domingo, 30 de septiembre de 2007

LOS PRÓLOGOS DE 'RESACA / HANK OVER'


Os vamos a dar tiempo. Ahora que ya podemos confirmar editorial (ese Caballo de Troya que Constantino Bértolo tiene dentro del grupo Mondadori) y fecha de publicación de Resaca / Hank Over (abril de 2008), aquí os adelantamos esa parte de los libros que se suelen saltar, como un charco, o cruzar con cierta mala leche, como si se nos fueran a embarrar los pies. El prólogo, vamos. Dos prólogos en esta parte, dos charcos en los que podeis ver ya algunos de los reflejos de lo que será esta antología, los motivos que nos llevaron a compilar los relatos y a elegir a Bukowski como punto de encuentro, etc. Dos primero sorbos, a la espera de la fiesta salvaje que será la edición en papel. Y una invitada espacial, esta hija de Satanás, de Miguel Ángel Martín, el autor de la portada, y a la que desde hoy nombramos la pin up oficial de este blog

Vicente Muñoz & Patxi Irurzun



AGUA BENDITA Y ESPERMA
Patxi Irurzun


“Azotavírgenes, litronero”, solía escribirme algún supernumerario cabrón, hará unos 20 años, allá en mi mesa de la Universidad de Navarra. Era su respuesta a la lista de escritores favoritos que yo también apuntaba sobre esa misma mesa para distraerme durante las aburridas clases de literatura. “Bukowski”, ponía, por ejemplo, yo por la mañana, y por la tarde llegaba él, escupía lapos de agua bendita, lo borraba y anotaba sus palimpsestos: “Sindios, macarra, invertido”…
Pero lo mejor de todo era que —digo yo— para sentirse tan ofendido, aquel meapilas del opus debía de conocer los libros del viejo indecente. La máquina de follar. Hijo de satanás. Mujeres… Igual el pobre hasta se mataba a pajas leyéndolos a escondidas y eso le mortificaba más que un buen cilicio (y le proporcionaba un secreto e intenso placer, por partes iguales).
El caso es que yo me sentía especial por haber descubierto hacía dos o tres años a aquel escritor irreverente, maldito, follador y bebedor insaciable… No importaba que lo hubiera hecho en una edición de La senda del perdedor del Círculo de Lectores (que era cualquier cosa menos minoritario o exclusivo), ni que después, cuando buscara en la biblioteca otros títulos de Bukowski sus fichas aparecieran en el cajón sobadas, amarillentas, pegajosas, casi como —hablando de pajilleros—las páginas de esas revistas guarras que circulaban de mano en mano en los colegios de curas.
Todo el mundo, en realidad, manoseaba los libros de Bukowski, aunque fuera clandestinamente. Y nadie se quedaba indiferente. En mi caso, lector voraz y escritor incipiente, fue una auténtica revelación. Como pasar de escuchar Parchís a los Sex Pistols.
—¿Pero se puede escribir así?— me preguntaba—. ¿Se puede hablar del sexo, del alcohol o de cómo se nos mueven las tripas con esa naturalidad? ¿Se puede sacar con la literatura toda esa mierda que llevamos dentro, o contar cómo nos estriñe hasta volvernos locos? ¿Se puede, además, hacerlo de ese modo, tan divertido, tan directo, como un gancho a todo lo establecido?
Se podía. Gracias a Bukowski, le desencajé la mandíbula a todas mis lecturas. Él me llevó, haciendo eses, a otros autores, y estos a otros: Fante, Carver, Hubert Selby Jr., ¡Raúl Nuñez! (que, sorpresas te da la vida, se levanta increíblemente en esta antología de su tumba, sobre la que hemos derramado tanto whisky –la resurrección se la debemos a David González–).
Mientras tanto, yo continuaba escribiendo, deformado por todas esas influencias, y comenzaba a publicar cuentos en fanzines, revistas literarias o pequeñas editoriales. Iba conociendo también a otros autores (como Vicente Muñoz, el otro antólogo de este Resaca / Hank over, a quien solía mandarle relatos con la esperanza de que me hiciera un hueco en su Vinalia Trippers, publicación de referencia en la literatura escrita en los márgenes) y era evidente que ellos también habían leído a Hank.
Sin embargo, a mí me parecía que aquella admiración por Bukowski se mostraba bastante contenida, por varios motivos: el primero de todos, puro egoísmo, la necesidad de proteger ese que suponíamos nuestro pequeño y secreto tesoro de una democratización que lo fagocitara (algo así como escuchar a los Sex Pistols en Los 40 principales).
Otra de las razones eran los críticos literarios, que durante mucho tiempo estuvieron mirando para otro lado, como si Bukowski no existiera, o como si todos fuésemos gilipollas y no nos diésemos cuenta de que en los créditos de muchas de las novelas y libros de cuentos del viejo indecente que publicaba Anagrama —con aquel diseño tan pulp—, se podía leer: “15ª edición” (claro que hubiera sido mejor que los críticos no abrieran nunca esas bocazas suyas que no mordían la mano que les daba de comer, pero que cuando se dignaron a hablar de Hank fue para hundirle los colmillos justo en mitad de la polla; aquella polla tiesa y descomunal, desde la cual eyaculaba nutritivos chorros de esperma sobre toda una generación de lectores y de escritores a los que empezaban a salirnos pelos en los huevos. Para esos críticos, los libros del Bukowski eran una suerte de literatura juvenil y superficial para leer con una sola mano y cualquiera que publicara un libro en el que un personaje se tomaba un botellín de cerveza a morro, un epígono, una mala copia del escritor norteamericano, que ya de por sí consideraban que no le llegaba al tobillo a cualquiera de los autores cansalmas y pedantes que ellos reseñaban a dos páginas en los suplementos literarios).
Con semejante panorama, reconocerse bukowskiano no era una buena carta de presentación, sobre todo para los escritores que aspiraban a hacerse oír con voces propias (voces que cualquiera que lea esta antología podrá observar que, digan lo que digan los críticos, la influencia, o mejor dicho, las lecturas seminales de Bukowski no han ahogado, y así en la siguientes páginas hay más de un texto que se mueve en claves distintas al realismo sucio).
Hay otro obstáculo más difícil de sortear—al menos para mí— cuando uno reconoce a Bukowski como uno de sus autores favoritos, y es su machismo, aunque dicho sea de paso, si las mujeres son a menudo en sus libros simples huecos en los que Chinaski, el famoso alter ego de Bukowski, encaja su pilila, los hombres —empezando por el propio Chinaski— no salen mejor parados, y son retratados como una especie de cloaca con tres patas en la que desaguan litros de cerveza y de masa encefálica hecha puré con la batidora de la estupidez humana. En Resaca / Hank over, de todos modos, Vicente y yo hemos puesto especial empeño, sin caer en cuotas ni en lo políticamente correcto (la mejor muestra es la portada del siempre genial Miguel Angel Martín) para que este libro no fuera uno de esos bares “solopi”, en los que, normalmente a altas hora de la madrugada y en avanzado estado de embriaguez, se encuentran “solo pitos”, y para que en la nómina aparecieran varias escritoras a las que el viejo indecente ha conseguido bajarles las bragas en alguna ocasión.
Una última razón para disimular la bukowskimanía es que cualquiera de sus lectores sabe que a Hank no le hubiera gustado nada que lo subieran a un altar. Ni siquiera aunque este fuera la barra de un bar. Y sin embargo, ¡que se joda Bukowski! Y también ¡a tomar por culo todos los argumentos anteriores! Ha llegado la hora de reconocer, sin complejos, la admiración que sentimos por él. Porque en el fondo somos buenos chicos (y chicas) y no nos vamos de las pensiones de mala muerte sin pagar ni nos liamos a hostias con nuestro padre, como vulgares chinaskis. Teníamos una deuda con Buk y Resaca / Hank Over es una forma de empezar a pagarla. La antología de todos modos está muy lejos de ser un tributo reverencial (y de hecho recoge también algún que otro texto que parodia el estilo del norteamericano) y tampoco surgió de un modo premeditado.
La idea germinó en el fanzine Borraska, que comencé a editar en Internet al finalizar mi avatar como azotavírgenes en la facultad de filología y convertirme en un Factotum, con diversos trabajos, a cada cual más cabrón (operario de fábrica, barrendero, peón de obra o periodista), lo cual me venía muy bien para adornar las solapas de mis libros, que de todos modos nadie compraba. Con Borraska me iba algo mejor, en ella recalaron muchos de los autores que había conocido en los márgenes, y con su colaboración saqué adelante varios números monográficos sobre obsesiones personales como la muerte, la locura, la masturbación, el trabajo (es decir, la muerte dos)… El contador de la página marcaba miles de visitas, y recibía con frecuencia emails de todo tipo y procedencia. En uno de ellos el escritor Javier Marroquín me sugería la idea de efectuar una voltereta hacia atrás, sin red, y publicar en papel libros con relatos como los que a menudo leía en Borraska. Para dar un poco de bombo al proyecto se nos ocurrió la idea de montar, usando Borraska como plataforma, un concurso de cuentos macarras, “¿qué tal si lo planteamos como un homenaje a Bukowski?”. Dicho y hecho, redacté unas bases majaretas (que hemos incluido en un making of en este libro, junto con la invitación que cursamos a los participantes o una carta que mandamos a Linda Bukowski, por si sonaba la flauta y nos cedía un inédito de su marido) y Javier se comprometió a poner los 300 euros y la caja de cervezas para el premio.
Hijos de satanás, así se llamó el certamen, recibió unos 200 cuentos, la mayoría de ellos desde países latinoamericanos (y también alguno desde presidios españoles) y algunas notas ilustres de ánimo, como las remitidas por el mismísimo Pedro Juan Gutiérrez o Antonio Skármeta. Pero, salvo alguna honrosa excepción, como la del ganador del concurso, Josu Arteaga, cuyo relato incluimos en Resaca / Hank Over, los cuentos no parecían capaces de trazar la pirueta sin red que suponía saltar al papel impreso sin caerse de la manos de los lectores y estamparse contra el suelo en posiciones de lo más ridículas.
El veneno ya estaba inoculado, de todos modos, así que retomando la idea de los cuentos bukowskianos comenté la jugada con Vicente Muñoz, que ya había saltado a la arena del circo literario con otras dos antologías en las que se reunía lo peor de cada casa (“Golpes. Ficciones de la crueldad social” y “Tripulantes. Nuevas aventuras de Vinalia Trippers”), y fue de ese modo como nos decidimos a invitar a Resaca / Hank Over a autores que ya habíamos visto muchas veces subir al trapecio y mantenerse en él con una botella de vino en una mano o haciendo cortes de mangas en el vacío.
Todo lo demás vino rodado. La antología, como suele suceder, se armó como le dio la puta gana a ella, lo que en principio iba a ser una colección de relatos se convirtió en un híbrido con cuentos y poemas, escritores con los que contábamos a tiro fijo se desmarcaron, llegaron otros en los que no habríamos pensado ni por el forro, faltarán seguramente muchos que merecerían estar aquí, etc. Y una cosa más, el título nos los regaló Goio González, compadre de otro de los antologados, Kutxi Romero, y chinaski de pro al que le debemos unos cuantos tragos por su genial acierto al desvelarnos que en inglés Hangover quiere decir Resaca.
Por lo demás, no hay mayor misterio: en el fondo, la antología, más que un homenaje a Bukowski es una buena excusa para que tanto quienes participamos en ella, como quienes la lean –o al menos eso nos gustaría– pasen un buen rato, que es a fin de cuentas la mejor herencia de Hank, lo que sabemos que vamos a obtener cuando abrimos uno de sus libros.
Salud, pues, y feliz resaca a todos los hijos de satanás. Los demás pueden seguir bebiendo a escondidas.

Pamplona, 5 de julio de 2007




VISIONES DE HANK
Vicente Muñoz Alvarez



Se lo debíamos al bueno de Hank. Todos los que nos hemos reunido a brindar sobre su tumba en esta fiesta, y muy en concreto Patxi Irurzun y yo. Para ambos Charles Bukowski fue un flechazo inmediato, un amor a primera vista, acostumbrados a las soporíferas lecturas que durante nuestra adolescencia nos habían recomendado o impuesto. Existía una vida allá fuera, en la calle, al fin de la noche, en los conciertos y bares que frecuentábamos, en el monótono y alienante transcurrir de los días, en los amores rotos y las borracheras, en la locura y en la desesperación, que no reflejaban de ninguna manera todas aquellas lecturas. Y fue precisamente Bukowski ( junto a Miller, Céline, Kerouac, Carver y algunos otros ), a medida que su obra fue publicándose en nuestro país, el primero que nos habló sin tapujos de esa vida inmediata y próxima, desmitificando con mordaz ironía el papel tradicional del escritor. Hank era un poeta frustrado, pendenciero, bebedor e inconstante, enloquecido, salvaje y espontáneo, que retrataba sin artificios ni grandilocuencias vanas el mundo despiadado en que vivíamos, que escribía en nuestro mismo idioma de peleas y putas, de bloqueos creativos, de zurullos y caspa, de la misma gente y los mismos problemas que a nosotros nos afectaban... Un escritor del mundo real ( al menos del nuestro, claro, hay varios y todos en este, y cada uno decide cuál le atrae y a cuál pertenece ).
Al margen de la influencia mayor o menor de su obra en la nuestra, fueron Bukowski y algunos otros ( a los que tuvimos casi clandestinamente que ir descubriendo ) los que nos hicieron en realidad amar la escritura y espolearon nuestra vocación creativa, y no, desde luego, toda la infumable ( para un adolescente inquieto ) sarta de autores que nos habían vendido de estudiantes como ( alta ) literatura. Si accedimos después voluntariamente a otras ( altas ) lecturas, fue debido precisamente a autores como Bukoswki ( que nos llevaron a Hamsum, Fante, Céline, Hemingway, Pounz, Rimbaud, Whitman... ), que nos hablaron en el lenguaje pop( pular ) que entendíamos y nos mostraron un camino literario y existencial mucho más próximo y verdadero.
En un recodo de ese camino nos encontramos Patxi Iruzun y yo, y muchos de los autores que homenajeamos hoy a Hank. Corrían los años 90 y la explosión de fanzines y revistas subterráneas y contraculturales del momento había ido poniendo en contacto a muchos escritores de la misma o semejante cuerda, ninguneados sistemáticamente hasta entonces por el aparato logístico de la cultura oficial. Borraska y Vinalia Trippers (o lo que es lo mismo: Patxi y Vicente & trippers, respectivamente), nacidas en plena eclosión del mundo del zine, fueron desde su inicio proyectos y plataformas afines que sirvieron, junto a otras ( Ojalatemueras, Monográfico, El canto de la tripulación, Anna Bel Lee ) para dar a conocer la obra de muchos autores que habíamos crecido con Bukowski en nuestra mesilla de noche. Casi de modo paralelo, una en papel impreso y otra en la red, ambas publicaciones editaron durante la segunda mitad de los 90 textos de muchos escritores realistas que de una manera u otra habían bebido de fuentes hasta entonces consideradas cultura popular, cuando no directamente cultura basura: el cómic, la televisión, el rock, el porno, el gore... integrándolas en su obra y fundiéndolas en su manera de crear y escribir.
Antologías de relatos como Golpes. Ficciones de la crueldad social ( DVD ediciones 2004 ) y Tripulantes. Nuevas aventuras de Vinalia Trippers ( Eclipsados, 2007 ), o de poemas como Feroces ( DVD,1997) y Poemas para cruzar el desierto ( Línea de fuego, 2004 ), han ido estos últimos años recopilando la obra de muchos de estos autores, poniendo de relieve la existencia de un discurso literario y crítico muy diferente al que se nos muestra y vende desde las altas esferas.
Cuando hace algunos meses Patxi me habló del concurso homenaje a Bukowski en Borraska, no pude resistir la tentación de dar un paso al frente, proponiéndole una antología en su nombre, para prepararle al viejo una celebración por su sitio. Comenzamos entonces a pedir material, relatos y poemas, a los autores que, sin agotar por supuesto la nómina, nos parecieron más representativos para la ocasión, y poco a poco, en un fascinante proceso de construcción colectiva, las piezas del puzzle fueron encontrando su hueco hasta convertirse en lo que hoy es este libro.
Autores más y menos conocidos ( algunos casi inéditos ) y un magistral Raúl Núñez ( al que David G, siempre presente, convocó desde el lado oscuro ) poniendo la guinda al pastel, lanzamos desde aquí reunidos un guiño al bueno de Hank y os invitamos ahora a todos a compartir esta fiesta.
La mayoría de las líneas temáticas de la obra bukowskiana (que por otra parte son relativamente reiterativas y escasas, todo hay que decirlo) han sido aquí de un modo u otro desarrolladas: las mujeres y el sexo, la violencia doméstica, la filosofía de bar, el hipódromo, las peleas callejeras, los trabajos mal pagados, la locura y la muerte y, por supuesto, las resacas y las borracheras, inevitables, claro, en cualquier homenaje a Henry Chinaski.
Ahora bien ( y este es un factor importante ), cada autor lo ha hecho desde su visión personal, su estilo y punto de vista, que en algunos casos no es, digamos, muy bukowskiano. Todos los aquí congregados tenemos por una u otra razón una deuda con Hank, pero cada cual la ha interpretado y saldado a su modo, a veces incluso poco condescendiente con el pretendido estilo Bukowski.
Frecuentemente suele (des)calificarse a los escritores que reconocen esta deuda como plagiadores del mismo y faltos de universo propio. La obra personal de cada uno de los antologados en este libro (y a ella me/os remito) es una prueba fehaciente de que en la mayoría de los casos esa posible influencia no es más que eso, y de que cualquiera de ellos posee idearios y planteamientos estéticos muy alejados de ese registro.
Pero aquí y ahora, que es donde estamos, nos hemos reunido ex profeso en memoria de Hank, y hemos aportado nuestra visión del mismo para brindar felices y desinhibidos sobre su tumba.
A él, estoy convencido, le hubiera gustado más que cualquier ramo de apestosos crisantemos.

Salud y pura vida allá donde ahora estés, viejo.

Te debíamos esta fiesta.

León, verano de 2007.

RESACA en CABALLO DE TROYA (RANDOM HOUSE MONDADORI)


Queridos hijos de Satanás: recién firmado el contrato para nuestra Resaca, ha llegado el momento de dar a conocer la editorial que apadrinará a la criatura. Será finalmente Caballo de Troya, sello que dirige Constantino Bértolo, integrado en el grupo Radom House Mondadori . El título definitivo, Resaca/ Hank Over. Un homenaje a Charles Bukowski; la fecha de publicación, abril de 2008, y la portada y nómina de colaboradores satánicos, la que figura en el encabezamiento a este blog, justo a vuestra derecha. De momento, para ir abriendo apetito y ambientando la fiesta ( que, podéis estar seguros, va a ser sonada como ninguna ), os adelantamos en primicia los dos prólogos que preceden a la selección de textos y autores, donde Patxi y yo nos despachamos a gusto con el tío Chinaski, y otras dos viñetas luciferinas del gran Miguel Ángel Martín, más que idóneas para la celebración. Una gran noticia, sin duda, para todos los admiradores de Buk, y una pequeña espera que los hijos de Satanás nos encargaremos de amenizar con los mejores caldos de nuestra cripta - bodega. Feliz domingo & dulce resaca !!! v.

sábado, 29 de septiembre de 2007

SATAN'S DREAMS

¡ Feliz beodisea & dulce resaca
para todos los hijos de Satanás !

ROBERT CRUMB & PHILIP. K. DICK: Una realidad aparte.


Esta viñeta super psico pertenece al comic La experiencia religiosa de Philip K. Dick, de Robert Crumb. Además de ilustrar a Bukowski ( El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco ), Crumb ha animado también a algunos otros frikis sonados de Norteamérica, como el genial y visionario Philip K. Dick. Esta historieta, en concreto, ilustra la célebre experiencia psicodélica del escritor, que le abrió las puertas a lo que Castaneda llamaría una realidad aparte. Si queréis adentraros en el mundo alucinado y fascinante de K. Dick, la biografía de Emmanuel Carrère Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos (Ed. Minotauro 2002 ) es el manual de iniciación perfecto y una de las mejores semblanzas literarias que he leído en toda mi vida. En él, Carrère da cuenta de la trayectoria de Dick ( que tiene, por cierto, muchos puntos en común con la de Hank ): sus problemas con las mujeres ( muchas y muy distintas y enloquecidas ), su experiencia reveladora ( y traumática ) con el LSD, sus grandes novelas ( Ubik - para mí, una de las mejores obras de Ciencia Ficción del siglo XX -, La penúltima verdad, El hombre en el castillo ), su asedio ( en parte imaginario, ya sabéis: la paranoia ) por el FBI y su posterior declive, alienación y deriva... La historieta de Robert Crumb, otra pequeña joya del pulp, ilustra uno de los episodios más decisivos y extraños en la vida de Dick: su desdoblamiento y reencarnación en una dimensión paralela y otra piel, que le hará cambiar su punto de encaje para interpretar la realidad ( ¿ Quién sabe lo que es real ?, diría ) a través de un nuevo y sorprendente prisma de enfoque. Para flipar !!! v.

viernes, 28 de septiembre de 2007

DIRTY HARRY

¿ Dirty realism ?

CIUDAD DEL HOMBRE: NUEVA YORK. Por J.M. Fonollosa.



WALL STREET

De un tajo la corté. Con el machete
corté de un solo tajo su cabeza.
Miradla bien aquí, les dije alzándola
con el grito iniciado aún en su boca.

Fui mucho más veloz que su sorpresa
para encontrar el cuerpo distendido.
Estaba trabajando. Me acerqué
levantando el machete con sigilo.
Y lo bajé muy rápido y con fuerza.

Fijaos en el cuello. Sólo un tajo,
les dije. Y los demás se me apartaron
con asombro y respeto en la mirada.
Aún se habla de mi hazaña en aquel pueblo.

J.M. Fonollosa. Del poemario Ciudad del hombre: New York ( Quaderns Crema S.A. 1996 ).

GUADALAJARA 2006: Salvador Gutiérrez Solís.


El otoño, además de la dichosa vuelta al cole, al tajo, a los gimnasios, a los programas de televisión horteras y al bombardeo publicitario de todo tipo de colecciones inútiles, nos ofrece nuevos libros y noticias literarias de interés, como la aparición de Guadalajara 2006 ( Ed. Berenice ), de nuestro hermano Salvador Gutiérrez Solís, golpeador, tripulante e hijo ilustre de Satanás. El novelista malaleche vuelve a la carga y, por supuesto, la nueva aventura promete. Buscadlo ya en vuestra librería !!! v.







jueves, 27 de septiembre de 2007

Umbral: A propósito de Bukowski


-Nunca me he identificado con Capote, me identifico más con Bukowski.
-No, digo el personaje, el protagonista de ese relato, que es un escritor que vive mantenido por una mujer rica [Se refiere a Desayuno en Tiffany’s]
-No, ya, pero no por eso. No, Capote a mí me gusta, tiene cosas muy buenas pero no es uno de mis escritores de primer orden. Hoy he escrito en el diario, a propósito del libro de Bukowski, que anoche cuando vine me lo encontré encima de la mesa y me quedé leyéndolo, largamente, porque me encanta Bukowski, sobre todo el Bukowski final (murió en el 94). Y he escrito algo sobre Bukowski hablando de que yo estoy haciendo un diario también y aprendo mucho de la forma que tiene Bukowski de escribir un diario, porque sólo se mueve con cuatro temas. Un tema son los caballos, porque va todos los días a apostar, aunque no lo necesita para nada porque ya sus libros se venden mucho; por el porno, aunque luego se demuestra que es un gran escritor, pero está vendiendo porno, entonces no lo necesita para nada, está instalado en una casa cojonuda con su último amor, que fue Linda. Los caballos, entonces, son un vicio, como el tabaco, no le hace falta apostar para nada, gana o pierde, le da igual, pero va. Otro tema son las uñas de los pies; dice que las tiene larguísimas, que nunca le da tiempo a cortárselas y que le rasgan las sábanas. Y sus nueve gatos, que además tienen la manía de mearle el ordenador.
-¿En el ordenador?
-Sí.
-¿Pero escribe con ordenador?
-Sí, últimamente sí, se convierte al ordenador. Mira a la máquina de escribir con remordimiento de conciencia, como diciendo “te he abandonado”, pero se pasa al ordenador. Y le mean en el ordenador los gatos, y no sé qué otro tema. Con tres o cuatro temas, alternándolos, juega, pone las fechas, los días, el año 90, luego el 91… y con este juego, algún viaje con su mujer, entrevistas que van a hacerle…, joder, hace un libro cojonudo, precioso. Y digo claramente que eso es lo que yo quiero hacer en el diario que estoy escribiendo. Acaba de salir en Contraseñas de Anagrama, es un libro de bolsillo, léelo, te va a gustar mucho. Y me viene muy bien para hacer un poco de teoría del diario íntimo, y para decir que eso es lo que intento yo, con unos cuantos temas, muy pocos, jugar, jugar como el músico, con unas cuantas variantes, y él no necesita más. Este libro yo lo prefiero a todas sus novelas, éste y otro que hizo antes. Porque éste se titula (ya el título es cachondo) El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco. Es divino. Tiene su sentido: el jefe, Dios o quien sea, en cuanto se ausenta se monta el pollo, la revolución. Y el anterior, no me acuerdo cómo se llamaba, era precioso también, pero tenía más movida; éste es puramente cuatro cosas de su vida cotidiana, los caballos los gatos, las uñas… El ordenador lo tiene que llevar a que se lo arreglen, y cuando el tío del taller lo abre para ver lo que no funcionaba ahí, dice: “Semen de gato, semen de gato, ¡qué asco!” Y es que el gato se había hecho una paja allí, por lo visto. Se había follado al ordenador, porque semen… Y luego ya por la noche Bukowski envuelve el ordenador con una toalla para que los gatos no se lo meen.

Umbral: vida, obra y pecados. Conversaciones, de Eduardo Martínez Rico

ARTHUR CRAVAN: poeta y boxeador.

Peleando a la contra

EL INFIERNO ES UN LUGAR SOLITARIO. C. Bukowski.



entonces esto
es lo mismo que antes
o que la otra vez
o que la vez anterior a ésa.
hay un macho
y hay una hembra
y hay un problema.
sólo que cada vez
piensas
bueno ahora he aprendido:
la voy a dejar que haga lo suyo
y yo voy a hacer lo mío.
ya no lo quiero todo,
sólo algo de confort
y algo de sexo
y un pequeño amor.
ahora de nuevo estoy esperando
y los años se van tenues.
tengo mi radio
y las paredes de la cocina
están amarillas.
sigo vaciando mis botellas
atento a los pasos
en la escalera.
espero que la muerte contenga
menos que esto.
.
Del poemario EL infierno es un lugar solitario. Traducción de Federico Ludueña. Ed. Txalaparta, 1997.

LO PEOR DE LAS MODAS ES QUE PASAN DE MODA. J.Kalvellido.




COMUNICADO: Nacho Abad.




Lástima de paraíso perdido, qué lástima,

teníamos una góndola de tinta y un verso en la aguja,

pero nos robaron la heroína, lástima de oropel;

teníamos un lugar y muchas piedras en la memoria,

pero nos robaron las revoluciones, lástima de ideología;

teníamos la belleza y su conjuro y sortilegio,

pero nos robaron la mirada, lástima de felicidad.

.

Comunicado. Nacho Abad. Colección Azul de Metileno. Ediciones Leteo, 2006.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

AMAZING TRACI LORDS


Gun crazy & sweet love

VINCENT PRICE: el aristócrata decadente 2 . Por David G. Panadero.

Ha llegado el otoño, queridos drugos, y con él la estación de brumas y lluvia, de letargo e invernación. Poneos cómodos en vuestro sillón favorito, trasegaos un copazo a la salud de Satanás y videar alguna de las tenebrosas películas de Vincent Price que David G. Panadero, guardián de la cripta, nos propone para recibir vitaminados y supermineralizados la nueva estación. v.
.
VINCENT PRICE: el aristócrata decadente.
( Capítulo 1: 19-9-07 )
Vincent Price amaba el oficio de la interpretación, y dentro del mundo del cine gozó de todo tipo de experiencias, desde trabajar con titanes como Cecil B. De Mille, Fritz Lang y Anthony Mann, habitualmente en calidad de secundario de lujo, hasta verse involucrado en subproductos como la coproducción hispano-germana La Casa de las Mil Muñecas (1967, Jeremy Summers), de la que existen dos versiones, una de ellas con el añadido de numerosas secuencias de desnudos, de cara a otro tipo de explotación comercial. El propio Price ha declarado que su película favorita de entre las que ha interpretado es El Castillo de Dragonwyck (Dragonwyck, 1946), un drama gótico producido para la Fox. "era un papel muy difícil de interpretar porque se trataba de un loco, un monomaníaco, pero él no era consciente de ello, así que el papel supuso un desafío". También guarda un excelente recuerdo de la intriga criminal Laura (Laura, 1944). "Creo que Laura es una de las mejores películas de toda mi carrera y me parece casi perfecta".
Pero si por algo se recuerda a Price es por los films realizados con Roger Corman para la AIP, consistentes en una saga de siete títulos que adaptan diversas narraciones de Edgar Allan Poe. Se trata de La Caída de la Casa Usher (House of Usher, 1960), El Péndulo de la Muerte (The Pit and the Pendulum, 1961), Obsesión (The Premature Burial, 1962), Historias de Terror (Tales of Terror, 1962), El Cuervo (The Raven, 1963), La mascara de la muerte roja (The Masque of Red Death, 1964), y La tumba de Ligeia (The Tomb of Ligeia, 1965). A la saga cabe añadir la muy sugestiva El Palacio de los Espíritus (The Haunted Palace, 1963), que pese a mostrarse con el título promocional de "Edgar Allan Poe´s The Haunted Palace", realmente adapta la novela corta El extraño caso de Charles Dexter Ward, de H. P. Lovecraft. En una entrevista concedida por el intérprete al cineasta Joe Dante en 1990, explicó al autor de Gremlins que el gran atractivo de trabajar en películas de terror era satisfacer a "ustedes, la gente a la que le gustan esas películas. Y cuando están hechas con la imaginación que Roger Corman invirtió en ellas, y la que otras personas con las que he trabajado pone en ellas, a la gente le encantan. Son como los cuentos de hadas... Poseen una cualidad irreal y sin embargo son reales. Te asustan y gritas, y luego te ríes de ti mismo. Resultan muy divertidas".
Estos films de serie B se vieron francamente beneficiados de la cinefilia de Corman, que supo dotarlos de la estética que reinaba en el cine fantástico europeo de entonces, adoptando la influencia del excelente technicolor del cine británico de la Hammer, que supuso una seria provocación en la época, a la vez que tomaba elementos de la Escuela Italiana de Terror, que con films como I Vampiri (1957), de Riccardo Freda o La Máscara del Demonio (La maschera del demonio, 1960), de Mario Bava, ofrecía una visión mohosa y decadentista de la aristocracia, abundando pasajes en mazmorras y sótanos lúgubres y llenos de telarañas, mostrado todo ello con una plástica barroca y exageradamente retórica.
Muchos han visto en Price la última de las grandes estrellas del terror, compartiendo gloria con actores de la talla de Peter Cushing y Christopher Lee. En los años sesenta, cuando el actor vivía su apogeo, muchos colegas de profesión como Peter Lorre o Basil Rathbone seguían en activo, pero Price tuvo el carisma suficiente como para atraer la atención de los aficionados de entonces eclipsando incluso a los dos últimos citados.
Como suele ocurrir con los villanos de la gran pantalla, el hombre difería mucho de los personajes que interpretaba. Según declaró en una ocasión a la revista Photoplay, "Lo que más me gusta interpretar es comedia, incluso la más exagerada. Me encanta reír y pasarlo bien. Supongo que en el fondo de mi corazón soy un cómico nato, pero aunque al comienzo de mi carrera interpreté muchos papeles cómicos, parece ser que mi constitución y mi aspecto general no encajan demasiado bien con las payasadas realmente locas que me gusta hacer, así que he de contentarme "exagerando" un poco algunas de mis interpretaciones macabras."
Polémicas aparte sobre el origen literario, entre el goticismo y el decadentismo, de los films que hicieron célebre a Vincent Price, sí es cierto que popularmente se asocia a éste con el terror gótico, pues tras esa etapa, el aristócrata del miedo no volvería a disfrutar de manera tan intensa esos laureles. En este sentido, cabe interpretar la granguiñolesca y exagerada Matar o no matar, ese es el problema (Theatre of Blood, 1973), de Douglas Hickox, como un inmenso chiste privado: en ésta, un actor teatral especializado en interpretar obras de Shakespeare que está en horas bajas, va matando uno por uno, a la vez que se atavía como los personajes que ha representado, a los críticos que colaboraron para alejarlo de las tablas. Desde entonces, su participación en películas del género se haría cada vez menos frecuente, pues, según declaró en 1982, "las películas de terror actuales no me gustan nada. Me niego a trabajar en ellas. Son pura y sencillamente bestiales y horrendas, y si quieren que les sea franco, no las entiendo".
David G. Panadero
Continuará...

martes, 25 de septiembre de 2007

POETAS DEL ASFALTO. Los poetas parias de la calle


A través de mi colega el escritor peruano Martín Roldán, autor de Generación cochebomba, me llega el programa de la presentación del nuevo numero del fanzine que editan los Poetas del asfalto de Lima, y que dedican, por segunda vez, a Bukowski. ¡Gracias, hermano!

Y esta es la reseña que hicieron en el Diario El comercio, uno de lo más importantes (cuando hablamos aquí de importantes, que conste, nos referimos sólo a su difusión). Atención al nombre de las hijas del editor del fanzine: Marina y Barfly. Y si podéis, descargaros el PDF de la siguiente dirección porque la foto merece la pena.
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2007-09-19/imeccronicas0786660.html




Patxi Irurzun

Los poetas parias de la calle




El CENTRO ES SU LUGAR. Estos juglares de la contracultura le escriben a las calles marginales, al desempleo, la pobreza, la soledad, los bares, el ruido y las luces de una ciudad maltratada por la indiferencia.




Por Nelly Luna Amancio




La rabia cabalga en los versos de estos poetas de la calle. Rabia y rebeldía contra una cultura que no sienten suya. Son poetas out sider. Poetas misios. Autodidactas. Poetas ambulantes del jirón Quilca, La Victoria, plaza Francia y cerro El Pino. Poetas de 'fanzines' en blanco y negro. De la máquina de escribir y la fotocopia. Seguidores convictos de Bukowski, Ginsberg y Kerouac. Poetas sin tildes. De versos sórdidos que hablan de noches aun más sórdidas. Poetas antisistema. 'Subtes' anárquicos de una generación que escuchó los acordes y desacordes de Eutanasia y Kilowats. Poetas de bares con aserrín y un solo baño. Contraculturales con K. Antipoetas.
"Poetas del Asfalto" es un 'fanzine' que hace 12 años reúne las voces y los versos rebeldes del movimiento 'underground' de la ciudad. "La gente dice que ya parece más un periódico por la cantidad de números que tiene", le bromea el dibujante Fernando Laguna a 'Richi Lakra' (Ricardo Vega, oficialmente), director, fundador y hasta ahora terco artífice --en esto último coinciden sus compañeros-- de que esta publicación ya alcance su número 36. Y es que rara vez una publicación de este tipo ha durado tanto tiempo.
"¿Que quién le puso este nombre? No lo sé, creo que yo... Todos somos eso, poetas de las calles, del asfalto, ¿no?", se pregunta Richi, quien en los años 80 produjo y escribió las letras de las canciones de la banda punk rock Eutanasia: "Ya estoy harto de reglas y normas/ Nos creen inferiores/ Pero no saben que somos mejores/ Estamos contra poderes y represores/ No estamos pendientes de pudores". Esto fue lo que en aquellos año escribió Richi, mucho antes de que pensara en sacar un 'fanzine', mucho antes de que pensara publicar su primer poemario: "El pasajero subterráneo". Eran años de saco y corbata, cuando Richi trabajaba en las oficinas de una compañía minera en San Isidro y podía costear la producción de un disco y la compra compulsiva de los libros del viejo Bukowski.
Richi tiene ahora 49 años, dos hijas (Marina Louise, de 19, y Barfly, de 14), una esposa y un gato al que llama Autonomía. Como otros poetas de la calle, ya no tiene empleo fijo. La banda Eutanasia no toca más. Richi está flaco y las patas de gallo resaltan cada vez que se ríe. Sus lentes son doblemente más gruesos. Pero la esencia de Richi no ha cambiado. Sigue leyendo a Bukowski con el mismo ímpetu de hace 20 años. "Cómo ser un gran escritor /tienes que cojerte a muchas mujeres/ bellas mujeres/ y escribir unos pocos poemas de amor decentes/ y no te preocupes por la edad/ y los nuevos talentos/ Solo toma más cerveza, más y más cerveza"*.
Los poemas que van en el 'fanzine' se recogen en noches inconclusas de bares que nunca cierran. Ahí se seleccionan los textos para que luego Richi se los pase a Fernando Laguna. Serán sus dibujos los que acompañen esos versos cargados de frustración. Con la venta de cada 'fanzine' (el costo es su voluntad) se inicia la elaboración del segundo número. El tiraje, así como la cantidad de páginas, dependerá del bolsillo de sus promotores y de lo recolectado. El dinero casi nunca alcanza para más de 200 ejemplares. Las decisiones se toman en Quilca, entre la cerveza y el olor de esa calle que hace varios meses huele más a pollo a la brasa que a contracultura.
Los Poetas del Asfalto son parias en una ciudad que los expulsa más. "Ser masivo no me interesa, prefiero hacer poesía para regalarla, para mí", dice Carlos 'Velorio' Barzola, rechazando la decisión de algunos poetas que apostaron por publicar poemarios con el apoyo de algunas editoriales, luego de escribir por años en 'fanzines' de este tipo. "Al final terminaron formando parte del sistema", insiste 'Velorio'.
Entre las voces más representativas de este colectivo están Marcos Cuevas, Fernando Laguna, Alan Pool, Pablo 'Dark', Ramiro Pretonista, Fernando 'Rata' Naveda, Hugo Cortez, Junior Rotten, Lucho 'El Primo', Ángel Yzquierdo Duclós, Cristhian 'Miserable' Portocarrero, quienes además publicaban hasta el año pasado en otras revistas. Antes de que los 'fanzines' poco a poco fueran desapareciendo.
¿Pero por qué la poesía como gesto de rebeldía? El poeta Enrique Verástegui cree que es por tradición. "Nos permite expresar experiencias límite, como las de estos grupos". Y Marco Martos dice que "el bar es el espacio urbano preferido por los poetas bohemios para la creación". La poesía como vehículo para canalizar los sentimientos de marginalidad y resistencia. "Ellos tienen un yo colectivo que otras generaciones no exhiben", afirma Martos.
Hay una suerte de desencanto en el jirón Quilca desde que los Viernes Literarios abandonaron El Averno. Ahora los poetas de la calle tienen un vínculo intenso con otros y nuevos bares que organizan los recitales en el Centro de Lima. En el bar de Grot de la plaza San Martín recuerdan que durante el recital de algunos Poetas del Asfalto la gente pifió a uno de los expositores y que este se levantó de la mesa para poner en su lugar a los revoltosos. Los intercambios de insultos continuaron toda la noche, hasta que todos comprendieron que era parte del carácter del colectivo.
La noche es el hogar de estos poetas, sobre todo las del cerro El Pino, un bar de La Victoria o una galería de Quilca. En estos sitios se construye su poesía libre de analgésicos. Versos pesados, ataviados de resentimiento. Poetas borrachos, "borrachos poetas/ caminan abrazados, caminan cantando/ caminan fregando, caminan maldiciendo/ caminan jodiendo (chino 'Velorio', Carlos Barzola, 2005)".. Dicen que solo tocando fondo se valora la superficie. Muchos de los Poetas del Asfalto tocaron fondo en los años 80, cuando las calles repletas de 'fanzines' anarquistas y el ruido ensordecedor de las bandas radicales tatuaron las memorias de Richi, 'Velorio' y Lucho 'El Primo'. Dos décadas después, continúan apostando por la poesía del bolsillo, la que se escribe en un pedazo de papel humedecido por el sudor o por las gotas de cerveza. Si toda ciudad tiene sus poetas malditos, estos podrían ser los nuestros, asesinos de simbolismos, juglares de una cotidianidad asfixiante y alienante.
* Los poemas han sido trascritos tal cual lo consignan los autores en sus 'fanzines'.

BUKOWSKI ¿LITERATURA CHATARRA?

Ya hemos señalado varias veces que Resaca/Hank Over no es un tributo reverencial, y por eso mismo este blog tampoco. Que no queremos subir a Hank a un altar ni siquiera aunque este sea la barra de un bar. Es más, aquí también hay sitio para quienes lo sacan a patadas al callejón y los arrojan sobre los cubos de la basura y después se mean encima de él. A veces, inlcuso aunque antes hayan estado echándose unas risas y unos tragos juntos.

Aquí va este texto de Carlos Yusti, encontrado en la red, en el que Bukowski recibe una buena manta de hostias. Cada cual que juzgue (yo, particularmente, pienso que para no gustarle, Carlos Yusti se ha ventilado unos cuantos libros de Bukowski).
Patxi Irurzun


BUKOWSKI, LA LITERATURA CHATARRA
Carlos Yusti


Charles Bukowski, escritor norteamericano que tuvo un fulgor pasajero en el gusto literario de los jóvenes en los 80, es hoy un producto literario secundario, cuya prosa atiborrada de felaciones, dipsómanos y vulgaridad ya nadie lee. En los cincos minutos de fama que le correspondían a Bukowski, algunos de sus libros fueron llevados al cine con bastante perecía y sin ningún asomo de poesía. Todavía pueden verse películas como "Cuentos de la locura corriente" y "Barfly".
Cuando comenzó la moda Bukowski, uno que venía de Henry Miller, miraba de reojo y con escepticismo toda esa fanfarria editorial, toda ese bullicio en torno a un escritor que gran parte de su vida estuvo borracho, intentando ser un escritor maldito (en mayúscula) sin lograrlo. O sea uno venía de leer a ritmo lírico y punzante más que el sueño americano la pesadilla americana, con su fuerte carga sexual y su nihilismo suburbial.
Henry Miller, el narrador de la urbe, de las prostitutas; el amigo de Anais Nin, de los locos, de los reventados por la vida rogaba a Dios que lo hiciera escritor y así escribir, de una manera metafórica, desabrochada, todo ese delirante modo de vivir americano. Sus libros "Trópico de Cáncer" y "Trópico Capricornio" más que novelas, biografía o diarios, eran una poética perfumada de inconformismo y rebeldía que venía en plan de echar por tierra todo ese puritanismo de aire acondicionado y Hot-dog, todos esos prejuicios raciales de una Norteamérica preocupada por la guerra y no el amor. Los libros de Miller estaban escritos con muchos cuartos baratos, sexo y eyaculaciones, sin embargo todo eso estaba llevado al papel con una poética feroz, todo escrito con inteligencia y desfachatez. Charles Bukowski venía detrás, lo único diferente era que sus libros eran torpes, ignorantes e impregnados de whisky barato y cachondeo, no tenían un mínimo de poesía y más que una escritura liberadora, como la de Miller, era una escritura de consumo y supermercado.
No parece ocioso citar a Nuño: "Era de temer: en una época en que se impuso el miserable fasts-food tenía que aparecer del fast-thinking, su equivalente en el orden de las ideas. No hay que atender a los contenidos (ni ese food es comida digna siquiera del nombre ni el thinking denota pensamiento alguno), sino a la intención dominante: la rapidez para todo. Leer a Bukowski es asimilar literatura donde no hay literatura, deglutir palabras que conforman frases donde sólo hay lugares comunes, pleonasmos eróticos, sin contenido. Bukowski es el producto literario de una América abocada al culto premeditado de la velocidad.
Todo tiene que hacerse en el menor tiempo posible. Una América que ha sacrificado el deleite de los sentidos por su manía compulsiva a la rapidez. La escritura de Bukowski entra en ese mundo de lo que se deglute con rapidez, no es una escritura vanguardista, ni complicada al igual que la comida rápida viene aderezada con sabores y colores artificiales, fuera de los afeites, sólo nos queda la insipidez y el vomitivo.
Los libros de Bukowski, "La máquina de follar", "Factótum", "Cartero", "Escritos de un viejo indecente", "Se busca una mujer", era un Miller mal copiado y con resaca, un Miller de segunda mano. Los libros de Bukowski también tenían sexo, borrachines, prostitutas y un zoo urbano de todas las especies sólo que estaban escritos sin rabia, sin ninguna pizca de inteligencia. Bukowski era un hombre con poca lectura en el corazón y mucho whisky adulterado en el alma. Por esa razón sus libros se quedaron en literatura chatarra, especie de hamburguesa literaria que se consume y nada más. Henry Miller por el contrario tiene algunos libros de ensayos, género en el que Bukowski no incursionó, donde aborda temas sobre surrealismo, D. H. Lawrence, Rimbaud, Hámlet, demostrando su visión particular del arte y la literatura.
La juventud desideologizada, ecologista y vegetariana gusta mucho de Bukowski. Yo como soy un antiguo me he quedado con Miller. Los jóvenes son así ya no quieren ser el futuro y por eso el futuro es un viejo como Caldera. O sea los jóvenes están poco interesados en la profundidad del mundo, sólo quieren estar al margen escuchando a Zapato 3 y rayando las paredes con mensajes sentimentales sosos. El futuro, el país, la LITERATURA y las cosas trascendentales no le entusiasman para nada.
La América contemporánea come literalmente mierda y en ese sentido consume arte y literatura en su equivalente. Bukowski es el ejemplo más representativo de ello. El sexo, la vulgaridad, las neurosis en sus libros no son más que colorantes artificiales (sin carnadura ni poesía) para que pueda ser consumida por el morbo americano que se deleita, de manera conformista, con la guerra por cable, con leer sexo de quiosco, o saborearlo en el V.H., antes que hacerlo; en suma que se deleita con las superficies de las cosas y no con las cosas mismas.
Esta América actual que nos invade con sus enlatados televisivos, sus penes cortados, la deuda externa, los Best-Seller, las muñecas sexuales de goma, sus asesinos en serie de paso nos traen a Bukowski. Es la América atávica sumergida en su propia sangre y en su propia podredumbre, la cual siempre sale bien librada, exceptuando Vietnam, sojuzgando a los demás y publicitando al máximo su morbo oscurantista. La América today es el fascismo vivo o como escribe Umbral: "Superados los fascismos históricos, para mi fascismo es, hoy, segregar todavía alguna provincia humana, cortarle el pene al señor Bobbitt,...". Es creer, lamentablemente, digo yo, que Buskowski es literatura

JACK KEROUAC: La terapia del camino. Por Vicente Muñoz Álvarez.



JACK KEROUAC: La terapia del camino.

Soñé que yo era Jack & Neal se agitaba frenético sobre el volante a cien por hora riéndose & gritando: sabemos cómo es el tiempo & sabemos que todo va realmente bien, mientras fumábamos & bebíamos & los campos se deslizaban lánguindamente en la llanura como lagartos verdes bajo el sol. Soñé que yo era Jack & latía en mi pobre corazón toda su pena & mis lágrimas iban llenando una petaca de cuero para Neal, que apuntaba con su cigarro de yerba a las colinas. Entonces vimos por el retrovisor de nuestro coche al Capitán América en su moto & después a un toro & a un torero & a un hombre que se arrancaba los dedos de los pies con dos tenazas. Mientras el sol se desangraba sobre el ruedo & el viejo Bill disparaba con su rifle a las palomas & Neal seguía gritando: sabemos cómo es el tiempo y sabemos que todo va realmente bien.
V.M.A.

Si existe un libro que represente hasta sus últimas consecuencias el espíritu de la llamada Generación Beat, ese libro es, sin duda alguna, En el camino, de Jack Kerouac. Sobre él se han escrito ya ríos de tinta, más aún en un tiempo como el que vivimos, que parece no dejar muchas más alternativas a los jóvenes que las propuestas cincuenta años atrás por Jack y Neal. Una generación que, en palabras de Allen Ginsberg, tuvo como fin oponerse a la mecanización de las almas, no puede estar, efectívamente, demasiado alejada de la que actualmente vivimos, regida por la competitividad y el tecnicismo y aquejada de una total falta de espíritu. De ahí, supongo, el creciente intererés que suscita todo lo relacionado con los beat.
Desarraigados, desmotivados, inconformistas, golpeados, reaccionarios, los beatniks encarnaron a mediados del pasado siglo los compromisos más transgresores de su generación. Fueron, por decirlo de algún modo, los chicos malos del Tío Sam, los alcohólicos, los noctámbuos, los subversivos, los hijos del asfalto que, incapaces de realizarse en una sociedad como la americana, poetizaron para resarcirse su lado más oscuro. Pero, a diferencia de otros muchos, lo hicieron desde dentro, desde su propia piel, consecuentes en sus vidas con los postulados de su obra: el escapismo mediante las drogas, el budismo zen, la desconexión de la moral burguesa y la concepción de la escritura como un acto de creación espontáneo ( entroncando así con la improvisación del jazz y el bop ).
Y todo ello, al menos en gran parte, por mediación de Jack Kerouac y su novela On the road, manifiesto y biblia indiscutible de los beat.
¿ Cuáles son, pues, los distintivos de este libro ? ¿ Qué claves contiene ? ¿ Qué le hace exclusivo, hasta el punto de eclipsar obras mejores de su autor ?
Su argumento es bien sencillo: Sal Paradise ( Jack Kerouac ), tras una crisis personal ( algo relacionado con la sensación de que todo había muerto ), conoce a Dean Moriarty ( Neal Cassady ) y emprende con él un viaje sin rumbo por todo el continente americano buscando sexo, droga y diversión. Punto final.
Pero En el camino es más que eso: el retrato de una juventud en vías de desintegración moral que indaga desesperadamente en los vacíos de su identidad. La carretera no es más que una metáfora, un viaje hacia la más confusa oscuridad del ser. Y el recorrido caótico de Jack y Neal, su peregrinación, una especie de búsqueda evolucionada del Santo Grial. Lo demás, en el fondo, son excusas, decorados, trucos contextuales.
En tal sentido, En el camino es una novela existencial, su motivación de fondo es la misma naúsea que describe Sartre, esa fatiga de estar vivo que para los hipsters redime sólo el movimiento. Con lo cual, desde ese punto de vista, la carretera simboliza una terapia, una cura milagrosa frente al tedio.
No es de extrañar, por todo lo dicho, que ante premisas de esta índole la novela conectara ( y siga conectando ) muy especialmente con los jóvenes, sumidos por naturaleza en un perpetuo conflicto de valores y metas.
Con todo, On the road no es la mejor novela de Kerouac ( ni posiblemente Kerouac el más brillante de los beatniks ). Carece de la desoladora fuerza emotiva de Los subterráneos, de la intensidad de Los vagabundos del Dharma, o de ese estilo jazzistico y sincopado de Visiones de Cody, que le consagró como heredero literario de Charlie Bird Parker. Su magnetismo reside en su espontaneidad, en su aparente sencillez, en su clarividencia: esa fluidez al describir estados anímicos y sentimientos que ningún otro escritor de su generación logró plasmar con tanto acierto, esa beatitud de espíritu para transformar sensaciones en palabras que sólo Kerouac supo alcanzar.
El día 21 de octubre de 1969, después de haber recorrido no pocos caminos y amanainado el temporal de mil resacas, Kerouac murió a causa de una hemorragia interna. Dejaba a su espalda algunos libros inmortales, la semilla de una revolución cultural incipiente y una biografía de leyenda. Aunque la crítica aseguró que se trataba de una moda pasajera.
Hoy, cincuenta años después de su publicación, En el camino es uno de los libros más leídos y admirados en las Universidades de habla inglesa, y el nombre de su autor figura en la lista de los escritores norteamericanos más importantes del pasado siglo.
Parece que, una vez más, los críticos de la época se equivocaron.

lunes, 24 de septiembre de 2007

DELIRIUM TREMENS, por Toño Benavides.




POR UNA VEZ SOLA: 1 poema de Brenda Ascoz.



por una vez sola
os hablaré de colmillos frágiles como el cristal,
de colmillos que se quiebran
por el poco estético sistema
del desgaste por ácido clorhídrico.
hablaré de vuestras blancas y abiertas sonrisas
-a los doce, a los quince a los veinte-
aquellas que entonces ya ocultaban
racimos de dientes carcomidos:
pequeñas tumbas de marfil
en tétrico desfile.
no pedimos nada -pues no lo ganamos-
pero no hemos de dar explicaciones:
hicimos cuanto pudimos
con lo que entonces cabía en nuestras manos,
con lo que entonces cabía en nuestras bocas:
todo lo metimos en ellas –y el vacío-
cuanto podáis imaginar.

sábado, 22 de septiembre de 2007

NELSON ALGREN Y SERGIUSZ PIASECKI





Hace unos días David González hablaba en este blog de Nelson Algren y El hombre del brazo de oro. Y yo recordaba que entre los libros de mi padre había una colección, Libros Reno, con una edición del mismo, sorprendentemente publicada en plena dictadura franquista. Dicha colección debía de estar dirigida por algunos cracks avezados en el regate final y capaces de meterles estos golazos a la censura, y otros como Los indiferentes de Alberto Moravia o El enamorado de la osa mayor de Sergiusz Piasecki, del que también reproduzco la portada, porque es un libro de aventuras de lo más recomendable, un canto a la libertad afinadísimo, escrito por un autor que sabe de lo que habla (la vida de los contrabandistas) con una peripecia vital de lo más atractiva y que recuerda a otros escritores misteriosamente desaparecidos, otros amantes de la libertad y enemigos de cualquier forma de autoridad, como B.Traven, el autor de El tesoro de la Sierra Madre (sobre este enigmático escritor http://usuarios.lycos.es/jhbadbad/traven.html) , o Ambrose Bierce (Diccionario del diablo, Cuentos de soldados y civiles...)...
Esto es lo que dice la solapa de la edición de esta novela que ha publicado recientemente El Acantilado:





"Sergiusz Piasecki, nacido en 1899, luchó a los dieciséis años con las tropas polacas que ocuparon Minsk. Llegó a obtener el grado de suboficial y participó en las guerras contra Rusia de 1921. Trabajó para los Servicios Secretos de la antigua Unión Soviética entre 1922 y 1926, fue contrabandista y, más tarde, bandolero, motivo por el cual fue condenado a muerte. Cuando Alemania ocupó Polonia, fue evacuado de la cárcel en la que cumplía la pena por la cual se le conmutó la ejecución, y se le perdió el rastro. Puede que tomara parte en la resistencia polaca, o que se trasladara a Inglaterra en 1946. Parece ser que murió, envuelto por la leyenda, en 1964".
Patxi Irurzun

Carteles de Crazy Love



INSOMNIO DEL FAUNO, por Norberto Luis Romero.


Nuestro tripulante emérito Norberto Luis Romero, autor de algunas de las novelas más inquietantes publicadas en España en los últimos años ( Signos de descomposición, La noche del Zepelín o Isla de sirenas, todas ellas en Valdemar), nos envía en exclusiva para Hank Over un turbador relato titulado Insomnio del fauno, ideal, por su atmósfera, para dar la bienvenida al otoño entrante... Pese a su extensión, os lo ofrecemos de un sólo bocado para vuestro disfrute... Bon apetit !!! v.

INSOMNIO DEL FAUNO
El eco de una sirena flotaba en el aire denso y caliente, aún estaba oscuro y la casa inmersa en el absoluto silencio dominical. Miré la esfera luminosa del reloj: era demasiado temprano, esa hora extraña en la que el mundo se debate indeciso entre existir o no, entre dejar entrar la luz del día e iluminar las conciencias, o bien darse la vuelta en la cama y permanecer en las tinieblas y en la ignorancia del sueño. Había sudado mucho por culpa del edredón, que mi mujer se empeña en mantener hasta bien entrada la primavera porque siempre tiene frío: no soporto el invierno, se queja, el frío se me mete en los huesos; sería feliz en una isla del trópico: todo el día al sol. Ella dormía profundamente, tan inmóvil que parecía no respirar, dándome la espalda, dando también la espalda al mundo que, al igual que ella, prefería el sueño a enfrentarse a sí mismo. Percibí un desasosiego en la entrepierna y palpé la dureza de una erección. Había estado soñando... casi siempre el mismo sueño con ligeras variaciones... en el sueño había estrellas, muñecas de plástico... tibias y escurridizas. Me quedé quieto, aferrando aquel objeto vivo. Me sentí el único ser humano que vigilaba la oscuridad en espera del alba, y temí ser también el único testigo de un mundo que hubiera decidido por fin no despertar nunca y permanecer oculto en la noche, amparado por esa ambigüedad que la luna propicia: la tenue frontera entre la realidad y el sueño.
Mi mujer seguía durmiendo. Me pegué a su cuerpo cálido, mi dureza a su espalda y la besé suavemente en la nuca, entre una maraña de cabellos olorosos a champú de manzanas. La abracé con fuerza y palpé sus pechos cálidos y escurridizos. Ella murmuró algo que no entendí y luego dijo, con un ronroneo subterráneo e inconsciente: Déjame...
Yo insistí, me deslicé un poco hacia abajo y me pegué a sus glúteos.
Déjame dormir, dijo ella. El tono era resuelto, esta vez desde la conciencia.
Otra vez ese sueño, le dije.
Llevé una mano hacia abajo y le separé las nalgas.
¡Quita!, e hizo un gesto de fastidio con la cabeza e, instintivamente, apretó los músculos de sus glúteos para impedirme el paso.
Ven aquí... insistí.
Déjame en paz. Y me dio un codazo en el vientre.
Me di la vuelta y de buena gana le cedí mi parte del edredón y de la sábana. Ella volvió a dormirse, o lo fingió, como sabe hacerlo. Permanecí boca arriba recibiendo el aire que circulaba con irritante ineficacia, soportando la erección que ni siquiera el ligero cambio de temperatura abatía. Oí a lo lejos otra vez una sirena, se fue acercando y debió de pasar frente a casa porque un leve tono azulado se reflejó en el techo oscuro: una ráfaga fugaz como la descarga de un relámpago cansino. Una ambulancia, quizá la policía. En este barrio a veces ocurren cosas raras: como la vez que nuestros vecinos de enfrente estuvieron a punto de matarse el uno al otro. Los gritos de ella eran exasperantes, de histérica, pero lo que más me irritó fue ver a su hijo pequeño en pijama y descalzo, llorando muerto de miedo, oculto detrás de un seto del jardín. Después desaparecieron del barrio.
Mi mujer se arrebujó como una gallina en el nido, se encogió como un ovillo de carne tentadora, ajena a la sirena, al destello azulado, al calor, a mis sueños, a mi erección, indiferente a todo.
Desnudo, me levanté y me planté frente a ella, que seguía con los ojos cerrados, demasiado apretados para estar dormida de verdad, como si pudiera engañarme. Tenía sed, la garganta reseca y la boca pastosa y decidí bajar a la cocina. Sentí la textura áspera de la alfombra de flores de la escalera bajo mis pies desnudos y el sudor dejó mis huellas entre las corolas amarillas. Volví a inquietarme ante esta especie de niebla o desmemoria que no me deja comprender qué es eso blando y escurridizo que aparece en el sueño, ni el porqué de las estrellas brillando a mis espaldas, como inmensos y vigilantes ojos sin párpados.
No di la luz; desde la calle entraba por la ventana de la cocina un resplandor enfermizo: la luminosidad débil y macilenta de las farolas. Llené un vaso y noté el agua demasiado templada, como un caldo. Me enjuagué la boca y escupí en el fregadero; mi mujer no quiere verme escupir porque le parece vulgar. Un día le pregunté si no se había dado cuenta de que se había enamorado de un hombre vulgar y había acabado casada con él porque ella tampoco tenía nada de especial. No me respondió, pero me miró de una forma en la que me fue fácil observar cierta conmiseración, aunque nunca supe si por ella o por mí.
Busqué en la nevera: quedaban pocas cervezas y todas de esa marca que no me gusta nada y que ella se empeña en comprar porque es unos centavos más barata y la anuncian en la tele. Me senté a la mesa ante la ventana: quedaban algunas estrellas en el cielo, como las del sueño, pero éstas de aspecto inofensivo, brillando con pereza. Aparentemente todo el vecindario dormía, salvo que en otras casas hubiera asimismo hombres insomnes como yo, acosados por sueños oscuros, por el calor, la sed y las espontáneas erecciones que sus mujeres despreciaban. Observé una a una las ventanas de las casas de enfrente: estaban a oscuras, todos daban la espalda al amanecer y a sus incómodas certezas. En el frutero, entre unas manzanas amarillas arrugadas, había un par de juguetes de Tamara: una tacita de plástico con flores, y una muñeca pequeña y sucia, con jirones de pelo amarillo desgreñado. Jugueteé con ella, me la llevé a la nariz: olía a manzanas, a viruta de lapiceros acumulada en el interior de un sacapuntas, a aula de colegio abarrotada de críos. Le levanté las diminutas faldas de tela: no llevaba braguitas; tampoco tenía sexo, ni siquiera una insinuación. A todos los muñecos los hacen iguales: lisos como los ángeles, lo mismo da que sean niños o niñas. Acerqué su boca menuda a mi pene y el pelo amarillento de plástico me produjo un cosquilleo que hizo brotar una gota transparente y densa que limpié en las falditas. En ese momento se extinguió la última estrella que agonizaba, la mirada sin párpado dejó de verme y de juzgarme.
Volví a dejar la muñeca sentada con las piernas rígidas abiertas a horcajadas sobre una manzana. Desde allí parecía mirarme con sus ojitos pintados de azul, y recriminarme en silencio que le hubiera humedecido las faldas. Cogí una manzana dispuesto a darle un bocado, pero un machucón pardo y ligeramente hundido, con una consistencia pulposa, me hizo desistir. Con este calor todo se pudre. En realidad, las manzanas no son nuestra fruta preferida, creo que mi mujer las compra sólo para adornar y acaba tirándolas al cabo de los días. Tira las manzanas pero ahorra en las cervezas...
El calor parecía hacerse cada vez más viscoso, y la empecinada erección amenazaba con estallar si no hacía algo para aplacarla. La veía allí, acechando bajo la mesa, sobresaliendo de la penumbra como un mástil, rozando con la punta amoratada el mantel a cuadros. Mi mano rodeó el cuerpo duro y carnoso, reconoció su pertenencia ardiente, su inquebrantable voluntad de continuar erecto, y lo aprisionó con fuerza como si quisiera estrangularlo y abatirlo... ¿pero, por qué abatirlo?, me dije.
Las farolas se apagaron de golpe todas a la vez produciendo un ligero pero audible chispazo, y la calle y las fachadas de las casas vecinas parecieron desvanecerse bajo la oscuridad persistente que se resistía al alba. Yo estaba prácticamente a oscuras: el piloto del teléfono inalámbrico difundía por toda la cocina una luz verdosa muy tenue, un verde que se fue intensificando e invadiéndolo todo a medida que mis ojos se habituaban a la penumbra. Todo mi cuerpo tenía un tinte verdoso y al ser muy velludo, me vi de pronto como un animal fantástico salido de un mito de la antigüedad. Ahí abajo, mi pene palpitante, poderoso, brotando del enjambre renegrido de pelos, también era fabuloso y mítico.
Decidí volver a la cama y al incorporarme sentí el roce del dobladillo del mantel como una descarga eléctrica en el glande. Tropecé con la mesa, que se tambaleó. La muñeca que coronaba la manzana se sacudió y cayó del frutero a la mesa, y de ésta al suelo donde quedó boca abajo. La rigidez de sus miembros era grotesca.
Subí las escaleras procurando hacer el menor ruido. En ese momento por fin pareció acabar la tortura de la noche pues amanecía, lo supe porque vi mi sombra proyectada en la pared. Volvió a asaltarme el mito: mi sombra era similar a la silueta del fauno que decoraba aquel jarrón de cerámica que habíamos traído de Miconos, de nuestra luna de miel, y que un día rompió Tamara. A mi mujer le había hecho mucha gracia el ánfora original exhibida en una vitrina del museo de Atenas, y a pesar de que el nuestro era una reproducción adquirida en un tenderete, a ella le parecía fina y auténtica y lamentó mucho su pérdida.
Si volvemos algún día a Grecia compraremos otra igual, ¿verdad? Y me había mirado con un gesto de íntimo desamparo mientras arrojaba los trozos, que yo había intentado recomponer en vano, al cubo de basura.
Este fauno me recuerda a ti, me había dicho aquella primera noche, volviendo sus ojos con picardía infantil hacia el ánfora que, con su etiqueta de origen falso al cuello, descansaba sobre la mesilla. Lo había dicho mientras se apretaba a mi cuerpo y reía satisfecha, plenamente desnuda entre mis brazos, con ese brillo indomable y sin pudor en los ojos, en aquella triste habitación de hotel que daba al mar y olía a salitre por las noches y a desperdicios fermentados por la mañana. Me había sorprendido que de verdad fuera su primera vez, no lo creí entonces, era tanto su ardor, tanta su entrega que todavía hoy me resisto a creerlo.
Yo había intentado pegar pacientemente los añicos, pero me fue imposible. Tamara, llorando, insistió en que no lo había hecho adrede, pero yo intuía que sí, porque el dibujo del fauno con el gesto malicioso y cargado de sensualidad la asustaba.
A veces es violenta, me dijo mi mujer por lo bajo; no me explico qué le pasa a esta criatura. Yo la defendí, a pesar de la mirada de furia que mi hija me lanzaba desde el rincón donde se había refugiado, y que sostuve con una sonrisa cómplice, porque me irrita verla llorar.
Ya en el rellano, al pasar frente a la habitación de Tamara me detuve ante la puerta abierta. Dormía plácidamente boca abajo, abrazada a su peluche, con el culito al aire, el pelo rubio derramado sobre la almohada. Mi mujer la abriga demasiado, incluso en pleno verano, está convencida de que todos tenemos frío, como si fuera una obligación; pero cuando está profundamente dormida Tamara arroja a un lado sábanas y mantas. Pensé que era como un ángel de piel sonrosada y palpitante que se había precipitado del cielo, porque en el techo del cuarto de la niña mi mujer pegó estrellas de plástico fosforescentes de tinte verdoso.
Mi sombra continuaba proyectándose erguida y gigantesca, ahora en la pared del fondo, a la cabecera de la camita de Tamara, eclipsando el empapelado con gatitos arrellanados en cestas de mimbre. A mi memoria acudió el olor a salitre y pescados podridos que arrastraba el mar en los amaneceres en Miconos.
Entré al baño. El espejo me devolvió una imagen inquietante: la silueta furtiva y oscura de un fauno, lejana, inmersa en el mar del azogue. Pensé en muchas cosas, pero en nada concreto, mientras orinaba copiosamente, aunque con dificultad por la implacable erección, con la vista puesta en la llaga parda de los azulejos. Aquella tarde yo lo había visto todo. Tamara no supo que yo estaba en el pasillo viéndola reflejada en el espejo de la sala: se había subido a una silla donde mantenía un equilibrio temerario, había cogido el ánfora del estante y la había tirado con furia al suelo. Después salió corriendo como una centella, subió las escaleras y se encerró en su habitación dando un portazo.
Los azulejos volvieron a recomponerse formando un plano uniforme y neutro. Mi sexo continuaba ardiendo, inmune a los recuerdos, indómito. Me sería difícil volver a conciliar el sueño. Me hubiera gustado dormir como mi mujer, sin enterarme de nada, aunque la casa se viniera abajo, como en ese preciso momento en que el camión de la basura hacía un escándalo infernal y apestaba el aire a rancio. Con este calor todo se pudre: las manzanas, los pescados en la playa.
Aún así, dispuesto a volver a la cama, al pasar ante el dormitorio de me hija me detuve nuevamente: tampoco se había movido -heredó de su madre esa capacidad para sumergirse en lo inconmovible del sueño-, no sólo abrazaba su peluche, reparé en que dormía rodeada de sus muñecas. Esas muñecas parecían mirarme, como si clavaran sus ojos amenazantes en mi erección. Un primer rayo de sol se coló en ese momento por una rendija y dio de lleno en el cabello de Tamara: vi un destello dorado, un chisporroteo luminoso que me produjo una repentina confusión, y noté cómo brotaba desde el interior de mi vientre una gota ardiente, callada, que se derramaba al suelo. Tamara despertó de repente, se volvió y abrió los ojos de golpe, como si saliera de una pesadilla, y me miró fijamente como si viera una aparición: sus labios trazaron el rictus próximo al llanto, a ese llanto silencioso que siempre acaba enfureciéndome... Me acerqué a ella con un índice sobre los labios rogándole silencio. En ese instante, las estrellas del techo apagaron de golpe su brillo enfermizo.
Mi sombra continuó creciendo, ajena a mí, como si tuviera vida propia. Tamara no dejaba de mirarla, con los mismos ojos desmesuradamente abiertos, los mismos ojos que siempre habían rehusado la figura del fauno. Me incliné y suavemente se los cubrí con una mano. Ella gimoteó.
No querrás que mamá se entere de lo del jarrón, le susurré al oído. Y me cercioré una vez más de que era una muñeca de las que aparecen en mis sueños, una muñeca de plástico, escurridiza y sucia, pero capaz de aplacar mi insomnio.

Norberto Luis Romero - norbertoluisromero.com

viernes, 21 de septiembre de 2007

Carteles de EL BORRACHO (BARFLY)





CHARLES MON AMOUR


El gusto del hombre por toda sustancia sana
o peligrosa que exalte su personalidad,
atestigua su grandeza.
Charles Baudelaire, Los paraísos artificiales.

BAR MISERIAS, por Domingo López.

Bar Miserias
Para Perico, donde ande
El poema que anoche leiste y ahora no recuerdas está en el buche de alcohol a granel o tinto agrio y se lo lleva el trago primero del día quemándolo descarriladamente garganta abajo hacia el estómago roto que se descompone como siempre cuando son las ocho y cuarto de una mañana más mientras abres la portezuela chirriante del WC y afuera arrecia la lluvia y el bonachón de Xurxo repone tacañamente en el suelo el serrín para los escupitajos y flemas y a pesar de la ocurrente tristeza del cartel -“Hoy no se fía, mañana sí”- volverá refunfuñando a apuntar con tiza en un tonel las deudas de la jornada y le da igual por otra parte o le importa un reverendo y enorme carajo que los parroquianos se sienten en el water hediondo a un palmo de la pila de excrementos endemoniados porque la cisterna del agua no funciona ni nunca lo hizo para que lo mismo nadie repare en la cuerda sucia e inútil que pende con soltura y así no piensen, por ejemplo, en ahorcarse o en mechas de bombas y las ocho y media y sentado en la taza amarillenta oyes las toses o los exabruptos o los estertores y distingues por ellos a los asiduos tambaleantes y desocupados que van llegando con las manos en los bolsillos rotos camino de ningún sitio y vienen sin saber nunca si es martes o viernes pero acuden qué cojones reptando como bichas por las aceras o arrastrándose o como pueden para abrevar el aguardiente o la ginebra o el morapio barato y avinagrado y maldecir bajo el escudo del Celta y el San Pancracio idiota, sucio y sin perejil que, olvidado encima de un estante con polvo y telarañas, tiene seguramente la fea manía de dar cortes de manga o rascarse los huevos de escayola aprovechando que nadie repara nunca en él ni lo mira y todo mientras arrugas el papel de periódico - no es higiénico y qué mierda, nunca mejor dicho, importa – donde en las páginas locales los políticos apaleables se lavan las manos en el mar, aprovechando que está podrido de fuel y la suciedad de sus mentiras y de sus pezuñas no pueden dejar huella en tanta porquería y, por otro lado, en la sección internacional los poderosos siembran minuciosamente el mundo de sufrimiento y tumbas y azuzan a la muerte contra el pobrerío, la omnipresente y puta parca que también vendrá cuando quiera con su guadaña bien afilada a tomarse algo a esta tabernucha portuaria - está en su casa, por supuesto - y vuelves a terminar el vaso al mostrador de chapa abrochándote el pantalón con buenos días caballeros y seguramente solo nos faltará Dios entonces para que para de un reputa vez la jodida abuela pero todos saben - y el cubo sin agua y tú sin tabaco y el mar vomitando ahí al lado olas negras - que al pobre desgraciado se le perdonaría no asistir ya que aparte de ser abstemio y celestial el poema que anoche leiste y de pronto recuerdas pone clarito que la gran disculpa que tiene el andoba para estos casos es que personalmente no existe y a la mierda y se acabó.
Ilustra: J. Kalvellido.