regrese y escuche la música. Seguiré fumando en silencio. Me parece oír algo que viene del rellano de la escalera. Juraría que son pasos. Salgo del salón de puntillas, procurando no hacer ruido. Me sé el recorrido de memoria y podría hacerlo con los ojos cerrados sin pisar una sola de las baldosas que están sueltas. Llego a la puerta y pego el ojo a la mirilla. Trato de abarcar todos los ángulos posibles cambiando de posición. No veo a nadie, aun así no me quedo tranquilo. De vuelta en el salón preparo otro tirito. Nunca es suficiente. Por un momento evalúo el tamaño de la raya e incomprensiblemente se produce un desdoblamiento en mi personalidad.
- Echa más- me digo.
- Así es suficiente- me contesto.
- Venga, mamón, no seas rácano contigo mismo.
Este último argumento termina por convencer a la parte más conservadora de mi cerebro. Justo entonces: PIRIBIRIBI, PIRIBIRIBIRI, PIRIBIRIBIRI… La llamada de teléfono me pilla por sorpresa. El susto ha puesto en funcionamiento las glándulas suprarrenales de mis riñones, en consecuencia la adrenalina segregada da rienda suelta a la mala leche. Descuelgo el auricular y grito:
- DEJADME EN PAZ DE UNA PUTA VEZ.
Después de colgar me siento mejor, como si me hubiera quitado un gran peso de encima. Es más, me siento tan bien que pongo música y subo el volumen a tope. El tiro de coca aguarda pacientemente sobre la mesa. No me hago esperar. Esnifo. De inmediato el cuerpo se llena de energía y el alma de esperanza. El día acaba. La luz de la tarde se cuela a través de los agujeros practicados en el papel de aluminio. Llevo más de una semana encerrado en casa. No es que me esconda de nadie, tan solo me he tomado unas vacaciones del mundo. Por eso estoy aquí, esnifando y fumando cocaína. Esnifo y fumo. De esta forma paso las horas. Días enteros con sus noches enteras. Caminando por esa desdibujada línea que separa la cordura del abismo. Renegando del planeta y de todo cuanto hay en él. 

Pepe Pereza, del blog Asperezas.


sábado, 25 de octubre de 2014

REGALÉ MI ALMA A SATÁN EN AQUEL PÁRAMO por José Luis Pajares.


en el coche por la CL-622 saliendo de trabajar radio 3 el sótano y blues de entreguerras los nubarrones y un crepúsculo que se derrama en los maíces resecos como mermelada de lava no son normales esos relámpagos sin trueno que veo al fondo en León ni siquiera hay ambiente de tormenta debe ser Big Bill Bronzy desde otro secarral más americano lanzando protoelectricidad cuando él a duras penas la conoció pero las curvas se suceden y a velocidad legal por esa carretera es un gozo ver cómo el alma se va derritiendo en el asiento sin hacer nada de calor quizá es porque es viernes la semana terminó siete horas de disolvente mezclado con pintura y una hora más de gas de soldar ya solo falta la cerveza fría y algún pitillo pero Louis Armstrong me vacila con esa voz de limadura de acero desde el estéreo no puedo ir más deprisa pero puedo subir el jodido volumen hasta que Nueva Orleans se incruste entre Fontecha y Ardoncino y entonces la CL-622 muta en la CL-666 y en algún lugar perdido en ese páramo donde diviso un tractor de luces encendidas que me presagia campos de algodón ah no que son de habas y ahí está Fausto Satán o vaya usted a saber en esa zona el demonio maligno que ostenta la jurisdicción y me pregunta por el precio de mi alma en un cruce de caminos ya digo junto al monte de Fontecha o ya llegando a Ardoncino fijo que antes de Ribaseca y le digo yo que nada que es gratis que no voy a andar con regateos que la cerveza fresca me espera y que se la quede a cambio de nada Robert Johnson la pulió en mejores condiciones y aprendió a tocar la guitarra pero yo ya sé tocarla Jimmy Page se entregó a la magia negra a cambio de que sus discos sonaran bonitos al revés pero mis discos ya nadie los escucha y Tom Waits pidió llevar polvo que sacudirse en los zapatos de por vida yo eso ya lo llevo de serie para regalar en Ribaseca eso sí los relámpagos ya eran de Juicio Final o al menos de Semifinal de Cuartos no eran creo yo y la gasolinera amontonada junto a la nave que vende colchones a pie de carretera y la otra nave muy oscura que vende naranjas todo el año como si eso fuera sencillo no te jode pues ameniza el trayecto penúltimo aunque queda el coñazo de Antibióticos y Doctor Fleming pero la música ya va a toda hostia cuando llego a la altura del Periferia cuántas fiestas cuántos días que eran días porque te lo decía el taxista y ahora al lado hay una mezquita tiene cojones y el Periferia parece un refugio de otras guerras de hecho es que lo era pero para esas alturas de partida el coche ya sabe que llegamos al cruce de vías del Crucero y en un tris el parque de Quevedo girar enfilar la rotonda de ese avión amarillo que a ver cuándo despega y en la última rotonda aterrizar roto alimentar gatos callejeros recoger la ropa de currar hasta arriba de grasa y subir a casa a por la cerveza esa y el pitillo que ya se acabó la puta semana tarareando una de Blind Lemon Jefferson quizá y sintiéndome agotado pero bendecido por el blues ya sin alma pero feliz de haberla regalado en aquel cruce de caminos al pobre Satán de los Páramos que no tenía alma que llevarse a la boca......

José Luis Pajares


viernes, 24 de octubre de 2014

ECONOMÍA DE GUERRA: Ana Pérez Cañamares.



Ana Pérez Cañamares (1968) nació en Santa Cruz de Tenerife y vive en Madrid. Ha participado en numerosas antologías de relato y poesía. Entre otras: Por favor sea breve; Beatitud. Visiones de la Beat Generation; Resaca/Hank Over. Un homenaje a Charles Bukowski; 23 Pandoras. Poesía alternativa española; La manera de recogerse el pelo. Generación Bloguer y Tiros libres. Relatos de baloncesto. Ha publicado los siguientes libros: La alambrada de mi boca, En días idénticos a nubes, Alfabeto de cicatrices, Entre paréntesis (casi cien haikus) y Las sumas y los restos (V Premio de Poesía Blas de Otero-Villa de Bilbao 2012). Algunos de sus poemas han sido traducidos al griego, portugués, inglés, croata y polaco.


MALA COPA, UN CUENTO DE JORGE CUEVAS



"Ningún hombre se hace borracho, solo descubre que ya lo es", mi papá me lo dijo, ahora esta en cama lidiando con las primeras complicaciones de una inminente cirrosis. Empiezo este escrito citando a mi padre por dos razones, una es porque es alusivo a mis primeros años de beatitud los cuales fueron amables con mi hígado y con cualquier individuo que estuviera dispuesto a reír mis gracias, a encenderme un cigarrillo o a brindar conmigo, esos años los recuerdo con cariño, cada trago era un ejercicio de autoexploración. La segunda razón por la cual cito a papá es porque no se quién dijo primero la frase.

Antes de "descubrir" que yo era un mala-copa, como conocemos vulgarmente al tipo pesado y pasado de tragos, creía que la cerveza me hacia más inteligente, más simpático y hasta más guapo, pero la verdad es que solo me hacía mas confiado. Cuando tenia treinta y tantos cada cigarrillo me hacia entender mas la frase de mi padre, gracias a la vida en aquella época tenia la solvencia económica para pagar todos mis vicios, nunca fui un tipo muy social pero la gente quería estar junto a mí cuando tenia algunos litros encima debido a que desde la perspectiva de cualquiera con un poco de buen gusto yo era un tipo muy divertido cuando estaba ebrio, no como un payaso o como un borracho ridículo, divertido en verdad.

Llego un momento en el que tantas atenciones me hacían dudar de mis "Drink buddies". ¿En verdad tenia amigos?, empezaba a creer que no podía ser tan bueno para ser cierto, que solo me querían por mi dinero, así que decidí no pagar por un solo trago durante un mes. Para mi sorpresa ese mes bebí como vikingo, la gente me invitaba a tomar, me presentaban más gente que me presentaba más gente que quería invitarme a una cerveza, fue demencial.

Me convertí en el tipo que como dice la canción, siempre estaba "allá en la mesa del rincón" gesticulando y haciendo reír a hermosas mujeres y buenos amigos. Me conocían en casi todos los bares de la ciudad. Nadie más hablaba cuando yo llegaba, nadie platicaba sobre la viruela de su hijo, nadie se quejaba de la política, nunca nadie en mi mesa dijo algo sobre el clima. Todos a mi alrededor sabían que mis historias eran mejores, nunca terminaba una anécdota con la frase "Y luego me fui a casa". Antes de comenzar a narrar los sucesos que conforman la historia principal de este escrito es importante que el lector sepa que hubo un tiempo en el que me agradaba más la gente que la cheve, no siempre fui misántropo, no siempre fui mala copa. O como diría mi padre, no nací sabiendo que era un mala copa.

Bebiendo y fumando llegue a las cuatro décadas, amansé una gran fortuna trabajando honradamente a pesar de ser más profesional como borracho que como cualquier otra cosa. Cuando bebía solo era cuando peor me ponía, me transformaba en un ser casi fotosintético, un hombre planta que solo estaba ahí, en una barra sentado echando cheve y sacando humo como si fuera un ciclo biológico. No solo cerveza me metía, era todo un metódologo con título, adicto también a ir a donde las mejores amigas del hombre.

Sandy era la puta mas buena, un fakir. Cuando la conocí, con suficiente dinero podías quemarla con cera, pero eso era de muy mal gusto, las cicatrices que dejaba esa practica vulgar arruinaban la armonía de su cuerpo perfecto, así que como cliente habitual hice valer mi derecho de antigüedad y se lo prohibí, obviamente también tuve que pagar con algo de mi dinero por la vaga concepción de lo que es sensualidad que tenían los otros clientes de Sandy cada vez que le solicitaban aquel servicio. A algunos hasta les tube que devolver el dinero que pagaban por la cera que compraban.

Mi relación con Sandy era de cariño puro y sincero y si le pagaba era por su condición y su compromiso con los gángsters del congreso. En varias ocasiones ella llego incluso a prestarme dinero, confiaba tanto en esa mujer que algunas veces completamente ebrio la presenté ante socios importantes como mi esposa.

Una tarde de otoño ejercitando mi soledad en una de las barras mas melancólicas de la ciudad llamé a Sandy porque temí quedarme ahí hasta amanecer como hombre planta, quedamos en mi club de comedia favorito así que salí de aquella pocilga. Ademas quería compartir con ella mi tiempo en uno de mis lugares favoritos, al cual ella sabía, solo llevaba a mis mejores amigos y algunas veces a algún familiar. Quería hacerla sentir especial para mí porque recordé que siempre que le recitaba poemas de Lorca a Sandy había una botella entre mi mirada y la suya, esto hacia que yo viera sus ojos azules enormes gracias a que la botella de Noilly Prat virgen funcionaba como lupa pero ella solo veía una botella de alcohol, lo que le recordaba constantemente que detrás solo estaba el borracho que se la tenia que tomar, nunca un romántico. Sandy siempre creyó que yo la trataba como una puta y era cierto pero solo en la cama. Entramos al club a las once de la noche y la senté en el lugar donde siempre se sentaba mi madre.

-Tenía muchas ganas de que vieras esto, guapa. La rutina del siguiente comediante trata sobre su último intento fallido de suicidio hace tres meses -le dije.

Inmediatamente después salio aquel hombre escuálido y vestido completamente de negro. Tenía la cara mas inexpresiva del mundo, entre risas y aplausos se acercó al micrófono y prendió un cigarrillo.

-Ríanse, hijos de puta, aplaudan que he venido a divertirlos. Eso, malditos degenerados, aplaudan y rían, beodos de mierda!. -decía, dedicando una mirada a cuanto presente podía y fumando tembloroso.

Como si su comentario cargado de el más ferviente odio fuese parte de uno de sus chistes el aplauso se hizo gradualmente más apasionado, a pesar de ello aún se escuchaban más las carcajadas. Aquel hombre era el sarcasmo en persona.

-Saben, mucha gente tiene la idea de que un artista después de que muere queda inmortalizado si su obra es buena. Supongo que estoy destinado a quedar en el olvido y vivir para siempre con ello ya que es más fácil que una jirafa se tire de un árbol con la soga al cuello y muera ahorcada a que me muera yo jugando a la ruleta rusa solo y con el tambor lleno - dijo.

El público empezó a aplaudir y a carcajearse.

-Es más fácil que se ahorque una soga a que yo logre matarme - remató el chiste.

Después del gancho las carcajadas aumentaron a proporciones obscenas. Cuando el publico dejo de reír pasó algo muy extraño, todos callaron después de escuchar a aquel tipo exhalar al micrófono, hubo silencio total. Su semblante cambio una vez que noto que la gente le ponía atención, ahora pretenciosamente parecía que estaba apunto de enseñarnos una verdad absoluta.

-La verdad es que tampoco soy un buen comediante, solo un chiste de Dios. Vaya humor negro que tiene el hijo de puta ¿no? - dijo mientras fumaba.. 
A pesar de su hostilidad en ningún momento dejo de ser gracioso (para nosotros).

Vaya fracasado, me daba lástima. Era como una versión nueva de Pagliacci. Lo llame Canio, como el payaso que llora. Era un puto payaso llorón.

-¡Oye Canio, eres un puto payaso llorón!, ¿Capisci? -grité riéndome y arrastrando la voz, completamente ebrio y con complejo de Marlon Brando en "El padrino".

-Hazme reír, basura, si hubiera sabido que venia a ver la versión depresiva de Enrico Caruso me hubiera quedado en casa tirándome a mi mujer. ¡Tengo una puta de 500 dolares sentada junto a mi y se quiere reír! -gritaba, mientras notaba que la atención de los borrachos se empezaba a centrar en mí.

Quien lo diría. ¡Le estaba robando el show a aquella versión mexicana y suicida de Enrico Caruso!, Me gustaba toda esa atención, así que seguí insultándole.

Desde mi primera maldición me convertí en el centro de atención de aquella audiencia sedienta de sangre y Canio se convirtió en mi centro de atención, hasta que la cara más triste del lugar pero también la mas bella me hizo reacomodar mis prioridades. Cara más triste que la de Canio inclusive.

Era la cara de la mesera de la que siempre había estado enamorado, que entre la multitud y a lo lejos veía acercarse a mí lentamente.

-¿De cuantos poetas será musa la mesera si solo los corazones ebrios hablan de ella? -pensaba.

Una vez que la tuve frente a mí me sentí más frágil que un instante. Después de una mirada me dio una bofetada que me hizo sentir como Jesús pagando por todos los pecados de la humanidad. Aquel golpe de proporciones bíblicas me hizo estrellar la frente contra la barra. Habrán pasado unos cinco segundos cuando casi inconsciente logré escuchar que me llamaba imbécil. Diez segundos después escuché algo parecido a un balazo de 9 mm.

-¡Me has matado! Me has roto el corazón y me has matado nena. Hasta aquí llegué -pensé.

El grito hórrido que soltó Sandy me devolvió por completo la sobriedad y de un sobresalto me paré del banquillo y me acomodé la corbata. Para mi sorpresa yo estaba bien, no había muerto y el sonido parecido al balazo de 9 mm había sido solo producto de mi imaginación. En realidad había sido un balazo de 44 con el que Caruso se había volado la tapa de los sesos en el escenario. Sandy estaba histérica y tuve que abofetearla para que se tranquilizara, sus gritos habían hecho evidente que era su primera vez en el club y me estaba haciendo quedar como un turista.

Me prendí un cigarrillo para tranquilizarme y me acerqué a la tarima para ver de cerca el cadáver de Canio, al principio me causo repulsión y creí que todo era un sueño pero cuando asimile que estaba despierto me causó mucha gracia. Me sentía como Nedda la esposa del verdadero Canio porque el suicidio de un comediante era como hacer llorar al payaso pero elevado al cubo.

-¡Soy una perra! - me dije a mí mismo sonriendo.

Como si tal escena fuera de esperarse aparecieron dos ratas de gimnasio mejor conocidos como "saca borrachos" y arrastraron el cadáver de Canio fuera del escenario. El cantinero cerró el telón y como el show debía continuar, apareció un conjunto norteño de principiantes tocando una versión malísima y caótica de "Sonora y sus ojos negros". Conscientes de sus nulos dotes musicales se presentaron con el nombre de "Los hijos bastardos de los cadetes de Linares".

Me dirigí a mi mesa y pedí un trago de Jim Beam, traté de seguir bebiendo pero las lágrimas de mi amada mesera me lo impidieron, ¿Tenían ella y Canio algo especial? Nunca lo sabré. Aparte las miradas apáticas de la audiencia que hasta hace minutos antes estaba colgando de mis manos me ponían incómodo, todo esto sumado a los gritos de de dolor de aquel acordeón de la muerte y Sandy temblando me hicieron sentir un asesino y salí del club corriendo a vomitar en la esquina.

A la mañana siguiente desperté creyendo que todo había sido una pesadilla por lo que me pareció que seria fácil simplemente olvidar, hasta que me miré en el espejo y note un moretón en la mejilla en la que mi amada me había pegado. Sentí un vacío en el pecho.

-¡La vida es una eterna cruda! -pensaba mientras escuchaba que empezaba en la radio Pagliacci la versión original de Leoncavallo. Comencé a llorar como un bebe.

En un ataque de impulsos corrí a la comisaria y entre gritando que era un asesino. El juez me tranquilizó, me ofreció en una taza con media oreja un líquido cafesino, casi transparente alusivo al agua puerca donde se revuelcan las lombrices, pretendía que fuera un café pero tenia mucha mas agua que café y sin leche, me lo tomé y le conté mi historia. Para mi mala suerte no podían encarcelarme ni siquiera por suicidio asistido. Me dijeron que Canio era una persona muy sensible, con poca voluntad y que esa no era mi culpa. Salí a las 7 de la tarde sintiéndome muerto en vida.

Desde ese día no volví a ser el mismo, dejé el trabajo y mi esposa me dejó a mí. No volví a ver a Sandy. Y por poco me quedo en la calle. Tenía pesadillas, la última y mas perturbadora fue una en la que me encontraba a Ruggero Leoncaballo en un bar y me invitaba una cerveza, después saqué un papel de mi cartera y le recite algo de mi autoría.

-Mi mas grande ambición es extinguir el anhelo, mi musa colgada de un puente amanece en los obituarios y es el crimen perfecto porque mi destino es no dejar huella en este mundo - canté en italiano.

Ruggero se puso rojo y yo empecé a llorar.

-Esta bueno pero te falta algo - respondió.

-¿Qué  cosa? - pregunté con voz quebrada.

Su cara se transformó en la de un payaso horrible y soltó una carcajada.

-Lo que te falta es hígado, niño, apenas llevas una cerveza y ya me estas cantando al oído, marica - respondió.

Todos en el bar lo escucharon y se empezaron a reír de mí, yo salí y me siguieron, no paraban de burlarse y señalarme. Luego desperté. Habrán pasado dos meses desde mi última pesadilla cuando recibí una llamada, era el dueño del club de comedia, después de el incidente de Canio me volví una celebridad en el lugar, no por su muerte si no por mis chistes, querían que me presentara con una rutina de Stan-up.

Estaba quebrado y me ofrecieron toda la cerveza que pudiera tomar y un sueldo miserable pero era mejor que nada. Hice dos, tres, y cuatro shows sin un guión, preparé una rutina más elaborada una semana después que he mantenido hasta la fecha y en la cual realmente siento que no digo nada. Así fue como me volvi un comediante de tiempo completo el cual ha hecho reír a un montón de perdedores durante seis años, seis años en los cuales por cierto nadie me ha hecho reír a mi. Me paro todos los días en una tarima que representa una orgía ensangrentada de sueños rotos esperando a que Dios me aplaste con su dedo, creo que el único chiste bueno que he escrito es esta historia. 
La commedia è finita!

martes, 21 de octubre de 2014

SUNDAY. A LAZY SUNDAY by Lucy Originales.



La decepción es algo asombroso, no es un misterio. La decepción se siente en el estómago como ácido con unas gotas de nerviosismo y viaja por los brazos y hace temblar las manos y hace pausar y contemplar la vacuidad del entorno. La decepción es real y absoluta, manifiesta en el universo de la esperanza. Es buscarte para no querer encontrarte y cruzar nuestros caminos; o a ti, buscarte y querer encontrarte para que no abras la puerta; o tú, otro, para que te hayas ido con la tarde.

No hay polvo que cubra en el rostro la decepción, ni fragancia que cubra el tiempo de espera.

Lucy Originales


domingo, 19 de octubre de 2014

LOS 400 GOLPES por Javier Vayá Albert.




Diestros en la liturgia de la derrota
exhibicionistas de los 400 golpes
eruditos en la fisonomía del error
aceptamos la noche como ofrenda
como la piel arrancada y verdadera
regresada de vuelta
habitantes del callejón y el patio trasero
del ascensor para el servicio de la alegría
(im)pacientes en la sala de espera de la vida
haciéndonos hueco en el filo de la navaja
tan acostumbrados al desastre íntimo
a la perdición de perder lo perdido
que si el azar arrastra a nuestra orilla
algún minúsculo resquicio de victoria
su sabor nos resulta tan ajeno y amargo
como la belleza para Rimbaud
así que incorregibles pedimos otro trago
de lo mismo de siempre
en nuestro sucio rincón de la barra del mundo

Javier Vayá Albert, del blog Cinepoesía.


jueves, 9 de octubre de 2014

HAIKUS de la TIERRA PURA



Melancolía
taladra el corazón 
es el otoño.

*

Flor de cebolla
tocar cielo en otoño,
volver a tierra.

*

Un cementerio,
vivir serenamente
sin fricciones.

*

Vivir sin miedo
como veleros libres
la utopía.

*

Nada más bello
ver crecer a tus hijos
envejeciendo.


Silvia D Chica


miércoles, 8 de octubre de 2014

1 POEMA de Ricardo Moreno Mira.




Podríamos vivir en un mundo justo, de gente honesta, de hombres y mujeres iguales y libres
Pero no vivimos en él
Podríamos vivir en un mundo pacifico, sin guerras ni hijosdeputa
Pero no vivimos en él
Podríamos vivir en un mundo donde no hubiese muerte ni miseria
Pero no vivimos en él
Podríamos vivir en un mundo donde la justicia y la libertad significasen algo
Pero no vivimos en él
Podríamos vivir en un mundo sin armas, sin cirugía, sin carniceros ni depredadores
Pero no vivimos en él
Podríamos vivir en un mundo sin moscas, sin hienas, sin cocodrilos ni cabronazos
Pero no vivimos en él
Podríamos vivir en un mundo donde uno pudiese beber y follar todo el día
sin q ningún imbécil viniese a darte el coñazo ni acabases siendo un paria
Pero no vivimos en él
Podríamos vivir en un mundo de fantasía y pasteles de cumpleaños
Pero no vivimos en él
Y nunca lo haremos
Vivimos aquí
Aquí mismo
Y lo mejor es
q no mires atrás
Ni te preguntes gilipolleces
Simplemente
Sigue caminando

Ricardo Moreno Mira.


martes, 7 de octubre de 2014

1 POEMA de Alicia Millán.



zurcir
pellizco un trozo de piel
introduzco
no la aguja, la palabra
la palabra alivio pasando diciendo
-no es tu culpa-
mírala caída por todos lados
casi, mendigando ser recogida
la ilusión
-no la visceral-
la ilusión mental de oasis
y ya
no huele a ti
algún día podrá oler a otro
a
otro sí
vuelvo
empujada a la orilla
como por un extraño al bajar del tren
-no creas
que tropiezo-
son muchos trompicones
mucho
tartamudeo de alma
antes
de caer a la boca
-se me olvida-
yo iba a zurcir no a desgarrar
(unir)
los pedazos
como si encontrara colmillos
de gatos bebés por el suelo
antes
de que les salieran
pedazos de futuro -morder-
para sobrevivir
-no- amar
yo sigo amamantada


Alicia Millán, del poemario A partir de blanco.